Mi compañero o “algunos tipos de hombres que se
deben evitar”
Camila Assad
Mi compañero se llama José Lasagna.
Tiene voz fina y tatuajes de marinero
aunque nunca haya visto el mar.
Batalla para sostener nuestra casa de palafito
y los ocho hijos que jamás tendremos.
Mi abuelita dice que el problema son sus dientes chuecos.
Mi compañero tiene un cuerpo sano
de pescar peces con las manos en Barra da Lagoa
Habla con acento azoreano y cuando sonríe
pierde la compostura que casi le pertenece.
Usa bermudas de mezclilla rasgada y tiene pie de atleta.
Cree en Jesucristo y nombró su barquito como María-
Magdalena.
Mi compañero es aviador y ni por eso
usa lentes Ray-Ban de Paraguay.
Escucha música sertaneja y sueña abrir una
microempresa de comida para perros en Nicaragua.
Cuando viaja me trae perfumes del Duty Free
para disfrazar los perfumes de otras
muchachas que colecciona por el mundo.
No me importa, el único problema es que se le olvida
que soy alérgica a los aromas cítricos.
Mi compañero tiene olor a pan fresco
aunque trabaje en una llantera.
Usa tenis Rebook estilo vintage,
pero le gustaría tener un cohete para llegar a la luna.
Cuando estoy triste me dice que es la menstruación.
Dice eso cerca de ocho veces al mes.
Cría tres perros con nombres de estados norteamericanos:
Maine, Carolina y Filadelfia.
Recojo las heces en el patio de cemento.
Mi abuelita me pide que entienda, por caridad.
Ve bien, es casi cariño, pero caridad.
Mi compañero mira películas dobladas
y dice que la lengua inglesa es cosa de burgués.
Escondo mis libritos de sonetos
como si estuviéramos en la dictadura.
Él está intentando tener un huerto casero
y una bicicleta eléctrica para ayudar al medio ambiente.
A veces finge que no nota cuando lloro,
pero la mayoría de las veces no nota realmente.
Firma la Carta Capital
y pintó nuestra residencia de rojo-Gabriela.
Mi nombre es Camila, pero abuelita dice que es parecido.
Mi compañero duerme todo el día, pues es poeta.
Soñaba con ser músico, pero la guitarra tiene muchas cuerdas
y se enroscaron en sus deseos.
Pide que le sirva el desayuno a las seis de la tarde
y el lunch puntualmente a las once horas,
cuando se prepara para el sambinha en la Lapa.
Me dice que aguante firme en mi chamba
de masturbadora de patos esquizofrénicos
en el zoológico municipal
que en cuanto se vuelva conocido
compra mi libertad.
Mi abuelita me interroga: ¿qué son tres años más
para quien ya esperó veintisiete?
Mi compañero es Barón de Pindaíba
en un país no monárquico.
Usa sombrero de pelo de liebre y
un reloj de cuerda que paró hace algunas décadas.
Me azota todos los días a las nueve y media
durante el segundo intervalo de la telenovela
y mi abuelita dice que eso sí es un hombre.
Debo usar diariamente mi mejor bata
y agasajarlo con un buen boquete, perdón, banquete.
Camila Assad (Presidente Prudente, Brasil, 1988). Es arquitecta y urbanista de formación, poeta y traductora. Es autora de Cumolonimbus (Quintal Edições, 2017), eu não consigo parar de morrer (Editora Urutau, 2019) y Desterro (Edições Macondo, 2019), libro ganador del premio ProaC/SP en la categoría creación literaria-poesía.