ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

La vocación creativa de Guadalupe Marín

Anaclara Muro

 

 

Guadalupe Marín escribió y publicó dos novelas: La única, en 1938, y Un día patrio, en 1941. Podemos, sin miramientos, decir que fue escritora. Sin embargo, esto no fue tan evidente para los escritores con los que ella convivió, ni para casi nadie. Los libros de Marín fueron desestimados. Se cuestionaba su calidad, así como su persistencia. Para algunos, dos libros no hacen una profesión.

Nunca dejará de sorprenderme la severidad con la que se juzga a las escritoras en comparación con sus pares hombres. Un ejemplo claro, inmediato, es que Marín estuvo casada con Jorge Cuesta, a quien no se le cuestionaba su calidad de escritor, a pesar de que no publicó ni un solo libro en vida.

¿Tendríamos entonces que plantearnos seriamente cuáles son los criterios con los que juzgamos las obras y hasta dónde, hasta cuándo o hasta cuántos textos alguien debe escribir o publicar para que pueda nombrarse escritor? Por supuesto, no es una cuestión de competencia, sino de comprensión. Los medios editoriales y las estrategias de validación son fluctuantes. Al mismo tiempo, todxs vivimos distintas condiciones en las que ejercemos prácticas creativas. Generalizar es peligroso; podríamos, por ejemplo, perdernos por décadas de grandes obras literarias por un prejuicio que determina: ella no es una escritora, esta no es una buena novela.

Guadalupe Marín es más conocida por haber sido esposa de Diego Rivera y de Jorge Cuesta. Sus novelas pasaron prácticamente desapercibidas para la crítica y el resto del ámbito cultural. Sin embargo, a lo largo de su vida podemos observar distintas formas en las cuales manifestó su interés por la literatura, el arte y el conocimiento. Marín fue una mujer sumamente creativa, curiosa y arrojada. A través de los medios que tuvo a la mano buscó relacionarse con otros artistas, aprender y crear.

Muchas de nosotras sabemos que algunas de nuestras relaciones existieron por el simple hecho de que admirábamos las prácticas creativas de nuestras parejas. Cuando se sufre el síndrome de la impostora es común generar una fascinación por las personas que pueden decir sin miramientos “yo soy esto”. A las mujeres nos han enseñado que nuestra mayor arma es la seducción. Constantemente nos repiten que es mucho más fácil ser la novia, esposa o amante de alguien que hace lo que nosotras queremos hacer, mucho más fácil que hacerlo. Para muchas, en algún momento de la vida, ha sido un camino de entrada a algo que nos gusta.

Si para nosotras en los años veinte del siglo XXI es difícil, hay que pensar lo complicado que era para las mujeres cien años antes, en los veinte del siglo XX, cuando el concepto de musa tenía un lugar protagonista en el camino que seguían las mujeres para convertirse en artistas. Marín fue conocida, ya fuera aborrecida o admirada, sobre todo por su personalidad e historia de vida, como le sucedió a sus contemporáneas Nellie Campobello, Frida Kahlo o Nahui Olin, a quienes sí se les reconoció como artistas, pero principalmente como personajes interesantes. Sin embargo, su obra no suele pasar de ser un dato referencial de su vida y no el centro de interés. Aun así, la existencia de estas mujeres que se llamaron a sí mismas artistas y se asumieron como profesionales de sus disciplinas ha sido sumamente importante para la validación de las mujeres en el arte. Ellas abrieron la puerta para que otras generaciones de mujeres pensaran en ser creadoras como una posibilidad real.

Para comprender el proceso creativo de Marín y su rol dentro del campo literario del México posrevolucionario podemos observar los distintos acercamientos que ella tuvo a otros escritores y artistas, de quienes se nutrió y aprendió. A pesar de ser criticada por tener apenas “un barniz de cultura”[1] gracias a sus dos matrimonios, es posible apreciar en ella un interés genuino por aprender, leer, escribir y cultivarse. Esto no sólo se manifestó en sus relaciones amorosas, sino en las amistades que frecuentaba, los eventos culturales a los que asistía y sus decididas opiniones sobre obras artísticas, además, claro, de las obras que sí escribió.

Desde que era joven tenemos noticias de sus inquietudes por el mundo del arte. Existen dos acontecimientos que la colocan cerca de los círculos intelectuales de la época. El primero es que Marín y su amiga María Labad, quienes vivían en Jalisco, se acercaron al círculo de intelectuales en donde estaban Julio Torri, Pedro Henríquez Ureña, Daniel Cosío Villegas y Ramón María del Valle Inclán. Se dice que cuando las amigas le pidieron a Valle Inclán un autógrafo en la estación de tren de Guadalajara, él quedó fascinado por la belleza de Marín, le escribió unos versos[2] y la invitó al Teatro Degollado. Este grupo comenzó con la iniciativa de José Guadalupe Zuno, quien, después de haber viajado a la Ciudad de México para estudiar en la Academia de San Carlos y de haberse encontrado con renombrados pintores y escritores, regresó a su natal Guadalajara, donde se reunió con los pintores Carlos Sthal y Xavier Guerrero, y fundó El Centro Bohemio (1912-1918). A ellos se unieron otros artistas y se vincularon a través de diferentes proyectos, como la revista Bandera de Provincias.[3] De esta forma, podemos saber que Marín ya había observado cuáles eran los intereses artísticos del momento. Su búsqueda de relacionarse con figuras de la cultura mexicana no fue casual ni fortuita. Sabía quiénes eran los artistas reconocidos y por lo menos comprendía de manera general de qué se trataba su trabajo.

El segundo acontecimiento es que su hermana María se casó con el pintor Carlos Orozco Romero (1896-1984), quien perteneció también a El Centro Bohemio. Poniatowska, por quien conocemos a grandes rasgos la vida de Marín gracias a la biografía novelada Dos veces única, describe los celos que tuvo Guadalupe y sus deseos de casarse con Diego Rivera para ganarle a su hermana: “Cuando supe que mi hermana María se había casado en la capital, decidí buscarte y ganarle. Ella se pescó al pintor Carlos Orozco Romero. Tú eres mejor, ¿verdad?”.[4] Es importante aclarar que el texto de Poniatowska es una interpretación literaria, no podemos confirmar que efectivamente haya tenido celos ni que ese haya sido su motivo para casarse con Rivera.

Guadalupe conoció a Diego en 1921, cuando este regresó de Europa llamado por el secretario de Educación José Vasconcelos y el presidente Álvaro Obregón. Según Poniatowska, quien los presentó fue el escritor Julio Torri (1889-1970), porque Lupe ya lo tenía muy ubicado de cuando salía con José Guadalupe Zuno e iba al Centro Bohemio.[5] Pero Patrick Marnham y Elise Goodman, en la biografía de Diego Rivera, Dreaming with His Eyes Open,[6] dicen que fue la activista, escritora y cantante Concha Michel (1899-1990) quien los presentó.

Así también lo describe el mismo Rivera en el libro My Art, My Life: An Autobiography, donde relata cómo Concha Michel fue a decirle que era un cabrón, un desvergonzado y un puto (porque a las mujeres que se van con muchos hombres se les dice putas); que sabía que él estaba enamorado de ella aunque no se atreviera a decírselo porque ella no era puta, que ella le correspondía el sentimiento y temía que tarde o temprano huirían juntos, que por eso había tomado sus precauciones; la única forma de impedirlo era que conociera a otra mujer mucho más atractiva, por eso había traído a Lupe, quien es descrita con detalle dado el asombro que causó en Diego.[7]

Marín era conocida por su carácter elocuente y arrebatado. Una de las anécdotas que cuenta Rivera en este libro, independientemente de la cantidad de verdad que haya en ella, demuestra que Marín buscaba la expresión de una voz propia con la cual pudiera manifestar lo que se le pegara la gana. Así como Marcela, el personaje de La única, deseaba leer el discurso que había escrito contra la medicina para ser pronunciado en el mercado después de haber sido maltratada por innumerables médicos. Según Diego, en una de las reuniones del Partido Comunista a donde la llevó, Marín se levantó para decir un elocuente discurso sobre por qué él debería casarse con ella, y después de este episodio se fueron a vivir juntos y al poco tiempo se casaron, pero su relación iba más allá del matrimonio. Marín, interesada por el mundo del arte, fue modelo de Rivera y de otros artistas prestigiosos de la época, como Edward Weston y Juan Soriano.

Guadalupe posó para el pintor, como otras artistas de la época: Palma Guillén (1893-1975), Lupe Rivas Cacho (1894-1975), Carmen Mondragón (1893-1978), María Asúnsolo (1904-1999), Graziella Garbalosa (1895-1977) y Concha Michel, quien fue una amiga muy cercana de Marín. Rivera la invitó a posar para el mural en el anfiteatro Simón Bolívar, que estaba en el edificio de la Escuela Nacional Preparatoria. Después de que Roberto Montenegro pintara el mural El árbol de la ciencia, “considerado como la primera obra mural moderna”,[8] le asignó a Rivera una sala con un órgano empotrado en el muro central y le aconsejó pintar La creación. Este decidió hacer una alegoría con símbolos como la Música, la Caridad, la Fortaleza, la Tradición, la Tragedia, cada uno representado por una mujer. Una de ellas fue Carmen Mondragón, conocida como Nahui Olin, quien representó a la Poesía, mientras que Lupe aparece como dos personajes: era la Canción y también “la sitúa detrás de una mujer desnuda con un rostro faunesco. La cubre con un rebozo rojo.”[9]

El mural se pintó en 1922.[10] Ese mismo año se casaron Guadalupe Marín y Diego Rivera en la iglesia de San Miguel, en Guadalajara. En su autobiografía, él menciona que Marín se sentía angustiada por lo que su familia dijera de que no estaban casados, pero en Dos veces única este capítulo comienza con el episodio donde Diego le pidió a Lupe que lo acompañara a una fiesta a casa de Carlos Braniff en el Paseo de la Reforma,[11] donde ella le hizo una escena de celos a causa de la presencia de Lupe Rivas Cacho, cantante, actriz y amante de Rivera.

Poniatowska lo narra con un tono casi telenovelesco. Cuenta que Lupe Rivas Cacho había cantado y Diego fue a besarla al camerino. “Pero si es una cucaracha, no me llega ni a la cintura’, piensa Lupe, roja de celos”.[12] Marín le pidió un cuchillo a un mesero, y mientras su contrincante le pegaba a la piñata, ella cortó la cuerda para que le cayera encima.

Ante el asombro de los Braniff, las vedettes y los cómicos del Teatro Lírico y demás invitados, Diego saca a Lupe de la fiesta, pero en vez de reprenderla le conmueve su osadía. Nadie como ella. Esta fiera le ha dado la más alta prueba de amor.[13]

Según este relato, al día siguiente Rivera la invitó a Juchitán, a donde lo mandó Vasconcelos para que conociera México lo más que pudiera y ejerciera su labor de artista de la nación. Sin embargo, es probable que la anécdota haya sucedido años después, debido a que la Casa Braniff había sido expropiada y no fue devuelta a la familia hasta 1927. Más que la exactitud de los hechos, lo que resulta interesante de este conjunto de anécdotas y relatos es que la personalidad de Marín destaca por su soltura y por su necesidad expresiva.

Podemos intuir, por ejemplo a través de las cartas que Poniatowska transcribe en su libro, que tenía facilidad y deseos de escribir: “Piensa en tu Prieta (pero solamente durante los momentos de descanso). No olvides que ella te ama profundamente. Adiós, Gordito”.[14] A pesar de lo problemático de que estas citas no estén referenciadas, se puede vislumbrar el estilo franco de Guadalupe Marín, quien utilizaba el lenguaje oral para unir las ideas y colocar emoción en las frases, sin que el hilo del discurso se perdiera por más dispares que fueran los temas. Lo que es innegable es que tras una separación de meses, Diego aceptó visitarla en Guadalajara y casarse por la Iglesia, aunque su ateísmo comunista se lo impidiera. Después de que Rivera fue a verlo con una pistola, los casó el padre Enrique Servín, quien había sido director del Liceo Católico donde Diego había estudiado. El sacerdote opuso resistencia, pero al final le dijo que los casaría con la condición de que Rivera se confesara. Ignacio Asúnsolo, un amigo escultor, lo hizo por él. Los padres de Marín no asistieron a la ceremonia, que ocurrió el 20 de julio de 1922, la que, según Rivera, se realizó de manera improvisada, sin anillos ni trajes especiales.

Ya casada, Marín se interesaba mucho por las visitas de Rivera, toda clase de artistas y escritores iban a verlo. Ella platicaba con todos aunque el pintor no estuviera en casa. Algunos comenzaron después a visitarla exclusivamente a ella. Concha Michel, amiga de ambos, era una visita frecuente. Concha ha sido conocida por ser comunista, pero también por luchar por los derechos de las mujeres. Marín tuvo una conexión profunda y duradera con ella, a pesar de que eran tan diferentes. En La única es representada por la amiga comunista de Marcela, la protagonista. La comunista impresionaba a las mujeres mexicanas cuando les hablaba de los derechos de las rusas. En una de las ocasiones en que visita a su amiga, ve que Gonzalo, el primer esposo de Marcela, que es pintor, le pega. La comunista la reprende por aceptar maltratos de su esposo y le dice: “Somos unas imbéciles si nos dejamos de este monstruo. Detenlo tú, mientras voy a traer la mano del metate para que lo matemos”.[15]

Esta no es una amenaza real y termina en un ataque de risa, pero es cierto que forjaron una amistad muy profunda y fue su guía para muchas cuestiones. Concha Michel le planteaba problemáticas sociales que Marín nunca se había cuestionado, pero a las que estaba abierta a dialogar. En La única, Marín retrata esas discusiones que ayudan al personaje a pensar, a forjar un criterio propio. Su amistad logró traspasar las barreras políticas y culturales que las separaban. Así como esta figura, otras entraron en la vida de Marín a través de las relaciones que tenía Diego Rivera. Así, por ejemplo, conoció a Salvador Novo y Xavier Villaurrutia, quienes le presentaron a su futuro esposo, Jorge Cuesta.

El matrimonio de Rivera y Marín fue muy intenso, tormentoso y gozoso para ambos. Además de los celos de Marín (justificados por las muchas infidelidades) y el machismo empedernido de Rivera, se atravesó en su relación la gran cantidad de trabajo que tenía el pintor. Cuando estaban casados trabajó en el mural de la capilla que se encuentra en la Universidad de Chapingo, en donde también retrató a Marín, desnuda y embarazada, como la naturaleza y la tierra esclavizada por el monopolio. Mientras duró este proceso, tuvieron dos hijas: Guadalupe, apodada Pico, y Ruth, la menor, a quien le llamaban Chapo porque era tan morena que les recordaba al chapopote. Ella tenía que lidiar con todos los problemas domésticos, mientras él pintaba y pintaba.

Marín y Rivera se separaron después de que Diego se fuera a la URSS, donde asistió a la celebración de los 10 años de la Revolución de Octubre. Marín enfureció con este viaje, fue la gota que derramó el vaso de las infidelidades y violencias de Rivera. Él mismo dijo que la engañó muchas veces, incluso el pintor afirmó que en una ocasión “she found me making love to her sister, and left me in a scorching fit of anger”.[16] Marín decidió entonces casarse con Jorge Cuesta, un poeta mucho más joven que ella que había estado visitándola y se escandalizaba de lo que soportaba en esa casa. Le ofreció matrimonio con la intención de salvarla. En esos días Cuesta le mandaba cartas de amor apasionadas donde se alcanza a ver que ella al principio no se interesaba por él y después estaba dudosa. Es importante pensar que por esos mismos años Cuesta estaba también trabajando en la Antología de la poesía mexicana moderna, esfuerzo colectivo de los “contemporáneos” que fue publicado bajo su nombre en 1928 y que provocó un gran escándalo.[17] En ese sentido, no podemos pensar a Marín desvinculada del mundo literario y de las discusiones más actuales del ámbito cultural.

Cuesta y Marín no pudieron irse a vivir juntos inmediatamente (aunque sí se casaron) porque Cuesta no tenía dinero y su familia se oponía a su decisión, debido a que era una mujer casada sumamente escandalosa y con dos hijas. Su familia, que sufrió la expropiación de tierras de la Reforma Agraria, había puesto en él todas sus esperanzas, lo habían mandado a la Ciudad de México a estudiar química para después convencerlo de que trabajara “como técnico de laboratorio en el ingenio azucarero El Potrero, cerca de Córdoba”.[18] Sin embargo, este empleo no lo satisfizo y decidió regresar a la Ciudad de México y trabajar en el Consejo de Salubridad dirigido por Bernardo J. Gastélum, quien, además de darle trabajo, fue mecenas de ese grupo de escritores y estuvo involucrado en la fundación de la revista Contemporáneos.

Cuando Cuesta les comunicó a sus padres que quería casarse con Marín le ofrecieron mandarlo a Europa para que olvidara estas intenciones. Cuesta aceptó contrariado, pero el viaje para él fue un tormento. Llevaba poco dinero, extrañaba su país, se le dificultó mucho el idioma y llegó a París en el verano, cuando nadie estaba en la ciudad y no había mucha actividad cultural. En sus cartas describe su sufrimiento y regresa decidido a casarse. A Lupe le escribe:

Que el azar pruebe en este viaje absurdo; yo probaré en él mi suerte. Abandonado a Dios, literalmente, he cerrado los ojos, me dejo llevar, y aun cuando quisiera hacerle trampa sabiendo ocultamente que no me voy nunca de ti, no me alcanza mi fuerza para sentir que tú serás la que me llame siempre.[19]

Con sus padres se queja de la soledad, de lo caro que es todo, de la dificultad de comunicarse, de cuánto extraña México y de cómo reparaba en los detalles que en su propio país daba por sentados, como las frutas. A su padre le pide dinero continuamente y le escribe: “Yo quisiera fingirme francés aquí en París o inglés en Londres para no sentir más esta muralla en que lo encierra a uno”.[20] A su madre le confiesa sus sentimientos:

He pasado horas de un verdadero miedo, irrazonable y tonto y ridículo, pero que tenía que confesarme. [...] Mi francés defectuoso y mi condición de salvaje mexicano no me dejan sentirme cómodo entre ellos, sino impaciente y molesto. [...] Me he pasado estos días metido en mi cuarto, desnudo, y casi llorando del calor que se siente.[21]

Al contrario, cuando Marín logró viajar a Europa se desenvolvió sin ningún reparo en sus dificultades lingüísticas, aunque las tenía y estaba muy consciente de eso. En La única podemos observar cómo percibe al medio artístico, el elitismo recalcitrante y lo fantoches que pueden llegar a ser algunos artistas. Aunque también siente la necesidad de aprender cosas nuevas y se percata de la desventaja que tiene por no contar con una educación formal, es consciente de que el conocimiento no hace que una persona sea mejor que otra. Por ejemplo, en uno de los capítulos de La única, en donde retrata con amplitud su propio viaje a Europa, Marcela conoce a los surrealistas, acontecimiento que le ilusionaba mucho, no obstante, estos la despreciaron por pronunciar mal la palabra, dijo “subrrealismo” en lugar de “surrealismo” y uno de ellos no reparó en corregirla con desprecio. Después, cuando está platicando con una amiga sobre el acontecimiento, explica sus estrategias para sobrellevar esta decepción. “¿Viste con qué actitud le pedí el azúcar al poeta aquel de quien olvido el nombre? Como creyéndome la gran cosa y como si supiera bien francés; era el puro despecho por lo avergonzada que me sentía”.[22]

Para Marín, la vida con Cuesta fue un tormento. Se fueron a la hacienda El Potrero, donde él tendría un lugar para vivir con Marín y sus dos hijas y un empleo seguro. Él se fue primero y ella lo alcanzó en cuanto pudo, sin embargo, su relación estuvo repleta de decepciones y desencuentros. En El Potrero tuvieron problemas porque la celaba demasiado debido a su amistad con el hijo de los dueños, a quien consideraba culto y moderno porque había estudiado en el extranjero. A causa de este incidente lo despidieron y él enfermó. Ella quería dejarlo, pero su familia le pidió que no lo dejara solo, aunque, en realidad, la odiaban. No se fue, pero siguieron teniendo problemas. Su historia de pareja es controversial, sobre todo por las circunstancias de la muerte de Cuesta. Para muchos La única fue una forma de difamar su figura. Jesús R. Martínez Malo, en el prólogo del tercer tomo de las Obras completas, habla de las “imputaciones” que mancharon la reputación del poeta, entre las que se encuentran la “supuesta homosexualidad” y “la supuesta pasión incestuosa por su hermana Natalia”; él no desmiente ninguno de los hechos, pero los pone en duda con la palabra supuesto:

Los celos, supuestamente infundados, de Jorge Cuesta por el hijo del dueño del ingenio azucarero El Potrero, que corresponde a la “hacienda” que se menciona en la novela. [...] El intento de asesinato, llevado a la potencia del acto, en el supuesto incidente ocurrido en la hacienda en el que Cuesta habría intentado asesinar al joven norteamericano que, a sus ojos, no sólo cortejaba a Guadalupe, sino que lo consideraba su amante.[23]

La pareja tuvo un hijo, Lucio Antonio, en 1930, cuando ya habían regresado a la Ciudad de México. Entonces, Marín enfermó gravemente. Por mucho tiempo fueron a verla distintos médicos, pero no sabían identificar su enfermedad, y aunque algunos pensaron que era a causa del embarazo, su malestar continuó después del parto. Como lo expresa Cuesta en sus cartas, la enfermedad de su esposa lo agotaba y lo angustiaba debido a que tenían poco dinero. Contrario a sus esperanzas, Marín continuó enfermándose y debilitándose. Mientras tanto, la mamá de Cuesta cuidaba del bebé y el poeta mandó a sus dos hijas a Guadalajara.

Esta larga enfermedad está retratada en La única, y es un motivo para que la protagonista se dé cuenta de que está desperdiciando su vida y tiene que saber qué le gusta y qué quiere hacer más allá de la inercia de las expectativas sociales. En uno de los momentos más graves, Marcela le cuenta a Andrés que está escribiendo un discurso para pronunciarlo en el mercado, y le pide que no le diga a nadie. Después de mandarla al hospital, él encuentra debajo de la almohada una hoja de papel que dice: “DISCURSO PARA SER GRITADO EN EL MERCADO”.[24] Este impulso de escritura es muy importante porque es la primera vez que manifiesta fuerte y claro su forma de pensar. Para Marcela es importante establecer su postura frente al mundo, gritar que no está loca y que no está de acuerdo con la forma en que funciona la sociedad. Además, se posiciona en el mercado, el lugar donde está la gente con la que quiere comunicarse, la gente que le importa y de la que se siente parte. Su discurso será gritado “entre las tripas de vaca [...] y las lenguas de toro. Junto a los gusanos de maguey [...] y los acociles. Junto a las vendedoras de nopal [...] y de ahuatle.”[25]

Para Marcela, la enfermedad fue reveladora: tenía que ver por ella misma porque si no, nadie iba a hacerlo. Tenía que descubrir qué le gustaba y comprobarlo por sí misma. Marín, como Marcela, dejó a su segundo marido y emprendió un viaje largo. En la novela, la protagonista entiende después del viaje que desea profundamente dedicarse a aprender, a leer y a descubrir su propia voz para hacer uso de ella. Ambos maridos le aportaron experiencias y conocimientos, pero no se quedó con ninguno. Marín vivió 86 años, desde muy joven decidió ser independiente y se aferró con todas sus fuerzas a esa idea.

 

Anaclara Muro (Michoacán, 1989). Es poeta, escritora y editora en Palíndroma. Escribió Princesas para armar y No ser la power ranger rosa. Es maestra en Estudios Históricos por la UAQ. Dirige el proyecto audiovisual Vulvatómicas.

 

 

[1] José Juan Tablada, Crítica literaria (Obras completas, Tomo V), México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1994, pp. 525-527.

[2] ¡Qué triste destino el mío / encontrarte en mi camino / cuando los años blanquean / mis barbas de peregrino!
Poniatowska, Dos veces única, p. 31.

[3] Jesús Iván Mora Muro, “Entre la universalidad y la región. La revista Occidente, 1944-1945”, Signos Históricos (UAM), núm. 29, enero-junio (2013), pp. 74-75.

[4] Poniatowska, Dos veces única, p. 20..

[5] Poniatowska le llama Círculo Bohemio, lo que es una prueba de que su texto tiene fuentes, pero no es preciso.

[6] Marnham, Patrick, Dreaming With Eyes Open A Life of Diego Rivera, Berkeley, University California Press, 2000.

[7] “A strange marvelous-looking creature, nearly six feet tall, appeared. She was black-haired, yet her hair looked like that of a chestnut mare than a woman’s. Her green eyes were so transparent she seemed to be blind. Her face was an indian’s, the mouth with its full, powerful lips open, the corners drooping like those of a tiger. The teeth showed sparkling and regular: animal teeth set in coral such as one see in old idols. Held at her breast, her extraordinary hands had the beauty of tree roots or eagle talons. She was round-shouldered, yet slim and strong and tapering, with long, muscular legs that made me think of the legs of a wild filly”.
“Una extraña y maravillosamente bella criatura de casi 1.80 de alto. Tenía cabello negro, pero parecía más el cabello de una yegua castaña que el de una mujer. Sus ojos verdes eran tan transparentes que parecía ciega. Su cara era la de una india, su boca con sus poderosos labios abiertos, las comisuras caían como las de un tigre. Sus dientes aparecía derechos y brillantes: dientes de animal alineados como los vemos en los ídolos antiguos. Contenida en su pecho, sus manos extraordinarias tenían la belleza de las raíces o de garras de águila. Tenía los hombros redondeados, aunque era delgada y fuerte y de rasgos afilados con piernas largas y musculosas que me hacían pensar en las piernas de una potra salvaje”. (La traducción es mía).
Gladys March, My Art, My Life: An Autobiography by Diego Rivera, Washington D.C., Ebooks for students, 2019.

[8] Historia del edificio. https://museodelasconstituciones.unam.mx/nuevaweb/museo/el-recinto/ 29 de septiembre 2019.

[9] Poniatowska, Dos veces única, p. 22.

[10]Anfiteatro Simón Bolívar. https://sic.cultura.gob.mx/ficha.php?table=teatro&table_id=476 29 de septiembre 2019.

[11]La famosa Casa Braniff perteneció originalmente al empresario Thomas Braniff Woods (1839-1905), quien llegó a México para trabajar en la construcción del Ferrocarril Mexicano, y a su esposa, Lorenza Ricard Werdalle (1845-1934). El terreno lo recibieron como parte del Reconocimiento Imperial cuando el Paseo de la Reforma se llamaba Paseo de la Emperatriz. Fue un proyecto arquitectónico muy ambicioso que marcó una tendencia en la Ciudad de México. La casa fue expropiada durante la Revolución y ocupada por Álvaro Obregón. La familia la recuperó en 1927, pero en 1932 fue vendida y demolida. https://grandescasasdemexico.blogspot.com/2013/01/casa-braniffricard-en-paseo-de-la.html

[12]Poniatowska, Dos veces única, p. 23.

[13]Poniatowska, Dos veces única, p. 23.

[14]Poniatowska, Dos veces única, p. 28.

[15]Marín,Laúnica,p.12.

[16]“Meencontróhaciéndoleelamorasuhermanaymedejóenunabrasadorataque de ira”. (La traducción es mía). March, My Art, My Life.

[17]Nigel Grant Sylvester, Vida y obra de Jorge Cuesta, Tlahuapan, Premiá Editora, 1984, p. 11.

[18]Grant Sylvester, Vida y obra de Jorge Cuesta, p. 11.

[19]Jorge Cuesta, Obras reunidas III.

[20]Jorge Cuesta, Obras reunidas III.

[21]Jorge Cuesta, Obras reunidas III.

[22]Marín, La única, p. 174.

[23]MartínezMalo,“Prólogo”.

[24]Marín, La única, p. 45.

[25]Marín, La única, p. 45.