ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Selección de Poemas

Ángel Ortuño

 

Benito Juárez disfrazado de abejita
(balada primaveral)

 

Supongamos que,

a pesar de los esfuerzos realizados

concienzudamente,

valiéndonos de todos los recursos tecnológicos e incluso

tirando de la cuerda para considerar

la esperanza como un

gadget,

 

digamos, pues,

que a pesar de haber tomado todas

las precauciones del caso para resultar

inteligibles

y

eternos,

 

lo que se encuentra tirado entre las ruinas de todo lo que fue nuestro

planeta

es

un dibujo donde la cabeza de Benito Juárez

sale angustiada del cuerpo de una abeja cuyas formas tal vez

elementales

resultan a la vez simpáticas pero sin duda

sumamente dolorosas

para quien sufriera esa metamorfosis incompleta que ahora,

con toda nuestra civilización

hecha mierda,

el lindo extraterrestre de cuerpo curvilíneo y no binario,

de ojos almendrados y boca

de rubí

carnívoro,

solamente se alegre de que seres así

capaces de eso

hayamos dejado de existir.

 

 

No se requiere que el resultado sea un objeto tridimensional figurativo del cuerpo de un animal, puede ser abstracto o parecerse a algo que usted todav&íacute;a no ha visto

 

La vocación

de servicio público suele

terminar con escándalos de corrupción, fortunas

inexplicables, mágicas, los sueños

vueltos realidad como el de aquel vecino que un día

mientras lavaba el coche,

contó a gritos

su fantasmagoría nocturna (así

decía, no

me culpen a mí):

él era

un objeto carísimo que servía para siempre y todo el mundo anhelaba

tenerlo. Luego supo

qué hacer.

 

No lo he vuelto a ver pero me dicen que tampoco está

en la cárcel.

 

La vida útil, ay,

sólo es la duración estimada de un objeto.

 

 

***

 

 

Largo de aquí

 

tú crees que estás leyendo este poema, pero es que tú

crees todo, ¡animalito

lindo!

 

aunque tal vez no sea

algo

de lo que debas arrepentirte,

¿sabes?

porque es el poema

el que te está leyendo

 

y opina que le gustas, que eres

sexy,

 

que si fueras

horrible,

te habría corrido a patadas desde el título

 

 

Leer es para burgueses

 

recitar,

para idiotas

 

trabajar como perros,

para

humanos

 

y el grito de Tarzán no era un grito

sino la mezcla

patentada

—¿entienden, perros?—

de chillidos de un puerco y un tenor

recitando

 

 

***

 

 

Las siete cualidades de las personas verdaderamente cultas

 

Los tres pies

del gato.

Las cuatro

verdades

que alguien siempre sabe que debería cantarme

en plena cara

porque pasé mi infancia en un friso

egipcio

y nunca me ha gustado hablar de frente.

 

Las tres

gracias, los cinco

minutos más

cuando suena el despertador. Las mil veces

que me han dicho que no,

que ya no haga

eso.

 

Los números son todo.

 

 

Dios siempre está conmigo

 

Es como ese

amigo que cuando adolescente

creía que tu vida

era insuperable y contaba

que había pasado la tarde

sentado en una banca

junto a ti

de un centro comercial y los dos

se habían

reído mucho y, bueno,

te lo contaba

a

ti

para que respondieras ¡pero si yo

estuve ahí,

por qué me lo platicas?

Y los dos volvieran a reírse mientras todos

los demás

eran

dios.

 

 

***

 

 

Me parece haber visto un objeto estético no necesariamente artístico

 

De un boquete en la calle

surge un bote

de plástico relleno de cemento.

No es la espada en la piedra

sino sólo

el mango de una escoba que tal vez fuera

azul

y se usara

inútilmente

para espantar un perro

 

y ahora

sostiene

un trozo de cartón donde está escrito:

 

“El bache

es lo de menos, cuidado

con el sabelotodo que trae su diccionario

y viene murmurando

estético-artístico.

A ese hay que ponerle calcetines

de cemento”.

 

Unas horas más tarde, a la luz

de la Luna, como es debido,

el mango

de la escoba

podría estar llorando.

 

 

Alfonso Cortés

 

Leo sobre un poeta que dormía amarrado

a una viga del techo

en una casa

que había pertenecido a otro poeta

con el que se peleaba sin importar que ya estuviera muerto,

no es cosa

de fijarse en detalles minúsculos cuando se ha visto

lo que hay detrás de

todo

y lo que hay

más allá: rebanadas de nada

entre panes

de aire.

 

También leo que escribió sobre las piedras.

Dice que ellas, rebeldes, le robaron al caos

el don

de la forma.

 

Y siento, de algún modo, que lo quiero muchísimo.

 

 

***

 

 

¿Qué hiciste durante tus vacaciones?

 

En las viejas películas de naufragios

siempre había un momento en que era

preciso

nadar a través de una parte del barco inundada.

Yo aguantaba la respiración

sólo para saber si me habría

salvado.

 

Me ahogué siempre.

Además, todavía

no sé nadar.

 

En la fotografía tengo

11 años

y estoy montado en una bicicleta.

No sonrío: aguanto

la respiración

porque tampoco sé usarla.

 

¡Venimos en paz!,

decían

los marcianos

antes de comenzar a matar gente.

Eso sí pude entenderlo

desde la primera vez.

 

 

Un libro de rengloncitos largos y rengloncitos cortos

 

 

Una de esas obras que revitalizan

la industria

a cambio

de una pérdida de prestigio que,

de cualquier modo,

sólo era un insignificante

malentendido.

 

Escribir, por ejemplo,

que Jesucristo fue el primer hombre

transexual

de la historia.

O que el papa

tiene un baño privado donde los boxeadores

inhalan cocaína.

 

Dejar que las personas

sensibles

hagan poemas o compren

en la farmacia algo que les quite esa alergia

porque sus estornudos,

como todo lo humano,

ay,

nos resultan ajenos.

 

Ángel Ortuño (Guadalajara, 1969). Licenciado en Letras por la Universidad de Guadalajara. Entre los libros que ha publicado se encuentran Las bodas químicas (Secretaría de Cultura de Jalisco, 1994), Turbo Girl. Historias de la mamá del diablo (Ediciones Aguadulce, 2015) y Gas lacrimógeno y otras cosas que no son poemas (Universidad de Guanajuato, 2018). Sus textos se pueden encontrar en antologías colectivas y han sido traducidos al francés y al alemán.