ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Poemas

Agustina Lescano

 

Modelaje

 

Dos bombuchas metidas

en el corpiño de la malla

armaban el escote

en los desfiles que hacíamos

al lado de la canilla del patio

por la pasarela diminuta

que nos dejaban los chicos

jugando al fútbol.

El estilo pasaba

por la combinación de colores.

Si se te pinchaba una teta

quedabas empapada

y encima

te aplaudían.

Yo

no me hacía

tanto problema

no iba a tener nunca

esa delantera

ni todo lo demás.

 

 

El pequeño sol

 

Lo mejor del desayuno

es sentarse arriba de la mesada.

El cuerpo se despierta

con el frío del metal

se ve justo

el brillo del día

en el vidrio

de la puerta del lavadero

el pequeño sol

que llega hasta la cocina

comienza a hacer efecto

en las cosas.

Tengo el ángulo justo para cebar

y apoyar el termo al lado

y en la cocina se reúnen

las tres únicas soluciones

que encuentro últimamente

para algo

agua hirviendo,

sol

y detergente.

 

 

Los chicos

 

Me muerdo las uñas

cómo me gustan

cuando salen al patio a hablar

por teléfono en cuero y con una

mano en la cadera

cuando tiran el pantalón al lado

de la cama y cuelgan prolija

la remera en la silla

porque a la mañana tienen

algo importante

y por eso mismo se mojan

el pelo en el baño

se peinan con los dedos

mirándose al espejo igual

que mis compañeritos

en la primaria.

 

Me encantan sus recetas en la cocina

sus ojos muy abiertos cuando me ven

con la mano en la boca y me dicen

que no me haga mal.

 

Es cierto

cuando cocinan

nunca encuentran nada

y hablan mucho

más de lo que escuchan

también es cierto que yo

siempre sigo

comiéndome las cutículas

pasando los dientes

y la lengua

hasta que me lastimo.

 

 

La boca seca

 

Me quedo siguiendo

la noche

en el patio.

El teléfono está sin batería

igual

no debería

escribir

a esta hora.

Las plantas

todas en un verde oscuro

me piden un poco más

Hay dos toallas tendidas

abiertas entre dos sillas

al sereno de la madrugada

esperan, húmedas, la mañana.

 

Abro la heladera, saco hielo

los dedos me quedan fríos

no los siento cuando los miro

era lo que necesitaba

me como y me lastimo

donde termina la uña

y empieza la piel.

 

Quiero ordenar las macetas

está todo enredado

ramas, cables, yuyos

dejá nomás

por diferencia de intereses

las plantas crecen distinto

se mantienen bien

si tienen

lo que necesitan

más sol, una

menos agua

la otra

lo que mata es estar

tirando siempre

en direcciones diferentes

tiro de un lado

y se hace un nudo

del otro.

La gata en cambio

es decidida

baja del techo

entra en mi cama

con las sábanas frescas.

Ni la gata ni las plantas

me sostienen

pienso en mis amigos

que están lejos

en los novios que tuve

hasta no hace tanto tiempo

espero que todos estén bien

no sé si logro comunicarlo.

 

Me voy a sentar en el piso a comer fruta

si alguien me espía

desde el pasillo

con el ojo metido en la cerradura

va a ver mis rodillas contra el pecho

y la mano cargando un bocado

rojo hasta la boca seca.

 

 

Mi viejo se quedó

 

Había prueba de Lengua.

Me desperté temprano y me senté

a mirar por la ventana que da a la Avenida.

No fui a la escuela

porque Ariel, el del transporte

tenía agua en la casa.

 

Sabía que al otro día

tampoco iba a haber prueba

ni transporte

pero tenía en el regazo

mi carpeta oficio amarilla

con personajes fantásticos

 

y seguía pescando en ese pozo

con los ojos y las manos

alguna distracción.

Pasó el Lea preguntando

por sus viejos,

al rato tocó timbre su papá

para saber si los chicos

no habían pasado.

 

Colchones y televisores

y mi viejo hasta las manos

pasó a dejarnos una radio a pilas.

Entonces nosotros fuimos

a la casa de un amigo

yo hice una bolsa con los buzos

y otra con las cartas.

 

Papá contó que una noche

los hombres frieron papas

en una olla para alumbrar

las puertas de las casas.

 

 

Nota

En donde vivo hay una laguna que va a desaparecer pronto, hay sequía o los ríos suben demasiado rápido. La ciudad se vuelve cada vez más tropical, y se me ocurre que en ese clima escribo poemas que crecen mutantes, con lo absurdo, a partir de observaciones, imágenes o recuerdos que se encuentran y hacen algo nuevo. Me gusta que esas cosas que no puedo pensar todas juntas ni al mismo tiempo se reúnan en la lectura o en la escucha de un poema y puedan comunicarse así.

 

Estos poemas forman parte de un libro inédito que se llama, por ahora, La boca seca.

 

Agustina Lescano (Santa Fe, Argentina, 1992). Publicó el cuento Se rompió la máquina (4 Ojos, 2015) y Nena (Corteza, 2016). Recibió el Premio Provincial de Poesía José Pedroni 2016. Es narradora oral escénica y estudia Comunicación Social  en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos.