ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

La sacralidad en la escritura

Daniela Albarrán


Ahora escúchame, he encontrado la palabra justa
Mejor prepárate, tiene algo que a todos asusta

Love of Lesbian

 

Tanto la lectura como la escritura responden a un acto íntimo y sagrado que se logra únicamente en la tranquilidad de la soledad. Por un lado, la lectura parte de un momento en el que el libro y tú como lector son uno mismo; se entra en trance porque leer es como recitar una oración. Leer es tenerle fe a quien estás leyendo porque presientes que en algún momento se te va a revelar como una hierofanía, una verdad sustancial que te va a cambiar la perspectiva de la vida y es que eso provoca la buena literatura, porque hay muchos libros que caen en las manos de un lector, pero no siempre van a tener la misma importancia. Yo los clasifico en libros que me hacen pasar el rato, que me entretienen, por ejemplo, un thriller o una novela histórica (mis placeres culposos); luego están los libros que, como diría García Madero, “son mi casita”, con los que experimentas un calorcito en el pecho, los que te reconfortan, te dan amor y te hacen sentir bien cuando los lees; pero los pocos son los que Vasconcelos leería de pie, que te hacen levantarte del asiento, se te hincha el pecho y palpita la consciencia, porque al fin pudiste encontrar en esas líneas algo que en el mundo real te es negado, he ahí la revelación sagrada. 

La escritura, por otro lado, está más relacionada con un acto involuntario pero necesario. Saber que algo se posesionó de tu mente, de tus manos y te quema la piel sólo para que salga la enunciación de la palabra sagrada: el logos. Porque cuando uno escribe es imposible pensar que el que está escribiendo es uno mismo; por el contrario, nuestro ser se transmuta, como los metales, en un proceso alquímico para crear una Opus Magna personal. Por eso es tan cierto lo que dice Huidobro: “el poeta es un pequeño Dios”, porque el momento de la enunciación es la creación de mundos (im)posibles, donde ese pequeño Dios construye un nuevo universo, un nuevo hombre y quizá, sólo quizá, cuando logra apoderarse de él, un nuevo lenguaje. 

Tanto la escritura como la lectura son actos sagrados y privilegiados que sólo unos cuantos, los elegidos por los dioses, pueden disfrutar.

 

Daniela Albarrán (Toluca, 1994). Es egresada de la licenciatura en Letras Latinoamericanas de la UAEM y forma parte del taller de narrativa de la revista grafógrafxs.