Poemas
Agustina Lescano
Modelaje
Dos bombuchas metidas
en el corpiño de la malla
armaban el escote
en los desfiles que hacíamos
al lado de la canilla del patio
por la pasarela diminuta
que nos dejaban los chicos
jugando al fútbol.
El estilo pasaba
por la combinación de colores.
Si se te pinchaba una teta
quedabas empapada
y encima
te aplaudían.
Yo
no me hacía
tanto problema
no iba a tener nunca
esa delantera
ni todo lo demás.
El pequeño sol
Lo mejor del desayuno
es sentarse arriba de la mesada.
El cuerpo se despierta
con el frío del metal
se ve justo
el brillo del día
en el vidrio
de la puerta del lavadero
el pequeño sol
que llega hasta la cocina
comienza a hacer efecto
en las cosas.
Tengo el ángulo justo para cebar
y apoyar el termo al lado
y en la cocina se reúnen
las tres únicas soluciones
que encuentro últimamente
para algo
agua hirviendo,
sol
y detergente.
Los chicos
Me muerdo las uñas
cómo me gustan
cuando salen al patio a hablar
por teléfono en cuero y con una
mano en la cadera
cuando tiran el pantalón al lado
de la cama y cuelgan prolija
la remera en la silla
porque a la mañana tienen
algo importante
y por eso mismo se mojan
el pelo en el baño
se peinan con los dedos
mirándose al espejo igual
que mis compañeritos
en la primaria.
Me encantan sus recetas en la cocina
sus ojos muy abiertos cuando me ven
con la mano en la boca y me dicen
que no me haga mal.
Es cierto
cuando cocinan
nunca encuentran nada
y hablan mucho
más de lo que escuchan
también es cierto que yo
siempre sigo
comiéndome las cutículas
pasando los dientes
y la lengua
hasta que me lastimo.
La boca seca
Me quedo siguiendo
la noche
en el patio.
El teléfono está sin batería
igual
no debería
escribir
a esta hora.
Las plantas
todas en un verde oscuro
me piden un poco más
Hay dos toallas tendidas
abiertas entre dos sillas
al sereno de la madrugada
esperan, húmedas, la mañana.
Abro la heladera, saco hielo
los dedos me quedan fríos
no los siento cuando los miro
era lo que necesitaba
me como y me lastimo
donde termina la uña
y empieza la piel.
Quiero ordenar las macetas
está todo enredado
ramas, cables, yuyos
dejá nomás
por diferencia de intereses
las plantas crecen distinto
se mantienen bien
si tienen
lo que necesitan
más sol, una
menos agua
la otra
lo que mata es estar
tirando siempre
en direcciones diferentes
tiro de un lado
y se hace un nudo
del otro.
La gata en cambio
es decidida
baja del techo
entra en mi cama
con las sábanas frescas.
Ni la gata ni las plantas
me sostienen
pienso en mis amigos
que están lejos
en los novios que tuve
hasta no hace tanto tiempo
espero que todos estén bien
no sé si logro comunicarlo.
Me voy a sentar en el piso a comer fruta
si alguien me espía
desde el pasillo
con el ojo metido en la cerradura
va a ver mis rodillas contra el pecho
y la mano cargando un bocado
rojo hasta la boca seca.
Mi viejo se quedó
Había prueba de Lengua.
Me desperté temprano y me senté
a mirar por la ventana que da a la Avenida.
No fui a la escuela
porque Ariel, el del transporte
tenía agua en la casa.
Sabía que al otro día
tampoco iba a haber prueba
ni transporte
pero tenía en el regazo
mi carpeta oficio amarilla
con personajes fantásticos
y seguía pescando en ese pozo
con los ojos y las manos
alguna distracción.
Pasó el Lea preguntando
por sus viejos,
al rato tocó timbre su papá
para saber si los chicos
no habían pasado.
Colchones y televisores
y mi viejo hasta las manos
pasó a dejarnos una radio a pilas.
Entonces nosotros fuimos
a la casa de un amigo
yo hice una bolsa con los buzos
y otra con las cartas.
Papá contó que una noche
los hombres frieron papas
en una olla para alumbrar
las puertas de las casas.
Nota
En donde vivo hay una laguna que va a desaparecer pronto, hay sequía o los ríos suben demasiado rápido. La ciudad se vuelve cada vez más tropical, y se me ocurre que en ese clima escribo poemas que crecen mutantes, con lo absurdo, a partir de observaciones, imágenes o recuerdos que se encuentran y hacen algo nuevo. Me gusta que esas cosas que no puedo pensar todas juntas ni al mismo tiempo se reúnan en la lectura o en la escucha de un poema y puedan comunicarse así.
Estos poemas forman parte de un libro inédito que se llama, por ahora, La boca seca.
Agustina Lescano (Santa Fe, Argentina, 1992). Publicó el cuento Se rompió la máquina (4 Ojos, 2015) y Nena (Corteza, 2016). Recibió el Premio Provincial de Poesía José Pedroni 2016. Es narradora oral escénica y estudia Comunicación Social en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos.