Febrero 5
Diana Garza Islas & Juan Camarena
Ilustración: Juan Camarena
*
Un mar que se avasallaba contra mí, pero sus olas se rompían antes de llegar a la línea de la playa, y en lugar de espuma, montones de moneditas me llegaban a los pies. Puedo vivir con esto para toda la vida, pensé, y empezaba a recogerlas, pero luego me decía: no, no las necesito. Y ya, las dejaba estar, fluir, regresarse.
*
Una guerra de trincheras en la nieve, aunque más que pozos eran dunas. En ese país no solía nevar y el material era muy líquido. Peleaban un rato, pero pronto los combatientes veían sus dunas derretirse y las de sus enemigos también, haciendo de todo una situación bastante ridícula. Claudicaban. Se sentían desnudos. Se iban.
*
Me hacían un ultrasonido y se veía que estaba embarazada de unos labios. (Sí, sólo unos labios). Los labios tenían pecas, que eran una gradación del gris sobre el ultrasonido negro. El bebé-labios tenía además un telescopio en el ojo. Yo no estaba muy feliz, pero en la mañana vi un cartoncito tirado de un anuncio con unos labios púrpuras y pensé en tomarle una foto. Eso me hubiera hecho feliz, pero me distraje mirando un pedazo de tierra.
*
En un futuro de crisis alimentaria las mujeres alimentarían a los demás con leche de pechos, y cuando se volvían no lactantes, se los cercenaban para cocinarlos y darlos a sus padres en platitos hondos.
*
Un cojín cuadrado y amarillo. Tenía dos ojos. Los abría. Después le aparecía un tercer ojo y lo abría también. Al abrirse el tercer ojo del cojín, el cojín sonreía, pero sin boca. Al ver esto, despierto súbitamente y le grito a mi hijo: ¡despertar! ¡escuela! Y él, aún dormido, me responde tranquilamente: yo ni estoy durmiendo, despiértate tú.
Texto: Diana Garza Islas