ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Mi relación con la escritura

Blanca Felipe

Uno de mis poetas contemporáneos favoritos, Fernando Valverde, habla así sobre la poesía en el prólogo de su Antología poética (1997-2017): “En medio de ese viaje, entre la luz del mundo y sus sombras, entre la belleza y el dolor, estaba la poesía. Pocas veces pude tocarla, pero cuando me rozó fue como un milagro. Después no he hecho otra cosa más que perseguirla, siempre con el miedo de que me hubiera abandonado para siempre”.

Cuando vuelvo a leer este prólogo, no puedo evitar pensar en mi madre y en el peso que tiene ella en todo esto de la escritura. Los primeros versos que recuerdo tienen su voz, una voz que tiembla y se entrecorta al llegar al estribillo que se repite, en forma de lamento, en la Rima LXXIII: “¡Dios mío, qué solos/se quedan los muertos!” (Para los que me conocen y me han leído, puede que esta anécdota les ayude a entender el pozo, oscuro y poético, que acompaña a casi todos mis textos.) No sé qué edad tenía en aquel momento, no recuerdo el lugar ni el tiempo exacto en que los escuché por primera vez, lo único que puedo asegurar es que en ese justo instante, recogiendo las palabras de Valverde, se obró el milagro. Mi relación con la poesía quedó ligada a ella y al tema de la muerte. La escena, acompañada del característico dramatismo que desprenden los recuerdos de infancia con mi madre, y las palabras que decidió leerme aquel día, impactaron en mi sistema nervioso de tal forma que, a partir de ese momento, no pude dejar de escribir, persiguiendo aquella sensación, buscando que se reprodujese una y otra vez en mí.

Mi relación con la escritura se estableció entonces como un viaje persecutorio, un juego de prueba y error en el que las palabras me servían para captar todo aquello que provocaba en mí una emoción. Las palabras. Me servían. Y repito, porque aquí estaba el truco. Como en todo juego, cada nivel añade dificultad a la partida y, así, con la edad las sensaciones se volvieron borrosas, los límites se desdibujaron y el juego de la escritura cambió sus reglas. La reflexión sobre el lenguaje y sus límites pronto se me manifestó como la piedra angular de mi escritura, mientras la expresión de mis obsesiones se volvía más tenue y difusa. ¿Cómo captar aquellos breves pálpitos? Como Valverde, temo el abandono y he descubierto que el silencio es fundamental en cualquier persecución. Mi relación con la escritura es silenciosa, espero a que me roce y, de nuevo, se obre el milagro.

 

De dónde nace Matrioskas

 

Terminé “Matrioskas” después de escuchar en Barcelona la intervención de una mujer en una de las conferencias del ciclo Maternidad y Literatura, una relación profunda. Tomé notas. Estaba muy emocionada porque después de dos años podía continuar escribiendo. Al salir le dije a mi amigo Gabi que me sentía como un buitre por aprovechar el dolor de aquellas mujeres para escribir. En el turno de preguntas, la mujer aludida se levantó y dio las gracias con la voz rota a las personas que habían organizado esas conferencias. “Ya no puedo más”, dijo. “¿Por qué nadie habla del aborto? Hace poco he tenido uno y parece que nadie se da cuenta de que se te ha muerto un hijo. Nadie me dio el pésame, no pude enterrarlo, ¿qué hicieron con él? Lo único que me dicen es que no me desanime y que vaya por el siguiente”. Al salir, recordé que mi tía tuvo un aborto antes de que nacieran mis dos primos. Se quedó en casa dos semanas, pensé que estaría cansada. Nunca le di el pésame ni le pregunté por él. Esto es “Matrioskas”, un pésame para los hijos no nacidos.

 

Blanca Felipe (Castellón de la Plana, España, 1992). Filóloga, poeta y bailaora. Grado en Estudios Hispánicos: Lengua Española y sus Literaturas, por la Universidad de Valencia y la Università degli Studi di Bergamo. Estudió el máster en Estudios Avanzados en Literatura Española e Hispanoamericana en la Universitat de Barcelona.