ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Colección de poesía  En marte aparece tu cabeza


Herida cubierta de malva

Alonso Guzmán

 

para Carlos

… No hay acceso al decir del otro, […] el cuerpo en su alteridad es aquello a lo que la historia no puede llegar

Michel de Certeau

 

… No sabíamos nada de la vida, esa podredumbre. Llegabas con 2 kilos de peso y eras pequeño, una pequeña bala disparada en la matriz de aquella muchacha de pueblo, asombrada por las olas del sexo y del cuerpo. Y te abrazó como hacen todas, te juntó a su pecho y te dijo “te amo”, esas cosas del amor que siempre has odiado, y te besó la frente apenas llena de cabellos, tú, hermano, el más moreno de los tres, el más pequeño, el labrador del silencio, el gran observador de la otra puerta, ese que recuerda el olor del calostro encima de la barba, el barbado.

Así te abracé, como ahora abrazo los cuerpos de travestis que tiemblan. Como ahora abrazo las botellas de whisky, como ahora abrazo a las mujeres del Dandy, como ahora abrazo a las amantes que me han abandonado, así como se abraza a un reptil que cascabelea y se escabulle, así como se tararea una canción. Eras pequeño, hermano, tan lleno como una bomba israelí, moscovita, guerrillera, fragmentaria, y llorabas, porque siempre llorabas, era tu lenguaje de grito, de hartazgo, era tu grito de guerra con esos rojos en el crestón que te hacían ver fiero y radiante, como nacido en el chocar de los puños y las cadenas, como si supieras que sería ese tu camino, tu cuadra.

Hay algo que no sabes. Las carreras de mamá al hospital. Con los ojos en pleno, con los puños en la cara. Eras tan silencioso. Una ausencia. Y te imaginó muerto nuestra madre. Una, diez, veinte veces corría del vómito a la clínica para comprobar que estabas ahí, que no morirías.

Eras el silencio, hermano. Apenas te escuchabas en esa habitación acuosa de células y bacterias que te alojaba.

¿en dónde has estado?

¿en qué gen te tropezaste?

¿en qué puerta del bar te quedaste adormecido?

Desde entonces el bricho y el llanto fue el pie de tu bandera

Donde las moscas y la piedra han florecido tu pequeño mentón de posibilidades, tus puños engarzados de solvente y coca. De por sí la casa a la que fui mientras dormías drogado, con los puños sangrantes y olías a las mil mierdas de tus drogos fue el indulto, el puente, la oscuridad que sólo vencía la lata prendida de los otros y te levantaste con la ropa hecha girones y la mirada llena de púrpuras y me dijiste: “qué bueno que has venido a visitarme”, y los drogos se levantaron como si venir de la realidad me bañara de clase o me vistiera de un manto acuífero.

Te abracé como abrazo los tragos de whisky. Temblaste entonces y fuiste por un porro que guardabas debajo de la almohada junto a tus discos, y me dijiste que un hijodeputa te quiso quitar la base y le diste unos madrazos, y le brincaste sobre el cráneo y le tiraste una piedra sobre el cráneo, y le measte el cráneo mientras los drogos movían los brazos. Eras el maldito DJ de esa religión de hijos de puta y decían “sí”, como si el culero de Eurípides les hubiera escrito la tragedia.

Y no mames, carnal, me tragué las lágrimas que fueron un trago de vermut que no soporto. Miré tu cinturón de lazo y tus tenis despavoridos por el lodo y los alambres que ocupas como agujetas y los drogos, los putos drogos no dejaban la lata y decían “sí”, siempre decían “sí”. Eran tu horda, entonces, tus perros salvajes, tus papilomas y sí, eras la gonorrea de la noche. El sacerdote de la cagada sobre el piso de tierra, el sacerdote de esa ciudad que te vio nacer y te dijo desde feto que serías el guardián de su miasma, el patrono de las moscas, el terrífico transportador de vagabundos.

Donde las moscas, hermano, ahí donde se imaginan y aparecen tienes tu cabaña de lodo. Le di dinero a tu amigo y me largué de ahí con otro abrazo. He sentido el dolor, hermano, y su activa materia que brota de los ojos. Así es como lloré. Te digo, es tu bandera. Lloré esas obesas prostitutas.

Como llegaba la lluvia llegaban las golpizas de papá. Aún tenemos la marca de su amor. Yo en la cara, tú en la espalda cuando la culata de un rifle estampó su beso en las costillas.

 

Aprendimos a odiar, hermano, fue nuestra primera escuela

aprendimos a tatuarnos

aprendimos a Vallejo

aprendimos a largarnos de casa

aprendimos a decir mamá puta

aprendimos a golpear

aprendimos a mentir

aprendimos a canallas

aprendimos a caminar las calles cabizbajos

y solos

hermano

solos

bajo el sol de la ciudad que reclama las resacas

aprendimos a separarnos

aprendimos a bordar nuestro silencio

 

Qué hermoso se veía nuestro padre con el cinturón en lo alto, parecía, los sabes, un dios guerrero, un aqueo barbado, un Aquiles empotrado en sexopatías. Qué hermoso era, ¿recuerdas? Frente a nosotros con los ojos desorbitados como Zeus de Fidias, mientras lanzaba un rayo de cuero sobre las espaldas. Fingíamos dormir, Carlos, dormíamos juntos. Habíamos roto un cristal, pintado la calle, contestado mal y él llegaba justiciero a tirarnos del cabello y nos decía: culeros, hijos de puta, mierdas, pendejos, cagada. Qué fuerte era. Podía lanzarnos por los aires, romper la puerta. Sentíamos sus muslos tensos, él, el gran delantero de cientos de equipos, pateando nuestro pecho con esa exactitud.

Tú no llorabas, hermano

callado eras desde entonces

aprendimos a callar

aprendimos a crispar los puños

aprendimos a enramar el silencio en despedidas

¿desde cuándo llevas esa mirada de partida?  

Hoy escucho aquella música

que escuchabas cuando llegaste

lleno de fiebre a mi casa.

Tenías el cabello enredado de leopardos bravos de otras guerras

Dijiste: “Me han disparado y corrí”

y claro vi en tus ojos las balas y tu carrera, y tu embotado sentido de la piedra

porque no soltaste la piedra

“Me quieren matar”, dijiste, y pasaste a mi casa. Mi casa sola, mi casa de nadie. Rondabas los 27 con velocidad felina. Olías a sudor, sangre y meados, ese tu perfume fetal.

“Me quieren matar”, dijiste, y te rendiste a tu verbo desenfrenado, caótico, lleno de pubis enredados, de vómitos y aguardientes, de fuegos alicaídos, tus batallas detrás de esa puerta que procuras.

Te veía enroscado por aquella serpiente que viste en la adolescencia, en aquellas palomas que asesinaste con cloro, el maullido de los gatos ahogados en la pileta de la abuela, un verano del 89; el crispar de la piñata que incendiaste con tu inocencia de fauno en 1994, justo cuando aquellos hombres se pusieron la capucha en un sur que nunca conocerás porque para ti, en lontananza, ya no existe sur, ni oeste.

Vi la quemadura que le hiciste a nuestra hermana entre las cejas. El soldado que robaste del supermercado. Los niños que golpeaste. Las botellas de vino clandestinas entre los libros de biología. Las parrandas en la facultad. Las vaginas que penetrabas sin pudor, una tras otra. Vi la pornografía que mirábamos de niños, sorprendidos y excitados sin saber bien qué era lo que nos carcomía. Los golpes que nos dimos por pelear contra el Red Falcon creado por Konami. Vi tus cejas pobladas de amazonas arquearse y tu sonrisa de exconvicto. Tus dedos de sarro agitando el mezcal en los vasos clandestinos. Las babas de pulque entre tu barba. Tu baile ridículo mientras hablabas de una banda. Vi tu sudor inverosímil detrás de la batería mientras tocabas en algún pueblo salitroso. Tus dientes grandes oprimidos por el calor de la marihuana, el speed y la mona.

“Me quieren matar”, dijiste, y te di ropa limpia. Ordené que te bañaras. Inundaste el cuarto de pestilencia, de ácido, de LSD.

Llegaste tembloroso a mi cuarto. “Me quieren matar”, dijiste.

Tengo una serpiente dentro de mí

mírala, dijiste

me están haciendo brujería

mira cómo me caminan los insectos

dijiste

la señora me habla y dice que me tire por la ventana

mira que si me tiro todo se acaba

dijiste

mira que todo se acaba

“Me quieren matar”

Mira que todo estará bien si obedezco a la señora, esa señora que dice que me tire, que puso la serpiente dentro de mí. Mírala, Alonso, mírala cómo camina por mi estómago, mira cómo los insectos salen de mis uñas, cómo llena la mesa de insectos, mira cómo suben a tu cama, mira cómo se meten por tu boca y llenan la pared. Mírala, Alonso, mira cómo me camina la serpiente; me quieren matar, dijiste, están detrás de la puerta; mira cómo se esconden detrás de la puerta de la cocina, cómo me vigilan, cómo me dicen que salte, cómo me disparan, créeme, Alonso,   

gritaste:

Créeme, Alonso, gritaste

mira cómo se escapó por la puerta, mira cómo están ahí

escucho su respiración, escucho cómo caminan detrás de la puerta

¡Qué no ves que hay un hombre que quiere matarme!

Abre los roperos, están ahí; abre la cocina que está ahí; abre las bolsas de basura que están ahí o en el baño o detrás de la cortina o fuera de la casa; son muchos, son muchos, vienen por mí, quieren matarme

matarme, Alonso,

mira que todo se acaba si salto por la ventana

escucho la voz de la señora que dice que salte por la ventana

mira que todo se acaba

mira que todo se acaba

Mirabas el retrato de Poe pegado en la puerta. Parecías una flor, una estúpida flor de primavera. ¿Quién podría tronarte? ¿Quién podría arrancarte de este mundo?

Han llegado las moscas

¿qué orquesta infernal te complacía con el estruendo de aquellas noches?

¿en qué clase de materia Curtis te canta al oído?

¿en qué clase de llaga se fermentan tus fantasmas?

¿sacas los cuchillos que escondes bajo la cama para cortar el plancton de los muertos?

¿sigues el boom boom de Toluca y su bombo oxidado de gusanos?

Dime

Estúpida flor de primavera

Han llegado las moscas

¿qué hay en esa página del libro que lees durante las horas de hastío?

¿te dice algo?

¿es una puerta?

¿a dónde vas cuando callas, cuando te quedas tan quieto a medio día?

¿sueñas con volar como cuando niño?

¿sueñas con unos Vans como cuando niño?

¿sueñas con ser punk como cuando niño?

dime tú, que habitas el subsuelo

¿allá hay cerveza fría y tango y post punk?

¿acaso hay post punk?

Hermano, ¿por eso pasas las noches en vela mirando a Poe?

dime

¿allá no somos una estúpida flor de primavera?

¿acaso allá somos hombres de verdad y no lloramos?

 

Alonso Guzmán (Toluca, 1980). Licenciado en Letras Latinoamericanas por la Universidad Autónoma del Estado de México y egresado de la Escuela de Escritores del Estado de México. Publicó La agonía de la marmota (2006), Premio Alejandro Ariceaga para primera novela del Centro Toluqueño de Escritores, Los geranios y la nieve (2014) y Górgoro (2019) en Diablura ediciones. Es locutor y productor en el 99.7 de FM, Uniradio, y bajista y vocalista de la banda de punk Re.IN.