Adso Eduardo Gutiérrez Espinoza (Zacatecas, 1988). Narrador, guionista de radio y cine, traductor, columnista en La Jornada Zacatecas, director de El fuego de Luka y colaborador en LugarPoema. Es licenciado en Letras (Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas) y maestro en Humanidades: Estudios Literarios (Universidad Autónoma del Estado de México). Es estudiante del doctorado en Literatura Hispanoamericana (Benemérita Universidad Autónoma de Puebla) y del doctorado en Crítica de la Cultura y la Creación Artística (Universidad Autónoma del Estado de México). Se interesa en la sátira y el humor en la literatura y los medios audiovisuales, estudios de género y las conexiones historia, literatura y filosofía.
HOJA
Apresurado, el joven camina sobre la calle. De su carpeta amarilla resbala una pequeña hoja de papel, cae sobre el césped. Un camión de pasajeros la levanta con una cortina de humo y vuela sobre la ciudad. Aterriza en el techo de un edificio comercial, cerca del zócalo. Una paloma va hacia ella, la picotea, se desliza por el borde del edificio al suelo. Los niños de la plaza apuntan y mueven su dedo índice al son de la caída. El perro atigrado le ladra. Asustada, la fuente esconde su chorro. Los adultos ven la hoja, creen que es un cheque de viajero, se amontonan para atraparlo; cae en un balcón del mismo edificio. Algunos corren hacia la puerta y otros estiran sus playeras. El niño de la torta se sienta en la barda de la fuente e ignora el suceso. Escucha el llanto del joven; lo ignora. La anciana con ojos tiernos le pregunta por qué llora. Por nada, responde. Ella entiende la incomodidad causada y lo deja.
El mesero bizco sale al balcón, ve la hoja, los adultos gritan desilusionados; él, despreocupado, la arroja. Suavemente, es arrastrada por el viento hasta los pies del joven llorón. La recoge y, sonriente, la guarda en su carpeta amarilla.
LA DANZA QUE NUNCA SERÍA INMORTALIZADA
Romina jaló el gatillo del revólver. La bala perforó su cabeza, y unas gotas de sangre cayeron en el muro de atrás. El retroceso derribó a Romina. Ella naufragó en un Nilo rojo y pegajoso.
Un dedo tembló y luego los demás. Romina cogió sus senos y su cuerpo se retorció. El rostro se amorató y expulsó sonidos guturales. El Nilo, como en las sequías, se redujo hasta volverse un arroyo.
Romina se levantó y miró alrededor.
EL PERRO QUE DEJÓ DE SER DIOS AL SACUDIRSE
Sus fieles murieron.
EL NIÑO CUBIERTO CON SÁBANAS EN SU CAMA
Al fondo, una puerta. Un borracho mal vestido. Su caminar: ruptura del silencio. La angustia del niño. El desnudo infantil. Un cuerpo sobre otro: la muerte de ambos. Todo en familia.