Adrelll Romero (Metepec, Estado de México). Artista interdisciplinaria. Tiene estudios de pedagogía, teatro, literatura y composición musical. Es licenciada en Actuación por la Casa de Teatro. Ha publicado la plaquette Misterios de los zapatos plumas que en tango fado sueñan (Diablura Ediciones, 2018) y el libro-objeto Heidi (Caruso, 2018). Correo electrónico: adriaoxidiana@gmail.com
TÁRTARO
Querido autorretrato:
Esa violencia. ¡Cabálgame!
Bebió agua de azahar, se sintió amedrentada, levantó los ojos y pensó que también los hombres se equivocan… No fue azar lo que pasó.
Nacía un espectro blanco con pico y cara de pájaro. Ella esperaba esa señal. La ráfaga fue estridente a 25 kilómetros. Su cuerpo se fragmentaba. Levantó los ojos y pensó que también las bestias se equivocan.
Domado estuve en ese entonces, testigo del deseo de ella hacia mí.
Plasmado en sus lienzos soy un caballito de madera. Belleza de lo que fue sin condiciones aquel mundo. ¡Cabálgame!
La pérdida de sus recuerdos ayudó a disipar la historia. Todo era color rojo, fórmulas de una vieja creencia sobre la extinción… le asfixiaban los muertos.
“La casa de los locos”. ¡Cabálgame!
Leonora estaba desnuda con una epilepsia de cardiazol. Miraba los cuerpos de los otros. Ella convirtió a todos los que estaban en ese lugar en madera y vi cómo la ráfaga terminaba con esos rostros. Yo estaba a salvo a 25 kilómetros de allí.
¡Cabálguenme!, les digo ahora a las hienas, porque soy el último eslabón de su cordura. Ahora está conmigo galopando hacia otras tierras… otras aventuras…
Nunca olvidaremos el exilio de los años treinta. En ese Santander, en esa España. Ni ella ni yo.
Tártaro, el caballo que mece la risa de las hienas.
¡Cabálgame!
MACHO CABRÍO
Veintisiete veladoras encendidas en el funeral. La última mujer de aquella casa había muerto. Yo guardaba silencio mientras los familiares se paraban a un costado del féretro. Te vi ahí, tus ojos eran esas 27 veladoras. Una mujer más, me dijiste. Moví la cabeza y se me estremeció el cuerpo.
Tus ojos iluminaron mis recuerdos: la danza de la noche, el fuego comía romero y perfumaba el tiempo. Mujeres coronadas con laurel limpiaban su cuerpo con ruda y bebían garañona.
Te vi en ese funeral donde despedían a Jovita, la última tortillera de esa casa, y nadie se imaginaba quién era. Ahora tendríamos que buscar a la nueva sacerdotisa. Tus ojos nos acompañaron toda la noche, mientras en el cerro los ritos funerales se hacían hasta el amanecer con cantos y bailes de fertilidad.
Quién iba a decir que este pueblo tenía su aquelarre.
Nota
Macho cabrío nace dentro del horno del taller de narrativa de la revista Grafógrafxs, a partir de una consigna que propuso Alonso Guzmán. La posibilidad de tener un espacio para reflexionar las inquietudes narrativas de los que habitamos ese taller es una fortuna en nuestros procesos creativos. Aplaudo por eso los esfuerzos de los coordinadores. Feliz aniversario, Grafógrafxs. Los invito a que se acerquen a vivir esta experiencia.