ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Álvaro Urrutia

Poema de Feliza

 

I

a puro hachazo    tirábamos árboles   así de gruesos

con siete años     nooo   antes era distinto

apilábamos

                   montañas así hacíamos

después se quemaba

 

sembrábamos   papas mandiocas ocas   así larguitaaa son

papa blanca papa amarilla

de toda clase

allá hay papas de toda clase

                    unas chicas así   riquísimas

 

II

había ovejas  había vacas

nosotros las cuidábamos

unos moscos  así grandotes   por todos lados

 

me escapaba  dejaba las ovejas

me iba por el monte 

se daba cuenta 

no sé cómo    siempre se daba cuenta

nos huelleaba   nos huelleaba  

 

ay   una vez iba caminando

ahí atrás

               se apareció en el caballo

de ahí nomá  me enlazó

hasta la casa me arrastró de acá   del cogote

 

III

a mamá le pegaba mucho

le pegaba   le pegaaaba

tenía una fusta    con eso nos daba

se iba  venía con alcohol

se provisionaba

traía de esas botellas

 

IV

él era el cabecilla

todos lo seguían a él   para apropiarse de las tierras

los gendarmes   me decían que yo era igual

nos corrieron

el ingenio no quería a nadie con ese apellido   decían

 

V

angosto le decíamos al lugar

de ahí nos sacaron

 

doce horas  les han dado paa que se salgan

de la familia no se quedan nada   decía la policía

 

nada de tierra nos dejaron

ni papeles nos firmaron

 

VI

no       no me gustaría volver

no es lo mismo      los parientes te miran mal

no es lo mismo

ya no siembran nada

antes    era trabajar y tener las cosas

 

 

VII

un día llegué del campo   y ahí estaba mi papá sentado

ahora   se va con él mi hija

ahí nomás me casó

mi papá tomaba mucho

entregaba los caballos

                                   las ovejas  entregaba

 

VIII

el hombre

                también era malo malo

tomaba    se guardaba la plata

me pegaba y me pegaba   

                    ya no era la vida de vivir

no tenía nada para los chicos

me cansé

estábamos como perros

comer y lechar nada más

                            comer y lechar

me fui a trabajar     

me fui a mendoza  cuatro me he traído

cosechar durazno tomate cosechábamos

les mandaba plata

 

IX

seguro que andás con otro   por eso no tenés plata

justito me daba para el pucherito

ocho chicos tenía

 

cómo  se va a ir       decía mi tío

él se va a reponer

 

X

volví   me descompuse

           perdieron los análisis   en el hospital

qué bronca me dio

después positivo   me dieron

sinvergüenza de mierda    te has echado con otro

te has echado con otro     me dijo

 

qué bronca me dio

cuando los más chicos salieron de la escuela

                 búsquense ropa   a la casa

había un camión que iba para mendoza

dos por uno nos hacía el pasaje

ahí nomás

                 nos fuimos todos para allá

 

XI

ahí me enfermé  no veía nada

trabajé  al sol  todo el día       juntando ajo

no veía nada    me ensolé

                me echaban agua   así

 

después tuberculosis   me agarró

no me dejaban salir

 

yo lloraba   no tenían nadie

los nenes estaban solos   no los podía ver

 

no podía morirme   no podía

mis hijos eran chicos   eso me daba pena

 

XII

eran  guapos    

salían de la escuela   

venían a descolar cebolla   corriendo

 

mal   me han tratado los patrones

a las cinco salíamos y volvíamos a las diez de la noche

mal nos han tratado

 

XIII

en el morrón

              te llenan el surco

vas caminando con el agua a las rodillas

                               el frío no se te va más

con los dos dedos así   haces dos agujeros

                                          ahí pones los plantines

 

cuando me agarró la esclerosis

               hice los papeles   me jubilé

nada   los patrones

 

XIV

no      no volvería

hay moscos grandes y el calor

 

una vez     en una crecida del río

me tiró el caballo

para atrás me caí

daba vueltas vueltas

a las seis horas    me encontraron

con todas las ropas rotas y embarradas

  

 

Poema de Natividad

 

 

 

I

mucho santos hay allá

acá en la iglesia no hay muchos

pero en bolivia muuuuucho santos

llena la iglesia   está

yo vine en el ochentaitrés

              pero   siempre era que yo me iba

venía a la caña a tucumán

después venía a la uva de mendoza

a salta veníamos a cosechar tabaco…

 

alguien venía y te decía

       en tales lugares se está ganando bien

y todos se iban para allá y así…

 

II

mamá vivía en ledesma de donde el azúcar

se enfermó    no sé qué es lo que tenía

le dolía acá            

                   donde es los riñones

en seis meses se murió    nomás

cuarenta y tres años tenía

antes los doctores no eran tan profesionales

                        antes no había los análisis

yo nunca escuchaba          nunca sabía de los análisis

 

III

ahora   en sucre   me hicieron la tomografía

acá no  no me hicieron lo que es  nada

    apenas    me dieron los calmantitos

me llevaron a bahía   a mí no me dijo el doctor             

parece que le dijo al ambulenciero

                      que no era nada

hasta que fui a bolivia

              me curaron con un poco de yuyo

                 me hicieron un poco de vapor

un naturista me bañó con eso  

 

alguien venía y te decía

       en tales lugares se está ganando bien

y todos se iban para allá y así…

 

IV

en enero me fui   

digo me voy    todo el dinero junté y me fui

 

me mira y me dice    qué tenés

   me duele me duele me duele y no doy más

no   me dice      pero  vos te agarró una vez ese relámpago

me acuerdo que me había agarrado un relámpago      

                                                                 en el campo

            seguro que me cayó

                                   porque viste que cuando te caye

qué sé yo si es cierto

si no te vio nadie     te forma también eso

     cuando te ve alguien morís

                     no te tiene que ver nadie

                             ni siquiera el pajarito te tiene que ver

yo me acuerdo   fue a las once de la mañana

teníamos mucha cabra nosotros

fui a arrear las cabras

cuando yo me levanté de  ahííí eran las tres cuatro de la tarde

entonces     según ellos 

capaz que has estado muerta esas horas

 

me curó   con secreto nomás 

me curó así       

                   con los remedios  mucho vapor también

con puro yuyo nomás  todo yuyo de campo nomás

y con eeeso se me fue

entonces         qué va a saber el doctor si no era eso

 

alguien venía y te decía

      en tales lugares se está ganando bien

y todos se iban para allá y así…

 

V

eeera de no recordar

era    dolor     dolor total

ahora me duele un poco   nomás 

pero  debe ser por las chagas

    ninguno de mis hijos tiene

acá no había nadddanaddda de trabajo

en bahía me agarró   la vinchuca me picó

   no tiene ninguno   de ellos

a no ser que lo haya picado cuando los llevé al horno conmigo

 

alguien venía y te decía

       en tales lugares se está ganando bien

y todos se iban para allá y así

 

VI

yo vine a ledesma después vine a salta después a jujuy

después vine a buenos aires   ahí hice frutillas

con los chicos vine

                             mi marido estaba en mendoza

siempre estuve sola

 

vine con un conocido    le escondía la panza

              porque    no iba a dar trabajo

me le escondía un poco con los chicos  

nueve surcos trabajamos de frutilla

tenés que desyuyar regar y cosechar  también

el treinta por ciento te dan a vos

                  de cien cajas treinta son para mí

                  le embalé y todo       el treinta por ciento nomás

 

VII

estábamos en una finca

         alguien venía y te decía

      en tales lugares se está ganando bien

y todos se iban para allá y así sucesivamente

y me voy y me voy me voy

 

VIII

mis hijos nacieron acá   allá en jujuy

el mayor    mi hermana me ayudó

así tenés que tener             así

                                y ahí lo tuve

yo vi cómo lo hizo al bebé

después      yo me preparaba

no quiero que me vea nadie   viste

agarro      caliento mucha agua

ahí  porque yo ya siento que me duele me duele

y todo el día estoy andando

                                    estoy      andando

me tomo así  manzanilla   

                     manzanilla me tomo siempre

y con mentisán

viste    ayuda mucho el mentisán

           yo me lo paso tantotanto

y camino y camino

y uno ya sabe cuándo va a nacer

me sujeto a esa silla   así de rodillas

tiendo ahí una camita para el bebé

y ahí cae el bebé

                         después yo me levanto    ahí

corto el ombligo  

hay que atarle el cordón   aquí   al dedito enseguida

si no se vuelve

le desinfecto con alcohol

                    le baño con agua tibia

después me baño  yo    porque te quedas débil

 

alguien venía y te decía

       en tales lugares se está ganando bien

y todos se iban para allá y así…

 

IX

así lo hacía mamá

   vayan afuera   hasta que lloraba el bebé

      no veíamos una gota de sangre ni nada

en el hospital te retan

igual yo la quería tener acá  a la más chica

le digo a mi marido   sacá los chicos afuera

 

tenía mucho paño en la cara  

         más manchada estaba

durante el embarazo  

mucho trabajo siempre           el sol te quema

entonce

              cuando vos tenés en la casa

vos te lo podés curar     con la misma sangre  

en el hospital te retan

con la misma sangre del bebé    la placenta

                      te curás con todo eso

al mes no tenés nada

 

X

con la más chica

                  no me limpié

como ocho meses estuve

con la cara toda manchada

a mi marido no le importaba   nada

      a pedro luro me fui al hospital

yo fui ese día a trabajar al campo  

 se me cortó

                    llegué con mucho dolor

el tema es que yo no tenía fuerza  

                           no tenía valor parecía

me sentí incapaz     sentí que no lo iba a tener

                   se me pasó el dolor   

justo entró mi cuñada y me asusté       ayy

mi mamá decía siempre

que no vaya nadie porque se le va el dolor   decía

y así parece que es

se me fue la contracción   hasta el día siguiente

 

 

alguien venía y te decía

      en tales lugares se está ganando bien

y todos se iban para allá y así

 

XI

tuve cinco   uno murió en mendoza

lo tengo allá

no sé   pasa que yo sufrí mucho en el embarazo

dicen    que hay que ser feliz en el embarazo

           todos los embarazos tuve triste

él me embarazaba y se iba me embarazaba y se iba

 

alguien venía y te decía

      en tales lugares se está ganando bien

y todos se iban para allá y así

 

 

 

Álvaro Urrutia

 

Me pidieron un arte poética; sólo pude escribir esto

 

Era diciembre de 2013, y me preparaba para ir a la Puna jujenia y después adentrarme por cuarta vez en los Andes bolivianos. Rodolfo Kusch, filósofo argentino, aseguró en los años sesenta y setenta que para entender lo americano había que adentrarse en la América profunda, meter el pie en la huella del diablo. De los viajes anteriores me habían quedado varias lecturas: Fausto Reinaga, Augusto Céspedes, García Linera, Viscarra y Estermann, entre otros. En la escala previa conversé largamente con mi amigo y maestro Guillermo David. Si no recuerdo mal, venía de la Amazonia, de estar en una comunidad tupi guaraní, y, además, iniciaba una traducción de Viveiros. Mientras le contaba los lugares que pretendía recorrer, me dijo que el turismo era una forma de neocolonialismo. Eran mis vacaciones después de un año de trabajo como profesor rural en el noreste patagónico, donde la migración del norte argentino, de Paraguay y Bolivia es constante desde hace décadas. Me interpeló esa frase y me acompañó en cada paso que hice en el viaje.

Ese año había publicado un poemario que se llamaba Con tierra en los ojos; entre neologismos, silencios y caídas de versos intenté sin mucho éxito pensar el paisaje patagónico pampeano, en que habitaba y habito aún, contrayendo la lengua y expandiendo el universo de algunas palabras. La influencia de Bustriazo Ortiz, por momentos, viéndolo a la distancia, se presenta casi obscenamente en algunos recursos.

Estando en Iruya, un pueblito entre las montañas en el norte argentino, más precisamente en la provincia de Salta, hice lo que realiza cada turista en ese lugar al llegar, subí a un mirador. En esa cima, que no era la más alta, había una pequeña torre y una baranda que determinaba desde qué lugar se debía mirar. Apoyé la espalda en un lateral de la torre y escribí en el diario algo que se pretendía inteligente, quizás parafraseando a Rodolfo Kusch o directamente plagiándolo. El paso siguiente fue tomar la cámara para tratar de ver aún más. No encontré mucho más en el paisaje. Sí, al comenzar a dar la vuelta por esa pequeña torre descubrí que había una chica con los pies colgando, mirando silenciosa uno de los cerros. En la nuca tenía un tatuaje de un pañuelo blanco, símbolo de la lucha de las Madres de Plaza de Mayo. Me contó que hacía unos minutos había visto volar un cóndor en esa ladera. Charlamos cerca de una hora, no vimos ningún cóndor, sí apareció un turista en esa ladera del gran cerro, lo buscamos con la cámara y lo escuchamos insultar. El eco multiplicó por tres en todo el valle esa estupidez. 

Se hospedaba al otro lado del río. Quedamos en encontrarnos por la tarde en la proyección de un documental y una charla que habría de pueblos originarios. Llegó cuando ya había comenzado la proyección. Nos hicimos alguna seña a la distancia. El documental trataba de cómo un ingenio azucarero a principios del siglo XX había irrumpido en la vida de las comunidades. A los integrantes de estas los llevaban durante meses, obligándolos a látigo y otros vejámenes, a trabajar en la zafra. Esto provocó, entre otras cosas, que se rompiera el ciclo de cultivo en andenes que desde hace miles de años hacían en las faldas de las montañas. Algunos pibes le reprocharon a quien daba la charla, que era de la comunidad originaria, algún destrato que recibían los turistas de los habitantes del lugar. Uno calificó de incoherencia, con la propiedad comunal de la que se hablaba, un cartel que encontró río arriba, que rezaba: “Prohibido pasar. Propiedad privada”. Otro habló de que los pibes de la comunidad usaban camisetas de Messi, que al final eran igual de occidentales que en Buenos Aires… Después de escucharlos contó que hacia unos quince años no llegaban turistas a Iruya, no había agua caliente en ninguna casa y eran muchas las cosas que no tenían. El pueblo se organizó y reclamó tener un centro de salud y un banco. La gobernación de la provincia los escuchó y les trajo una sucursal del banco Macro. Después de la crisis que azotó a la Argentina en 2001, este banco, que como todos se quedaron con el dinero depositado de ahorristas, hizo una publicidad televisiva en la que aparecía esta sucursal e imágenes del bello pueblo de adobe montado sobre la ladera de la montaña. Entonces llegaron los turistas. Las casas del pueblo comenzaron a alquilar habitaciones hasta convertirse en hostales. A quienes llegaban de la ciudad no les gustaba bañarse con agua fría, entonces se empezó a ofrecer agua caliente, como necesitaban. Así también llegó el internet y la tv satelital en cada casa. Esto modificó la vida del pueblo. Él no toleró ninguna valoración negativa de este cambio. Al terminar la charla busqué a la chica, pero ya no estaba.

Caminando por el cauce del río, unas dos o tres horas, se encuentra San Isidro. Sólo se llega a esa comunidad caminando y cuidándose de las crecidas del río, que se han llevado varios cuerpos de turistas que no escucharon consejos, subestimando las palabras de los lugareños. Temprano, bajamos del hostal hasta el río para seguir el cauce. Hicimos yunta con dos mujeres de cerca de cuarenta años. Una era de Salta y la otra de Tucumán. Sólo me dijeron que habían renacido y que por eso viajaban. Rosana era geóloga y se demoraba en cada piedra. Yo pensaba en los poetas Bustriazo Ortiz juntando piedras en la pampa o en Jorge Leónidas Escudero caminando por la cordillera de los Andes en San Juan buscando oro o quizás sólo la voz poética. Después de horas de caminar, vimos más de un cóndor sobre los cerros y varios nidos. Ellas, al enterarse de mi militancia en DDHH, me contaron que eran hijas de desaparecidos y que al terminar el juicio en que se hizo justicia por la desaparición de sus padres comenzaron a vivir de verdad y por eso estaban viajando. Rosana me cuenta que su padre era el desaparecido de su familia. No lo había conocido; nació cuando a él ya se lo habían llevado. Su familia era muy conservadora. Sólo ella militaba en H.I.J.O.S. y buscaba justicia por su padre. Los ojos se le llenaron de lágrimas, pero no lloró mientras me contó que en una audiencia del juicio una de las víctimas del centro clandestino de detención en el que estuvo cautivo su padre dijo que eran unas bestias, que torturaban con descargas eléctricas a una mujer embarazada. Le temblaba la mandíbula mientras me contaba que toda su vida, desde que tenía memoria, despertaba temblando, sintiendo electricidad en todo su cuerpo. Así despertaba siempre. Era su madre a quien torturaban. Era ella quien estaba en su panza. “Ahora duermo”, concluyó su relato con una sonrisa.

Comenzó a llover y la amenaza de una crecida del río estaba. Me aconsejaron no ir y que si lo hacía estuviera atento al agua, que apenas la viera revuelta subiera la ladera de las montañas para que no me llevara. Las chicas se quedaron en San Isidro. El trayecto lo hice corriendo. Recordaba con pavor una escena de Raza de Bronce, de Alcides Arguedas, en la que la crecida de otro río se llevó a uno de los campesinos que recorría largas distancias para transportar mercancía de un piso geológico a otro de los Andes bolivianos. También ahí, como acá, había nidos de cóndor en la cima de los cerros. Las aves saben que las crecidas les proveerán de algún cuerpo para comer. En La serpiente de oro, de Ciro Alegría, también otro río, en ese caso peruano, se lleva a un joven de una comunidad… Pero yo era un turista nada más, como otros que tampoco escuchan consejos, y buscaba algún riesgo. Regresé. No hubo crecida ni nada que se le parezca.

En cuanto llegué al hostal escribí un poema a partir de lo que me había contado Rosana Giribaldi. Comenzaba con una de sus expresiones “que no dormía    me dijo”. Casi en la mitad reaparecían otras de las frases que recordaba: “por qué la electricidad   siempre”, y concluía “ahora duermo me dice entre montañas y ríos”. Sólo podía recordar algunos tonos de su relato, algunas frases. El poema se completaba con descripciones de gestos, del paisaje y sus ojos verdes llorosos. Lamenté no haber conservado en mi memoria su relato. Casi sin pensarlo, esa misma noche le mandé el poema a Rosana. La expectativa por la respuesta se transformó rápidamente en temor.

Por la mañana partí hacia Yavi, un pueblito de adobe en plena puna argentina en el límite con Bolivia. Rodolfo Kusch había tenido varios informantes en ese lugar. A pesar de mis esfuerzos no pude conversar con ninguno de los habitantes originarios. Era un turista, un otro para ellos. Subí cerros, visité petroglifos y fui a museos.

Después de varios días, en La Paz comencé a leer Vidas y Muertes, un libro más que interesante de Jaime Saenz. Se ocupa en poemas largos en contar la vida y la muerte de hombres paceños con los que compartió bares y amistad. Cada poema llevaba como título el nombre y apellido de quien se ocupaba. El poema “José María Salazar” me maravilló. Era un escritor que quemaba todo apenas terminaba de escribirlo. Cuando sintió próxima la muerte, estando muy enfermo, dejó todo para subir el Huayna Potosí, un nevado de 6.088 metros que se ubica sobre la capital de Bolivia. José María despareció. Jaime Saenz lo imagina muerto en la montaña. Al caminar por el centro de la ciudad vi un tour para ascender al Huayna. Mentí asegurando que tenía experiencia en alpinismo, como lo requería la empresa, que había subido el Lanin e intentado con el Aconcagua. Fueron tres días de frío y nieve. La montaña se cerró y no nos dejó llegar a la cima. El guía, un aimara de un metro noventa que hacía esto periódicamente, lo lamentó más que los dos que casi llegamos, del grupo de veinte. La montaña era sagrada para él; ahí habitaban los apus. Yo pensaba en Nietzsche o en el Che intentando ascender al Popocatépetl. Descendiendo se hizo una grieta en la nieve, y el otro turista y yo vimos desaparecer en lo blanco al guía. Ir unidos por una soga nos permitió sostenerlo y levantarlo para no morir también nosotros como José María Salazar.

En La Paz, después de despojarme del frío que me había dominado durante tres días, recibí la respuesta de Rosana Giribaldi. El temor me había desvelado más de una noche del viaje. Estaba emocionada con el poema. Me decía que había llorado cada vez que lo releía y que no pudo responderme antes por eso. Ahora estaba en Tucumán, en su casa, con su familia, y tenía fuerza para responder. Desapareció el temor, pero sabía que el poema no estaba bien. No me gustaban los excesos del yo poético ¿Por qué tenía que describir? Mis palabras tenían muy poco para decir ante este relato. La poesía estaba en la voz, en la experiencia, en las imágenes que presentaban sus palabras y sus silencios.

El poeta bahiense Osvaldo Costiglia, amigo y maestro, alguna vez me contó que en una entrevista a Pasolini un periodista le preguntó, creo que en Londres, por la excentricidad de hacer sus películas en África (seguramente pensando en su Medea o Las mil y una noches), y el poeta-cineasta, señalando hacia una de las zonas marginales de esa ciudad, sentenció que ahí también está África. Busqué la entrevista y nunca la encontré; pero eso casi que no tiene importancia. La conclusión era simple: debía pensar la realidad cotidiana que me rodeaba. Como la África de Pasolini, la América profunda estaba a algunos minutos de mi casa. Repensé durante meses la gauchesca argentina y sus héroes colectivos, como Martín Fierro, Juan Moreira o Segundo Sombra. Los silencios eran claros, no hablaban las mujeres ni los indios. Al regresar a mi trabajo de profesor fui con la poeta Melisa Depetris, compañera de trabajo por aquellos años, a conversar con Feliza, abuela de un alumno de nuestra escuela. No tuvo problema en que grabáramos. Nos contó su vida y la de su familia, desde el robo de sus tierras comunales a mano de un ingenio azucarero en la provincia de Salta hasta sus muchas migraciones para finalmente llegar a Villalonga. Así surgió el primer poema de Épicas bastardas, llamado “Poema de Feliza”. Después de contarle del proyecto del libro a la historiadora y etnógrafa Graciela Hernández, ella me contactó con la antropóloga María Belén Bertoni, quien estaba trabajando con migrantes Bolivianas en esta zona, y a partir de dos entrevistas que ella había realizado a Natividad y a Nelly nacieron dos poemas más. El libro se completa con “Poema de Gallardo” y “Poema de Pedro”.

 

Bahía Blanca, abril de 2019.

 

 

Álvaro Urrutia (Bahía Blanca, República Argentina). Estudió la Licenciatura en Filosofía en la Universidad del Sur. Desde 2010 es profesor rural en su pueblo natal. Ha publicado varios poemarios; los más recientes son con tierra en los ojos (2013) y épicas bastardas (2017).