Un taller: Título
Anaclara Muro
Una mesa redonda, café y mucho pan dulce. Hay momentos que te cambian la vida. Hay momentos en los que ciertas personas te cambian la vida.
Un día me senté en la misma mesa con alguien a quien odiaba. Un día me senté en la mesa con alguien que pensé que odiaba. Un día me senté en la mesa con alguien a quien me habían dicho que odiara.
Los talleres de poesía son un hobby que algunas personas no entienden. Pienso que quizá porque no los han experimentado o porque cayeron en alguno incorrecto. Por incorrecto me refiero a que probablemente lo da alguien más enfocado en generar admiración que buscar comprensión mutua.
Un día me sentí mal de sentir rechazo por una persona que no conocía.
En un taller de poesía quienes asisten sacan sus textos y los leen frente a otras personas. El objetivo es buscar el sentido oculto del texto y pensar en cómo podría expresarse mejor. El sentido oculto del texto puede ser cualquier cosa. En un taller de poesía las reglas son imaginarias. Nadie puede decir que algo esté tajantemente bien o tajantemente mal. Y, sin embargo, hay un algo que se intuye o que se siente o que se sabe. Cuando un texto funciona, no se trata de pensar de forma capitalista. Cuando un texto funciona, no funciona para algo. Cuando un texto funciona, funciona para sí mismo, funciona para ciertas personas en ciertos momentos que te cambian la vida. Hay momentos en los que ciertos poemas te cambian la vida.
Un poema puede transformar a alguien. Un poema puede hacerte sentir que tu cuerpo y tú son la misma cosa. Un poema puede darle dimensión a las cosas.
Los talleres de poesía son un voto de confianza y un gesto de generosidad. Nos sentamos a escuchar y a leer a otras personas; a platicar lo que dice y no dice el texto; a platicar cómo podría transformarse y cómo eso nos haría sentir.
Nadie debería usar un taller de poesía para hacer sentir mal a otra persona. Los talleres de poesía son todo lo contrario: un lugar de encuentro y comprensión.
Los talleres de poesía pueden ser un momento anticapitalista en el que todo se trata de hablar de palabras que evocan cosas imaginarias que a la vez son muy reales porque nos atraviesan el cuerpo.
Un taller de poesía es de alguna manera un taller de escultura. Hay que moldear, quitar, poner, raspar, alejarse para adquirir perspectiva, acercarse para observar los detalles. A veces decimos que un poema es perfecto cuando ya no se le puede quitar ni añadir nada. Esto, realmente, podría ser una ficción.
Los talleres de poesía también pueden ser un lugar para la risa y la amistad. Los talleres de poesía pueden ser un proceso de acompañamiento porque en los procesos creativos muchas veces hay que pasar por encima de recuerdos fangosos. En los talleres de poesía también hay que pensar mucho y pensar acompañades es mucho mejor que pensar soles.
Apenas salía el sol un sábado cualquiera y sabíamos que iba a comenzar. Poníamos la mesa y el café y el pan.
Título.Taller fue un taller de poesía que me cambió la vida. Título.Taller tenía como centro a una persona que eligió no ponerse en el centro. El centro no como una figura de poder, el centro como un eje.
Luis Alberto Arellano fungió como un mediador en la pequeña comunidad literaria “joven” de Querétaro. Luis perteneció a una generación en la que todos se pelearon entre sí y proclamaban odiarse. Pienso que él se dio cuenta de que eso no iba a ningún lado.
Todas las personas cambiamos todo el tiempo. Obviamente Luis cambió. No conocí al Luis terrible que descartaba los textos en los talleres. Conocí al Luis generoso que se sentaba a escuchar y a compartir, al Luis que buscó formar una comunidad antes que erigirse como una figura de autoridad que decía lo que estaba bien o mal.
Luis Alberto Arellano decidió ser nuestro amigo y logró que todos fuéramos amigues entre sí.
Algunas alianzas son necesarias. Algunos giros en la manera de percibir al mundo son imprescindibles.
A veces los poemas no están listos, necesitan trabajo, taller, tiempo en el cajón, un cambio de perspectiva. A veces tenemos que renunciar a “la idea original” (lo que eso signifique). A veces podemos cambiar de opinión y comprender que hay textos que sirven para ser desechados porque nos hicieron crecer, pero no están buenos.
A veces tenemos que aceptar que estábamos equivocades. A veces crees que odias a alguien porque te dijeron que había que odiarlo. Y luego algo en ti se permite una licencia, cambiar de opinión.
Conocí a Luis Alberto en los últimos años de su vida. Me he arrepentido mucho de haber sentido rechazo, de que ese rechazo me hubiera limitado una amistad que terminó por ser entrañable y estimulante. A Luis le debo crecimiento, lecturas, escucha, risas.
El taller que se llamó Título fue un ejercicio de generosidad, fue un ir y venir de discusiones, fueron muchas mañanas de ser felices.
Anaclara Muro (Michoacán, 1989). Es poeta, escritora y editora en Palíndroma. Escribió Princesas para armar y No ser la power ranger rosa. Es maestra en Estudios Históricos por la UAQ. Dirige el proyecto audiovisual Vulvatómicas.