ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

La leyenda de Robert Boyle

Tania Carrera

 

 

Están:

la bolsa de valores en el teléfono,

el valor de los diccionarios,

el mal gobierno,

ingobierno, el sobregobierno;

viven juntos:

el peso de la ineficiencia,

la inexistencia del peso,

la falta de política de mi discurso político,

la filtración política en mi discurso personal;

están:

la ignorancia del otro,

el otro ignorándome,

mi ignorancia del otro,

la ignorancia de mi ignorancia,

mi conocimiento de las carencias,

la depresión de mi conocimiento;

están:

doscientos globos encendidos de aire,

la resequedad

                     del día,

una baba dadora de vida: ausente,

un dios lubricante: ausente,

vitaminas, endorfinas, serotoninas: dioses privados;

están:

la exageración constante,

un no querer sobrepoblarse de conciencia,

una conciencia del daño autoinfringido,

un placer en el daño,

una reciente certeza de ese placer:

                     salir del trabajo con la noche encima,

                     llegar tarde para salir tarde,

                     para mostrar cuánto trabajas;

el rechinar de doscientos globos encendidos de aire,

esperando,

globos dividiendo el aire, consumiendo:

la        resequedad,

la.       resequedad

afuera;

inflándome están

peceras llenas de globos encendidos,

globos de una pecera a otra, inflándose;

adentro están

la esperanza de la gripa,

la culpa por el pretexto,

el deseo de la culpa,

adentro

un cuerpo

la mirada esquiva que encuentra sólo lo que no le hiere,

un vicio no adquirido mas constante,

la personalidad de un vicio,

una cuenta bancaria vacía,

una casa sin puertas,

una casa vacía;

está el trayecto a:

las ventanas de todos los que sí tienen vistas hacia la calle,

la micropecera, macropecera, el aparador de todas las calles,

la envidia,

está mi desagrado por el otro,

conexiones reportando conexiones entre amigos

que no piensan contactarme,

fotos en las que no aparezco:

está la negación de la envidia,

la perversión del ciclo

                     sujeto trata de impresionar a supersujeto.

                     sujeto se convierte en verbo del supersujeto:

la fantasía ilustrada con imágenes de otros, para otros,

imágenes de peceras sin aire

dentro de sobrepobladas peceras,

repletas de globos inflamados.

Adentro todo.

Estoy.

Soy parte.

Me inflamo.

 

Nota

 

Escribo poemas desde los doce años. Nunca me preocupé por la gramática o la retórica. Mis redacciones partían del gozo por las palabras y sus imágenes, las palabras y sus sonidos: mi pensamiento y los ritmos que lograba identificar en él. Para mí, la escritura fue un hábito, antes que oficio.

Alguna vez una poeta reconocida me dijo que la poesía no era terapéutica. Por mucho tiempo sentí inseguridad porque yo percibía a la poesía como una herramienta para mi sobrevivencia. A través de ella, lograba asir las conclusiones a las que llegaba en mi cotidianidad, aquellas que reconocía importantes, aquellas que me sobrepasaban. Y como leía poemas, escuchaba canciones todo el día, veía muchas pinturas, las formas se integraban a mis textos sin una consideración a priori.

Ahí está la diferencia más radical que encuentro entre mis poemas: los que escribo con inmediatez ante una situación emocional y los que escribo para ejercer las formas, ahora que, sin escapatoria posible, pienso mucho más en las formas. Todos los poemas son una especie de malabar. Algunos son una improvisación que gira en el aire; otros tratan de ser una demostración de resistencia. Todos son susceptibles de torcerse el pie durante el aterrizaje. Aun con el tobillo fracturado, creo que todo poema es algo parecido a una hazaña.

Escribí “La leyenda de Robert Boyle” un día en cama. La gripa me había liberado del trabajo. Trabajaba para un fotógrafo famoso que tenía una fundación educativa. Nadie en su equipo tenía la libertad de ser creativo. Estaba triste y muy enojada, de manera que el texto es una enumeración caótica de los elementos que configuraban ese hartazgo. Una apuesta sencilla, si pensamos en las estructuras; pero creo que su verdadera dificultad radicó en atreverme a llamarlo poema y, por supuesto, en su publicación.

Hay poetas que escriben sobre la humanidad, hay quienes escriben sobre la humanidad a través de un personaje, hay poetas que son ese personaje cuando escriben y hay poetas que condenan la tradición que nos obliga a pensar como personajes. Pienso que quizá a lo largo de mi vida terminaré siendo cada uno de esos tipos de poeta y por eso ya no me preocupo. Si la poesía debe ser terapéutica o una búsqueda rigurosa de lo bello, realmente no lo sé: ¿cómo saber si la poesía tiene un deber? Lo que me queda claro es que mi pulsión por la escritura me ha distanciado de la oficialidad, continúa salvándome de la inercia aun en la precariedad.

 

Tania Carrera (México, Distrito Federal, 1988). En 2006 y 2011, obtuvo el apoyo para Jóvenes Creadores del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Morelos en el área de poesía; fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas en el periodo 2009-2010; y beneficiaria del programa Jóvenes Creadores del FONCA en 2014 y 2016. En 2010, obtuvo el premio Jaime Reyes de la UACM. Ha publicado Espejos (Editorial Gato Negro, 2013) y Un dios lubricante (www.undioslubricante.com, 2015).