Cinco poemas
Alejandra Lerma
En esta balsa de madera
Dame tu dolor
lo ungiré con el aire
liviano será tu pensamiento
te dormirás junto al aroma del mirto
te llevaré conmigo
en esta balsa de madera
a la que algunos llaman ataúd
y a la que tú y yo llamaremos casa.
Comenzaste a crecer cuando te vi en la morgue
Sé que las uñas crecen en la muerte.
Antonio Gamoneda
Comenzaste a crecer cuando te vi en la morgue
la sábana llegaba a tus rodillas
y pensé que nunca volverías a bailar
se acabaron los pasodobles, la salsa de Richie,
las orquestas cubanas
las uñas y el cabello de tus vecinos seguirían in crescendo
pero imaginé que en ti se extendería el fémur
y te volverías sólo piernas
una extensión enorme de corrientes óseas
debajo de las tumbas
como esas enredaderas que la gente llama maleza
mamá está segura de que al otro lado pasan cosas
Parece que las almas no van a discotecas
por eso cuando bailo te siento en mis rodillas
mis huesos vienen de tus huesos
te llevo por las noches a las fiestas
para que no te aburra la eternidad.
Bach es la palabra para el agua que fluye
Para Robin Köhler
Se enamoró de un río
de su presente fugaz
del remanso escondido
Pedro Guerra
Venía del desierto
de un lugar sin paisaje
convertida en espina
y de pronto tu casa, desde el aire, como un jardín secreto
la promesa del bosque
libélulas azules entre el follaje verde
y los cuerpos que ceden ante la desnudez de la corriente
Me guiaste por los senderos frescos del verano
decías «esta ciudad es más invierno que luz»
aquí vuelan los cuervos y la nieve es un manto que duele demasiado
pero hicimos un pacto con la dicha
pequeño templo de junio
para trenzar el agua con el fuego
Como la música, «Bach» es la palabra para el agua que fluye
el instante transparente de sumergirme en ti
de nadar en el sentido opuesto de la noche
y flotar hasta que el cauce me regrese a tu orilla.
Vi morir a mi hermano
Tengo 25 años
vi morir a mi hermano
vi morir a mi abuela
vi morir a mi padre
veo morir cada mes a los hijos que no se gestan
dentro de mí
los expulso con mi sangre
estuve a punto de verme morir
asistí al funeral de mi amiga del colegio
se inyectó removedor en las venas
aún puedo ver sus uñas despintadas
y escucharla decir que Dios nos ama.
En caso de emergencia
La psiquiatra te pide que hagas un listado
con todos los nombres de la gente que puedes llamar en caso de emergencia
Descartas con rapidez:
los que te consideran normal, porque te ven sonreír y leer con perfecta dicción
las que usan diminutivos con tu nombre, pero sólo te conocen en fotos
con quienes firmas contratos
a quienes traicionaste antes de tiempo
los que se alegrarían de verte en una ambulancia
las compañeras de oficina
los demasiado felices o distraídos para interrumpir en las madrugadas
los que usan perfumes empalagosos
Estás cansada de involucrar a mamá, también la tachas
tu hermana no te habla hace más de dos años
tu mejor amiga vive en Turquía
tu pareja está teniendo sexo con una mujer de larga cabellera negra
a quince horas de distancia en avión
mientras escribes estas palabras como incendios, en una cama, donde sólo cabes tú
Te quedan los nuevos amigos, que no conocen la profundidad de tu abismo
te queda la mujer a la que le alquilas una habitación, pero sólo dices hola y hasta luego,
no puedes decir auxilio
te quedan los amantes, que no quieres espantar con el horror de lo cierto
te quedan los gatos que perdiste por dejar ventanas abiertas
te quedan los muertos con quienes conversas sin fatiga, sin esperanza
Te queda una hoja en blanco
en caso de emergencia.
Sobre escribir poesía
¿Por qué?: Porque me duele mucho todo, casi todo el tiempo, y escribir poesía es una manera de extraer las espinas enquistadas, de hacer que de la carne herida crezcan flores. Me ayuda a traducirme, a conversar con el silencio más íntimo y saber que todo lo que digo ya fue dicho y es una fiesta y un asombro permanente. Nadie habla en versos en su vida cotidiana, pero los versos, cuando son honestos, nos regresan la imagen más real y profunda de lo humano y terminan configurándose como el lenguaje más natural que puede acompañarnos. Además, se me dan pésimo las matemáticas, los uniformes y los quirófanos, sólo puedo lidiar con las palabras.
Manías: Tengo la manía de escribir descalza. Sólo así puedo escribir poemas. La prosa soporta zapatos, pero la poesía exige desnudez.
No puedo escribir con música de fondo: las palabras tienen su propio ritmo y las canciones interfieren, hacen más grandilocuente lo mínimo y más edulcorado lo insípido. Me resta escribir con música de fondo.
Método: Nunca corrijo ebria, triste o enfadada. La forma inicial de un poema soporta cualquier alteración, pero corregir exige tiempo, cordura, reposo.
Quién lee: Tener un par de almas lectoras (antes de publicar), despiadadas pero honestas, es de lo mejor que le puede pasar a nuestra escritura. Rodéense de gente que lea con ferocidad, que les diga todo lo putrefacto que hacen y luego váyanse a beber una cerveza o a comer un helado con esa gente, como si no pasara nada. Esto tiempla la escritura y el espíritu.
Susurro: Si pudiera hablar conmigo misma cuando comencé a leer poesía, susurraría estos nombres para el camino: Miyó Vestrini, Blanca Varela, Maya Angelou, Olga Orozco, Vicente Gallego, Carilda Oliver Labra, Clarice Lispector, Roberto Juarroz, Piedad Bonnett, Chantal Maillard.
¿Y los poemas que aparecen aquí?: La poesía es ofrenda, insulto, homenaje. Con esta selección quiero decirles a varios seres: gracias, te extraño o hasta nunca.
Alejandra Lerma (Cali, Colombia, 1991). Es comunicadora social y periodista. Tiene un máster de escritura creativa en la Universidad de Sevilla, España. Entre sus libros publicados se encuentran Trébol de cuatro hojas (Editorial El Bando Creativo, 2014), No habitar ya la tierra (Editorial Ojo de Poeta, 2019) y La herida primordial (Seshat Ediciones, 2020). Ha obtenido diversos reconocimientos, como el I Concurso Nacional de Poesía Tomás Vargas Osorio, el concurso Nacional de Poesía Casa Silva de Colombia y el premio argentino Mundial de Escritura, en la categoría de poesía.