ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Romance[1] en doce líneas,
de Bruna Beber

Wilberth Salgueiro

 

El poema es cristalino, los amores vienen y van, los romances tienen fecha de caducidad. Desde el título, el humor se instala, pues la idea de romance, como enamoramiento y relación sentimental, se mezcla con la noción de género literario, que presupone una narrativa generalmente larga. Así, una novela corta y en versos (líneas) ya anticipa el corte y el extrañamiento que la gente padece. La brevedad de la composición, en doce líneas, acelera el paso del tiempo: no se sabe, con precisión, el tiempo real que tal relación amorosa duró, pero la sensación es de que fue rápida, siendo el poema de tamaño relativamente corto. La escansión del poema acompaña la trayectoria teóricamente meteórica de la —pongamos— pareja implicada: las sílabas poéticas de los doce versos trazan un dibujo del movimiento: 10, 10, 12, 11, 15, 11, 13, 12, 15, 16, 16, 20 sílabas. Visualmente, tendríamos un movimiento con idas y vueltas, aunque progresivo, dirigiendo, a partir de la extensión de los versos, la inestabilidad de las relaciones amorosas y su trayectoria en dirección a un clímax (en el caso, una acumulación de desencuentros que termina en fatal olvido).

Bruna Beber publicó este poema en Rua da padaria[2] (2013). La propia autora comenta en una entrevista que, “sólo en Facebook, el poema ya fue compartido más de cien mil veces. [...] Circuló por ahí firmado por Clarice Lispector[3] (risas), por Clarice Falcão[4] (risas) y por ‘autor anónimo’. Ya me pasó estar en lugares y que alguien cite el poema, sin saber que yo era la autora y estaba ahí. [...] Es decir, este poema ya no es más mío y ha perdurado”. El éxito del poema en la red expresa, de cierto modo, que mueve y conmueve a las personas, probablemente por el carácter a un mismo tiempo particular y colectivo que acciona en los lectores, que se reconocen en él y reconocen el mundo contenido allí, porque ese plural incluye a la persona que habla por sí misma, y también, en nombre de los otros, también a la colectividad. Es como si el lector pensara: “yo pasé por esto” de lo que habla el poema, aunque no fui yo únicamente: mi pareja también, y muchos otros que amaron, que tuvieron algún asunto amoroso. Pese al punto final del poema, el contenido de “la trama” y las letras minúsculas de los versos dan a entender que se trata de un ciclo, que el romance/poema habrá de repetirse con toda la gente, lo cual no deja de tener un tono melancólico.

Melancolía, no obstante, que produce humor y risa. Y en ese sentido el poema figura en la genial “Breve antologia de la poesia engraçada”[5] (2017), organizada por Gregório Duvivier. ¿Por qué se ríe de algo supuestamente triste y melancólico? El humor es un efecto del lenguaje. Para Theodor Adorno, en “¿El arte es alegre?”, el humor debe hacer pensar, reflexionar, ser crítico. La fluctuación creciente del tamaño de los versos encuentra correspondencia en la estructura del poema y de su “contenido”: la repetición por doce veces de “cuánto nos falta” gana variación, a cada línea; hay un pasaje sutil del tiempo y de la relación entre los involucrados. Cada línea marca una etapa del romance, rumbo a su disolución. La línea/verso aumenta en la medida en que, inversamente, disminuye el interés de uno por el otro. Este cortocircuito entre aquello que se dice y el cómo se dice es lo que provoca el humor, y, muy probablemente, la empatía con el poema y su éxito.

En otra entrevista, con lucidez, la autora comenta el propio poema: “La rapidez y todo lo que ella recorre —la oscilación, la angustia, el vacío de sentido, la falta de foco— son características de la vida que llevamos y obviamente las relaciones sufren por eso, pero, antes de todo, nosotros, las personas. […] No sé analizar esta mudanza de las relaciones para ese diluvio que vivimos ‘hoy amamos, mañana nos estamos marchando’. Creo que estamos descartando más rápidamente las cosas porque queremos vivir en cantidad en detrimento de la duración”. El mundo contemporáneo, entendido a partir de la lógica del poema, parece ir a contramano del estereotipo romántico de la felicidad eterna, de la armonía, del otro como espejo y plenitud. Hay, naturalmente, variaciones de este mito romántico, como en el “eterno mientras dure” de Vinicius, cuyo célebre “Soneto de fidelidad” ya señala el carácter de llama de la pasión (bella, intensa y fugaz, diría Octavio Paz en “La llama doble”), y como en la mayoría absoluta de los llamados poemas de amor y en los tontos poemas de corazones rotos.

Si el poema es sobre el amor, el amor que no resiste al tiempo, es también sobre la muerte. Aunque no diga la palabra amor, el término romance y la trama de los versos autorizan la lectura corrosiva de este sentimiento que atonta a todo el mundo. Lentamente Tánatos se va imponiendo a Eros, minándole las fuerzas: la voluntad y el placer de verse “hoy, luego, todo el día, para siempre”, dan lugar a otro afecto, en que prevalece una disposición de apenas verse “un día sí un día no, a veces, cada vez menos”; de ahí la decisión de no “querer vernos” e incluso “no querer vernos nunca más” hay un paso, son dos líneas; la afirmación dionisiaca de antes se transforma en negación: ahora falta poco “para vernos y fingir que no nos vimos” y, más, “para vernos y no reconocernos”. El remate es cruel, sobrepasa la indiferencia y alcanza el olvido pleno: “cuánto falta para vernos y no recordar que un día nos conocimos”. Esta volatilidad de las relaciones personales, en paralelo a la inestabilidad de las instituciones, constituye una de las facetas del citado mundo líquido de Zygmunt Bauman.

En su primer libro, La fila sin fin de los demonios descontentos (2006), un poema de Bruna Beber dice: “en mi casa puedes sorprender a alguien/ escondiéndose de la rutina en un cuarto oscuro/ o tirando la ceniza del cigarro en la ventana/ mientras espía las ropas bailando en silencio/ en el tendedero de la zona/ a las tres de la mañana/ puedes sorprender a alguien preocupado/ sujetando una pluma con vino barato/ durmiendo a deshoras/ pensando demasiado la vida/ y en el tedio que es/ esta falta de pasión”. Aquí, retroactivamente, el tema de la soledad, recurrente en sus libros, aparece desnudo, en la figura de alguien (nosotros) que observa a otro (nosotros), ambos solitarios en la madrugada. Parecen representar el final de un romance en doce líneas: cada cual en su mundo.

Roland Barthes habla, en “Fragmentos de un discurso amoroso”, de tres etapas del “encuentro” amoroso, que se amoldan a la medida del poema de Bruna: de inicio, la captura, la intensidad; después, el tiempo del idilio, la dulzura; al final, “la continuación”, que sería un “largo desfile de sufrimientos, amarguras, angustias, aflicciones, resentimientos, desesperanzas, dificultades, y trampas de los cuales me torno presa, viviendo entonces sin tregua bajo amenaza de una decadencia que alcanzaría al mismo tiempo el otro, yo mismo y el encuentro prodigioso que al comienzo nos descubrió el uno al otro”. El poema de Bruna no explicita ninguno de estos sufrimientos del amor: es elíptico, habla apenas de personas que un día quieren verse para siempre y después de un tiempo no se acuerdan más uno de otro. Pero, teniendo en cuenta la insinuación del título (este, sí, habla explícitamente de “romance”), somos llevados a entender que se trata de un liquidado romance en verso.

En 1976, en Cuarenta clics (republicado en Caprichos & relaxos, 1983), Leminski escribió en nueve líneas: “¿Amor, entonces,/ también, acaba?/No, que yo sepa./ Lo que yo sé/ es que se transforma/ en una materia prima/ que la vida se encarga/ de transformar en rabia. /O en rima”. Décadas después, el final de un amor gana una nueva versión graciosa, con Bruna Beber. Amar es peligroso, diría Riobaldo, aun antes. Y reiría Ro Ro, en una situación afín: tonta fuiste. Tú: nosotros.

 

Traducción de Sergio Ernesto Ríos

 

Wilberth Salgueiro (Río de Janeiro, Brasil, 1964). En 2013, obtuvo el primer lugar en el concurso de obras literarias de la Secretaría de Estado de la Cultura de Espírito Santo en la categoría Literatura infantil-juvenil, con la obra O que tinta no sótão. Es autor de A primazia do poema (Pontes, 2019), O jogo, Micha e outros sonetos (Patuá, 2019) y Poesia brasileira: violência e testemunho, humor e resistência (Edufes, 2017).

 

 

[1]    En portugués “romance” puede referirse tanto a una relación amorosa como a un género literario; “romance” es “novela”.

[2]    “Calle de la panadería”, en español.

[3]    Una de las grandes escritoras brasileñas del siglo XX.

[4]    Actriz, cantante y compositora brasileña nominada al Grammy Latino.

[5]    Breve antología de la poesía chistosa.