Amores malsanos en tiempos cruzados
Demian Marín
Sin temor a exagerar, puedo afirmar que Las puertas del paraíso (Conaculta/Universidad Veracruzana, 2021), del autor polaco Jerzy Andrzejewski, es una de las obras imprescindibles de la literatura del siglo anterior. Esta noveleta de un poco más de cien páginas tiene mucho que decir tanto por la forma como por el fondo. En cuanto a la forma, lo que salta a la vista es que todo ocurre en tan sólo dos párrafos: el primero, larguísimo, que abarca casi todo el cuerpo del texto; el segundo, de cinco escasas palabras.
Esta forma tan inusual, que nos recuerda el destacado monólogo interior hacia el final del Ulises, de James Joyce, o los experimentos narrativos de García Márquez en El otoño del patriarca o de Roberto Bolaño en Los detectives salvajes, además de imprimir al texto un ritmo vertiginoso, logra contar varias historias con cambios sorprendentes entre una y otra a base de comas y dos puntos. Porque, además, sólo esos dos signos de puntuación, aparte de los puntos que cierran los dos párrafos, son los que aparecen en la noveleta. Frugalidad sintáctica que se compensa con el genio estilístico del autor.
Por otro lado, la historia por sí misma es digna de mención: en el siglo XII, miles de niños y adolescentes, franceses hijos de artesanos y campesinos, abandonaron sus vidas para emprender una cruzada, movidos por la fe y por el amor a su líder, el joven Santiago de Cloyes, quien tuvo una visión y la compartió para reclutar a otros niños en esta misión divina. Sus palabras suenan como letanía, como un hechizo que protege a los cruzados en su marcha.
Esas palabras se repiten una y otra vez a lo largo de toda la obra: «Dios todopoderoso me ha revelado que frente a la insensible ceguera de los reyes, príncipes y caballeros es necesario que los niños cristianos hagan gracia y caridad a la ciudad de Jerusalén en manos de los turcos infieles». Y entre esas palabras se intercalan motivaciones y dudas de cuatro personajes, quienes se separan del mar de niños cruzados que lo siguen. Ellos cuatro cuentan sus historias, historias mundanas, de amor, de sexo, de obsesión, que contrastan con el aura de profeta que emana el protagonista.
Además del niño iluminado y los cuatro que lo siguen, hay otro personaje, quien los abarca a todos: un viejo sacerdote que los acompaña y que se vuelve el confesor de todos. Es a través de él, de las confesiones hechas a él, que los lectores descubrimos los secretos terribles que cada uno de los personajes encierra celosamente. Las confesiones, en ocasiones simultáneas, son el punto central de Las puertas del paraíso.
Destaca la traducción de Sergio Pitol, quien en el prólogo describe tanto su lectura de esta noveleta como su amistad con el autor. Su labor es digna de reconocerse, dada la complejidad estilística del original.