ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Una anécdota / varias anécdotas

Ana Claudia Díaz

 

La escritura es en mí algo que muta constantemente y crece; no sé exactamente hacia dónde, pero crece. Entonces las anécdotas que antes me llenaban de preocupaciones o de miedos ahora se vuelven un recuerdo gracioso, algo desde donde aprender.

La primera vez que leí en público (en 2009) tenía una serie de poemas bajo el título “sinsépalo”. Me encantaba esa palabra, era rara, tenía un significado oculto, generaba intriga, tenía el prefijo “sin” o sea que podía desdoblarse. ¿Habría algo que se denominaría “consépalo”? No lo sabía, pero me gustaba decirla en voz alta, era casi como un santo y seña para mí.

Generalmente me pongo muy nerviosa antes de leer en público. Ese día, previo a salir de casa, había buscado el significado exacto de esa palabra, para tenerlo fresco, por si acaso. Cuando terminé de leer, mi cara estaba bordó, mis manos temblaban, sólo quería que finalizara esa exposición, pero entonces alguien del público me preguntó lo más temido: “¿Qué significa sinsépalo?”, y mi cabeza se nubló por completo. No sólo no recordaba el significado de ese término, sino que tenía la mente completamente en blanco, no podía responder, no podía hacer ninguna asociación con nada y más lo pensaba y menos lo recordaba. Fui honesta, dije “juro que lo busqué antes de salir, pero no me acuerdo”, y esto armó un enorme revuelo en el lugar, por lo cual mis amigas saltaron a opinar “acaba de decir que es la primera vez que lee en público, ¿por qué la atacan?” ante la gente que enajenadamente me decía: “no podés titular una serie de poemas con una palabra que no sabes lo que significa”; sin embargo, a mí no me parecía tan horrorosa esa idea o esa puesta en escena que se iba montando, en principio porque la había elegido conscientemente y estaba enamorada de esa palabra y luego porque si hay algo que espero de la poesía es precisamente eso: el libre albedrío a la imaginación, la posibilidad de que una palabra nos quede resonando y nos lleve a diferentes lugares, a un sentido o significado nuevo y porque, también, me seduce mucho la idea de rescatar las palabras en desuso en el diccionario y ponerlas a jugar, que haya que ir a buscarlas, a conocerlas, a reestrenarlas.

Años más tarde, Selva Dipascuale me hizo algunas preguntas sobre mi relación con la escritura para su blog “El infinito viajar” y yo escribí:

 

“Las palabras, la forma en que ruedan dentro de un verso, el sonido que generan al rozarse, las palabras que están adentro de las palabras, la pausa, el sentido, el múltiple sentido. Las separo, las junto, las invento. Las busco en el diccionario y luego, el significado de una palabra que salió de otra palabra y así, es mi infinito viajar. Me gusta resignificarlas, encenderlas. Le presto atención al tiempo, a las distintas formas de medirlo, de pensarlo, al mecanismo del mar, al movimiento de las olas, que siempre parece el mismo, pero que en cada vez es distinto, así la escritura, una experiencia que se regenera una y otra vez.”

 

 

“La sensación al momento de escribir, el trance. El cuerpo responde a la mente, cede y viceversa, el cuerpo es un canal, la escritura también. En relación al cuerpo y al arte, sigo adorando un fragmento de Artaud, que pertenece al ensayo Dos naciones en los confines de Mongolia (El cine. 1973), lo tengo hecho póster en mi biblioteca. Artaud, que para mí tiene todo que ver con el arte y el cuerpo:”

 

 

Potencia del sentido,

supremacía de la calidad.

Usted interpreta una obra. Diez mil sentidos están encima de cada frase, de cada palabra, de la menor entonación.

Añada entonaciones similares, cultive todas las posibles y verá usted lo que puede salir de ahí.

Observe mi cabeza, a mí que estoy hablando.

Todo el interés de lo que digo parecería estar en mi discurso, error, en el menor gesto de los músculos de mi rostro, puedo crearle mundos de imágenes, instantáneas, abandonándome simplemente a todas las modulaciones de mi deseo interior, de mi apetito de vivir, modelando sus sensaciones.

Vean.

 

Antonin Artaud

 

 

Las palabras en mí, muchas veces, insisten en girar sin punto fijo. Durante mucho tiempo pensé en eso, en cuál era el problema de no saber exactamente lo que quería decir esa palabra, por qué no podíamos dejarnos simplemente llevar por su sonido y lo que se desprendía sólo de su significado oral, por qué había que cubrir la inmediatez del sentido.

Desde ahí, ahora con más herramientas y experiencias, convertí a esa palabra casi como en mi propia poética. Creo que de eso se trata la escritura y la poesía: lo maravilloso es que, justamente, no haya límites, que no haya protocolos que seguir, sólo las palabras formando una hilera de sentidos que varían, de sonidos, de juegos, de focos distintos donde posar la luz, como un calidoscopio.

 

 

sinsépalo, la. (Del sin- y sépalo). adj. Bot. Dicho de una flor: Cuyo cáliz está formado por sépalos soldados entre sí; p. ej., la flor del tomate.

sépalo. (Del lat. separ, -ăris, separado, apartado). m. Bot. Hoja transformada, generalmente recia y de color verdoso, que forma parte del cáliz o verticilo externo de las flores heteroclamídeas.

 

 

POEMAS

 

Lavalle

 

La ruta, las casas, las vacas, los días viajando

la gente a caballo, las calles de tierra

Lavalle

la costa de los domingos de mi infancia, su ría de ajo

a cuestas

para partir

 

las ramas para prender el fuego

vos y yo en una pulpería de antes mirando por la ventana

ahora eso es un hotel

juntamos piedras de colores para jugar a la payana

mientras

la nona se sentó al sol

está tejiendo escarabajos en la bufanda

que le pedí que me hiciera para este invierno, verde

que la oye tarareando bajito la tarantela

 

mamá nos pone un chaleco inflable a cada una

por si nos caemos al agua

la lancha El Delfín

estaba guardada en el garaje de los abuelos

la sacamos, la atamos al auto para pasear

como en las películas

 

desde acá

el mar es invertebradamente inmortal

el musgo que cubre el cemento lo vuelve resbaladizo, pardo

pero ninguna de las dos le tiene miedo al vértigo

 

papá nos cuenta la historia de estos pagos, el primer puerto

nos habla de lanzas, de dardos

de jaulas de gauchos envenenados

nos dice que estamos en la bahía de Samborombón

ese nombre se queda en mí para siempre

y pienso que es lindo estar ahí

como en una canción

como dentro de un eco

 

yo de verdad creo que si me caigo

un pulpo gigante y rojo me atrapará para siempre

que el mar es como un pozo

lleno de caimanes y corolas brillantes

de huracanes de olas que arden al sol

y ruedan

 

encendemos el motor

despegamos

nos desprendemos por un rato de la tierra

hacemos dibujos redondos en el agua, ondas

burbujas, globos

patinamos por el océano en nuestro bote, sin cesar

 

este suelo de seda, casi desnudo

es el resplandor que veo en tus pupilas que no conocí

en esa foto vieja

cayó la tarde

hace frío ya, nos sale humo de la boca

un astro arrastra un pedacito de cielo

es una estrella fugaz

o una mosca plateada, inmensa, que se arroja desde allá

quién sabe por qué, pero pido un deseo

 

volvemos a la orilla

de vuelta la ruta

tomamos mate, ponemos un cassette

la noche de tan libre es asfixiante, explosiva y serena

te das vuelta, nos miras y decís

nosotros vamos hasta esas luces que se ven allá a lo lejos

 

me duermo

mi sueño gira sobre las hojas de un girasol

o sobre el lomo del loro que me hablaba hoy en la panadería

el miedo esta vez no tiene lugar

se va espantado como un simio

se adentra en los arbustos

se convierte en fulgor, en rayo, en tormenta.

 

 

Mantra

 

La insolación

condición de peligro frente a la agonía

la crueldad del cuerpo como un cuchillo

como una mentira madura a punto de estallar

a esa posibilidad

un ostracismo

un mantra

 

indecisos ciervos atraviesan mi mente

con el pelo rojizo que les da el verano

yo trepo por sus cuernos ramosos

para ver más allá

como por una escalera de trenzas de pasto seco

una hilera de hormigas morenas se discurren lentamente

hasta llegar al barro o a las maderas

me acoplo a sus ojos

tratando de rasgar el futuro espeso

con el único afán de seguir hasta el hartazgo

levemente.

 

 

Deshielo

 

Sobre el contorno del destino

las cosas brotan

 

diciendo nada

vacía la playa

 

la verdad se lleva en silencio

se carga a cuestas, se arrastra

 

el invierno paraliza sus días

los congela con la intensidad

de la escarcha al costado

 

pequeñas sombras de cristal

que se deshacen con el sol

 

todo es cauce

el hielo se derrite

ahora es un río finito de agua

que desemboca en la casa

 

una cima al revés, una bajada

fulgencia en pendiente brillante

resplandeciente

 

perpetua realidad que espera

a que el calor cerrado del verano

como una ceremonia o como un juego

sea el último límite

 

así, desencadenado el mundo

forma brisa sobre alguna parte de lo real, sobra

 

la tempestad es todo aquello

que enceguece la vista y la vuelve un torbellino

una criatura tratando de sacar la cabeza del agua

para respirar en medio de una fuente.

 

 

La conversación

 

Enmudecerá todo el interior

después de horas de oírse al borde del abismo

vacío de aullidos

sobre las hierbas agrias

la duda

como un adorno

de una secuela pasajera, el desatino

como millones de tálamos trémulos

que se templan con la temperatura del azar

y siguen en pie

para no decaer olvidados

entre las cenizas del monte

y sobre el polvo, ingenua

la conversación

 

sí, una tropa de árboles amenazará nuestro diálogo

será una trampa

siempre fue así

la historia entre nosotros nace ausente

y se esconde atrás de las puertas

en cavernas de puros ecos

construyendo la mañana en un sótano gris

o en ninguna parte

el viento susurra salmos en mi espalda

y me resguarda en sus costuras

camino hacia el pueblo en donde sé que estás

de lejos, la escena se repite

mis vestimentas, rojas

el sol, una pirámide dorada que me insola

alumbrándome, horizontal

hasta aprender que nadie

finge una frontera.

 

 

La otra mitad de las costas

 

Descose el viento o el rodeo la perplejidad

la ronda alrededor, la hipérbole de vos

de tan color rojo embravecido

de tanto acarrear

la tierra se levanta

se raspa, salpica el pasto de arena negra

arde, hierve en la pradera

una caldera el humo del palo santo

se desprende en fugaces fuegos

feroces explotando en el aire

desvaneciéndose al ser

la otra mitad de las costas.

 

 

 

Ana Claudia Díaz

Poemas extraídos de Una cartografía de la insolación, Club Hem, 2015

 

 

Ana Claudia Díaz (Santa Teresita, Argentina, 1983). Sus libros más recientes son: Conspiración de perlas que trasmigran (Zindo & Gafuri, 2013), Una cartografía de la insolación (Club Hem, 2015) y El hemisferio del lado en que quedamos (Baltasara, 2018). También publicó las plaquetas de poesía Vuelto Vudú (Pájarosló, 2009), La ecología de las poblaciones (Pájarosló, 2010) y Al antojo de las anémonas (Color Pastel, 2011). Ha participado en antologías como Martes Verde (Colectivo de poetas por el derecho al aborto legal, 2018), Australes & Peligrosas (Cohuiná Cartonera, 2018) y País Imaginario 1980-1992 (Ay del seis, 2018). Desde 2014 coordina talleres de poesía y clínicas de obra. Formó parte del equipo de la revista latinoamericana Transtierros; y colaboró con reseñas para sitios como Plebella, Op. Cit. y No-Retornable. Actualmente escribe para Jámpster y trabaja en su proyecto “Yacer en el Tuyú”, que en 2018 fue seleccionado para la beca de creación por el Fondo Nacional de las Artes.