ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Jaime Tzompantzi,
Libro de historia de los animales,
ISBN: 978-92-0-027018-5,
México, Juan Malasuerte,
2021.

Demian Ernesto (Ciudad de México, 1991). Estudia el doctorado en Sociología en la UNAM.


 

Libro de historia de los animales,
de Jaime Tzompantzi

Demian Ernesto

 

 

Este libro me hizo reír, entonces sé que me dolió. Anoto esto antes que nada porque la risa y el sufrimiento no se parecen —aparentemente—, pero ambas cosas están en mi cuerpo. Lo mismo sucede con la muerte y el amor, pues «parecen no estar tan lejos», como dice un verso de Libro de historia de los animales, de Jaime Tzompantzi, sobresaliente compilado de poesía bestial y amatoria —recalquemos este último calificativo— que apareció a principios de 2025.

 

A eso rojo y brillante que atravesaba el cielo / también lo llamaron los dinosaurios: amor

 

Digo amatoria en lugar de erótica dado que, de manera consistente y directa, el autor alude al ideal antes que a la expresión física. Un poco a la manera de Pessoa: «El amor es lo esencial. El sexo es accidente», pareciera que el autor establece un vínculo con un cuerpo bastante peculiar: el universo. Amor como cuerpo de madre, amor como sombra, amor como ondina perdida en el mar, amor como tiempo, amor como todo (lo que se va). En cualquier caso, la entrega es amorfa y sea esto una especie de protesta sentimental en un tiempo en que el Instagram y la pornografía han saturado con imágenes violentas, repetitivas y ya predecibles nuestra forma de relacionarnos con los demás y con el mundo.

La descentralización del amor vista así permite trasladar el corazón a cualquier parte, imaginar que puede existir un corazón en cualquier parte y que es, de hecho, preciso buscarlo para darle nombre a lo maravilloso, tal como hiciera el surrealista peruano César Moro, quien también versó junto a Eros sin cursilería. Logro refulgente esto último, pues de las primeras cosas que pensamos al leer poemas con estos tópicos es si acaso caen en el temible lugar común o su fuerza estriba en retóricas oxidadas. Y es que lo sabemos: los amores son fugaces pestañeos, incluso si duran toda la vida; por ello, son materia inaprensible que cuesta trovar dignamente. En Libro de historia de los animales este no es un problema, sino, más bien, un reto asimilado y superado con creces: la reformulación poética conseguida aleja al lector de cualquier sospecha de vulgaridad y, antes bien, permite contemplar a un escritor que, pese a ser muy joven todavía, demuestra haber alcanzado ya aquella «madurez de la infancia» que pedía Bruno Schulz. No muestra un amor, sino dimensiones de amor.

Arrebatándole al infante la exclusividad de la inocencia —y regresándosela al adulto—, Jaime nos recuerda que no hay edad establecida para jugar con las palabras. Esto reconforta sobre todo cuando nos desbordan las palabras más terribles: «Cuando las estrellas quieran romperme los brazos voy a estar de acuerdo». Cuando Amor se torna terrible, volvernos lenguas lúdicas conforta.

Mucho evoca este libro al subversivo arte surrealista, esa estética que en su momento más estelar cambió la forma de mirar al mundo y el mundo mismo. Mucho remite a otras vanguardias por igual contestatarias: «… el poder siempre ha robado nuestro derecho / pero es incapaz de apagar la energía». Pero aquí hay algo más importante en relación con su posición en el tiempo: permite hacer un notable corte con el ayer, incluso con aquello que se consideró posvanguardia a finales del siglo pasado. Hablo pues de una poesía no sólo emergente, sino que ha consolidado su novedad. Este libro es valioso porque embriaga de presente; o bien, «crea presente», como decía Josefina Ludmer. Y quien lo lea no sólo va a escuchar el eco de Rosario Castellanos o Jaime Sabines —que manejaban, como Jaime, metros largos— sino que sabrá, de cierta forma lo sé, lo que se siente estar sentado en una azotea con cigarros y cerveza, en un escenario donde una decena de detectives salvajes están dispuestos a recitar en sus celulares lo que escribieron recién, aquello que les rompió y/o les compuso el corazón. Sabrán, sí, que hubo poesía en 2025.

 

todos estábamos locos / y lo perdimos todo / o por lo menos / media cabeza / pero lo hicimos / con mucho amor

 

Me quedo con la provocación vital que transmite este último verso, algo (¿muy?) «bolañiano». Por igual, preservaré los dos últimos poemas incluidos en este compendio («Abanico espiral» y «Una medalla para la nada»), que considero, sin más, productos perfectos de la imaginación humana que Jaime Tzompantzi ha urdido en su particular bestiario, que no describe caracteres, sino la sangre y el vitalismo de la especie humana, que en su mente puede ser todos los animales.

Guardaré como objeto-tesoro este Libro de historia de los animales. Con ello enfatizo que es de celebrar el diseño de la portada y de la contraportada, de Fernanda Laguna. Perfecta glosa para este libro, que es además un trabajo que resalta la valía de las editoriales independientes que nos ofrecen productos con esta calidad y cuidado. Larga existencia a la editorial Juan Malasuerte.

Creo que al final la gran conquista de este libro es reiterarnos la apuesta de André Breton cuando dijo que «las palabras hacen al amor». Hacer algo nuevo de algo viejo, tan viejo que creíamos muerto. Reinventar lo terrible y lo tierno, lo terriblemente tierno: la poesía.