Una conversación sobre el Mar del Sur
Bertolt Brecht
En casa de mi editor conocí a un hombre que había estado quince años en Brasil.
Me pregunta qué ocurre en Berlín.
Cuando termino de contarle, me aconseja ir al Mar del Sur.
Dice que no hay nada mejor.
No tengo nada en contra. Le pregunto qué debo llevar.
Dice: “Lleve un perro de pelo corto. Es el mejor acompañante del hombre”.
Yo, por supuesto, pienso un momento en preguntarle si, en el peor de los casos, también podría llevar un perro de pelo largo, pero mi sentido común me dice que las fibras de los cocos se le enredarían horriblemente a uno de pelo largo.
Le pregunto qué hace uno todo el día en el Mar del Sur.
Dice: “Nada. No tiene usted que trabajar en nada”.
“Bueno”, le digo, “el trabajo tampoco me satisfaría, pero en algo tiene que ocuparse uno”.
Dice: “Pero para eso tiene usted la naturaleza”.
“Muy bonito”, digo, “¿pero qué puede uno hacer temprano, por ejemplo a las ocho?”.
“¿A las ocho? Pues dormir”.
“¿Y a mediodía? ¿A la una?”.
“A la una hace demasiado calor para cualquier cosa”.
Entonces me enfado. Lo miro hostilmente y le pregunto: “¿Y en la tarde?”.
“Pues una hora al día sí que encontrará cómo llenarla”.
Finalmente parece empezar a darse cuenta de que no soy de los que pueden entretenerse a sí mismos, y cede: “Lleve una escopeta de doble cañón y váyase de cacería”.
Pero ya estoy contrariado y digo secamente: “No disfruto cazar”.
“¿Y de qué piensa vivir?”, me pregunta sonriente.
Cada vez me pongo peor.
“Eso es cosa suya”, le digo, “usted es el que tiene que hacerme sugerencias. ¿Tendría yo que saber arreglármelas en el Mar del Sur?”.
“¿Quiere usted pescar?”, me ofrece.
“Por qué no”, le respondo hosco.
“Consígase una caña de acero, en cualquier tienda la encuentra, y en cinco minutos ya picaron el anzuelo dos peces. Y así come pescado, ya que no le gusta cazar”.
“¿Crudo?”, le pregunto.
“Algún encendedor tendrá que cargar consigo”.
“Pescado y un encendedor. Eso no es una comida completa”, le digo, de verdad atraído por esa falta tan grande de experiencia. “¿Al menos se puede tomar fotografías?”.
“Mire usted, es una posibilidad”, dice, visiblemente aliviado. “Ahí tendrá toda la naturaleza. En ningún otro lugar se puede tomar tantas fotografías”.
Ahora, claro, él lleva ventaja. Me hace tomar fotografías el día entero. Con eso quedo yo ocupado y él en paz.
Pero una cosa les digo: se me quitaron las ganas de ir al Mar del Sur en los próximos años. Y no quiero volver a toparme con un hombre así.
Traducción de Roberto Colis
Bertolt Brecht (1898-1956). Dramaturgo, teórico y reformador del teatro, poeta y narrador. Vetado durante el nacionalsocialismo por sus ideas comunistas, escribe en su periplo por Europa y América hasta que vuelve al mundo del teatro en Berlín oriental. Entre sus obras se encuentran Abc de la guerra (Ediciones Del Caracol, S.L., 2004), Historias del señor Keuner (Alba Editorial, 2007) y La ópera de los tres centavos (Hombrenuevo, 2015).