ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Perspectivas de lo insólito en las narradoras mexicanas contemporáneas Bibiana Camacho, Iliana Vargas y Lola Ancira

Cecilia Eudave

 

En los años noventa del siglo pasado se vislumbraba un umbral diferente en la construcción de los imaginarios en torno a lo femenino. Las escritoras comenzaron a dirigir sus narraciones no solamente para denunciar su posición periférica dentro del canon literario o de marginación social, sino hacia una interiorización de un yo femenino que les permitiría evidenciar y reafirmar sus perspectivas. Actualmente, las mujeres hablan sobre las mujeres, dialogan entre sí descubriendo su posición vital en el mundo. Se atreven a interpelarse y a hermanarse desde distintas enunciaciones utilizando combinatorias discursivas que asumen como propias para encontrar, muchas de ellas, un espacio ideal en lo insólito y manifestar así su resistencia frente a la descalificación e imposición de la normatividad patriarcal que las define.

Estas autoras, desde finales del siglo XX, se comprometen con lo imaginario, como señala Julia Kristeva, haciendo de ello un posible antídoto para la crisis: “No mediante la ‘imaginación al poder’, que es el grito de los perversos que aspiran a la ley. Sino mediante una saturación de los poderes y contrapoderes por construcciones imaginarias: fantasiosas, osadas, violentas, críticas, exigentes, tímidas…” (Kristeva, 2006: 338). Será desde ahí que las prefiguraciones bajo las premisas de lo fantástico, la ciencia ficción, el llamado gótico cotidiano, la narrativa de lo inusual o el terror, vayan cerrando filas y se conviertan en herramientas muy eficaces para denunciar los desgastados sistemas del poder en todas partes del mundo. Ejemplo de ello en México, por nombrar algunas y entre las que me incluyo, están Patricia Laurent Kullick, Adriana Díaz Enciso, Daniela Tarazona, Karen Chacek, Raquel Castro, Gabriela Damián, Atenea Cruz, Lourdes Meraz; en Argentina, Samantha Schweblin y Mariana Enríquez; en Ecuador, Solange Rodríguez Pappe; en Perú, Claudia Ulloa Donoso; o en España, Patricia Esteban Erlés. 

Para este breve ensayo he seleccionado a tres narradoras mexicanas contemporáneas que privilegian la literatura no mimética. Autoras que están haciendo lo propio para que el espacio colectivo y exterior deje de ser la única área espacial “real” donde el yo actúa frente a distintas realidades, porque hay otro espacio interior y subjetivo, que impacta en nosotros: “el espacio captado por la imaginación” al que se refería Gaston Bachelard (Bachelard, 2001: 17). La primera de ellas es Bibiana Camacho (1974), quien en su narrativa suele trabajar de manera continuada la figura del doble y construye atmósferas cargadas de un repentino extrañamiento que logra estremecer nuestras conciencias. En sus cuentos lo real, como el cuerpo, siempre está dividido buscando encontrar un equilibrio o su verdadera expresión definitoria. Prueba de ello, por citar un ejemplo, es su libro de relatos La sonámbula (2013), donde juega con distintos planos de realidad insistiendo en crear a un “otro”, el verdadero, que nos libere de la estandarización y aleje al sujeto del determinismo. En casi toda su obra encontraremos un juego interesante de enmascaramientos y deformaciones del yo homogeneizado a todos los niveles de la sociedad. Pero sobre todo, son sus personajes femeninos quienes se confrontan más duramente entre sí, ya sea a partir del sueño angustioso o a través de una vigilia pesadillesca, para evitar, precisamente, “el sonambulismo” en el que se habita. Camacho incide y privilegia las diferentes perspectivas del ser femenino para cuestionarse y cuestionarnos los roles que desempeñan las mujeres en sociedades opresoras, enajenantes, donde el cuerpo femenino se convierte en receptáculo de muchas de las patologías sociales a las cuales nos enfrentamos en estos tiempos. Sus narraciones intentan diseñar nuevas posibilidades de existir o de representar “lo real” para poner a prueba la cordura, esa delgada línea a la que se aferra el ser humano en la negación de las multirrealidades. La literatura de Bibiana Camacho provoca en sus lectores un desasosiego que danza al compás de una música invisible con rumores fantásticos, inusuales, marcando un siniestro destino de encuentros y desencuentros con aquello que suponemos nos hará mejores: la domesticación de las pasiones y el sometimiento de la personalidad. Leerla me hace recordar lo absurdo que es uno, lo indestructible que es uno, porque “cada individuo lo es y al mismo tiempo lo son todos, de ahí el inaudito vínculo indisoluble entre los seres humanos” (Kafka, 2005: 86), seres que parecen nutrirse de sus más profundas bajezas.

Con gran soltura y singularidad Iliana Vargas (1978) se mueve a su antojo entre los géneros no miméticos. Su literatura es una suerte de creación híbrida para deleite de sus lectores y transgrede, al mismo tiempo que profana, los signos contextualizados e inamovibles de estos tiempos para ofrecernos múltiples posibilidades de pensarlos y reinterpretarlos. Desde su primer libro, Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma (2012), hasta Habitantes del aire caníbal (2017), su escritura aborda universos figurativos que se consolidan a partir de redes sígnicas propias y específicas que logran potencializar, en sus narraciones insólitas, todas las posibilidades polisémicas, metafóricas, simbólicas, y colisionar con la realidad. Vargas intenta detonar en el lector una condición menos ortodoxa de la o de las verdades que lo habitan, profanando también sus valores, su ética, para proponernos la idea de que la realidad no es una, ni tampoco unívoca, sino multidimensional, y de esta nosotros sólo percibimos “un efecto de lo real”. En su obra observamos una dura crítica a las posturas patriarcales que acusan y condenan a las mujeres que se rebelan contra las normatividades estandarizadas, como, por ejemplo, el rechazo a la maternidad, a la vida en pareja, la insistencia en la equidad genérica o la visibilidad de las mujeres en una sociedad que las reduce en su accionar. Los amantes de la ciencia ficción, o de los géneros híbridos, disfrutarán su nuevo libro Yo no voy a salvarte, en la colección Las Puertas de lo Posible, de Editorial EOLAS (España), que circulará el próximo año tanto en el país ibérico como en México. Vargas, desde estos nuevos relatos, nos muestra cómo la ciencia no ha podido crear una sociedad perfecta, y valiéndose de la ficción distópica o ecotópica nos sacude con su lectura del contexto actual y cimbra nuestras conciencias, nos obliga a reflexionar sobre qué es la libertad, la felicidad, la vida anclada en el consumo y cómo nos hemos dejado arrasar por una sociedad enferma y dañina.

Lola Ancira (1987) ha publicado dos libros de relatos: Tusitala de óbitos (2013) y El vals de los monstruos (2018); y si bien en un principio se acercó a las formas propias de la ciencia ficción y de lo fantástico en su sentido más tradicional, poco a poco ha ido decantando su escritura hacia una postura más híbrida —como también lo está haciendo Bibiana Camacho—, quizás hacia una forma de escritura que la estudiosa española Carmen Alemany Bay ha denominado “narrativa de lo inusual”. Algunos de sus últimos relatos del 2018 encaran la realidad más allá del efecto fantástico y se refugian en una combinatoria discursiva singular para crear en el lector no una duda sobre lo que lee, sino una extraña ambigüedad ante una realidad posible, pero aún anclada, aunque sea levemente, en lo insólito. Una realidad que se va escarapelando y que va mostrando pequeños intersticios que se escapan a las explicaciones convenidas (Alemany Bay, 2016). Amparada en esta nueva modalidad, Lola Ancira visibiliza al monstruo moderno, ese que se desliza sin enmascaramientos fantásticos aparentes, pero que sigue teniendo una singularidad, una exacerbación que, más allá de la metáfora evidente, posibilita la vacilación insólita, la ambigüedad propia de lo inusual. Porque en esta forma de ficción “prima la incertidumbre aunque los hechos transcurran en el plano real con transiciones hacia lo onírico o delirante” (Alemany Bay, 2016: 135). Todo lo cual le permite a esta joven narradora denunciar con efectividad la violencia simbólica que “se encarna en el lenguaje y sus formas” (Žižek, 2009: 10); porque es a través del discurso y de cómo se articula que podemos darle sentido y valor a la violencia que se ejerce sobre el otro. Esa violencia que en sus cuentos se construye para connotar un malestar social que va más allá de la anécdota estrambótica, de la incidencia insólita. Esto posibilita una reflexión, gracias a esos vacíos de aparente sinsentido en sus historias, para que el lector complete la proyección de la realidad que, aunque no sea “la realidad”, se le parece demasiado. 

Para concluir este breve acercamiento sobre algunas autoras en el contexto contemporáneo que han renovado desde su literatura géneros de orden insólito, es oportuno decir que sus universos creativos se entrecruzan para evidenciar las problemáticas sociales, principalmente de las mujeres, develando las desgastadas normas de control y represión, que siguen negándose a ser inclusivas. Formas que intentan perpetuar la represión y la sujeción de lo femenino, ello siempre ligado a sistemas de representación colectivos que las degradan y condenan a la periferia. Pero también denuncian la manera en que es tratado el ser humano en general para mostrar cómo es cosificado, fragmentado, bestializado, desdoblado, enloquecido, enajenado, hasta llevarlo a los límites de sí mismo, hasta mostrarlo en su total degradación o en busca de redimirse más allá del miedo y de sus circunstancias como sujetos de rendimiento. Camacho, Vargas y Ancira, desde distintos tonos literarios, desde una escritura propia, coinciden en la manera de enunciar el acto de lo imaginario como una forma de resistencia. Por ello, todas estas renovaciones, actualizaciones o nacimiento de nuevas figuraciones para lo insólito validan la necesidad de su existencia, como bien lo expresa Rosalba Campra: “Si la intención autoral sólo fuera denunciar una injusticia, una desigualdad, una violencia, ¿para qué recurrir a modulaciones fantásticas cuando se dispone de la inmediatez del realismo? ¿Hay acaso algo, en lo fantástico, que permite ‘decir más’?” (Campra, 2019: 93). Seguramente sí, por ello los invito a leer a estas escritoras, como a todas aquellas que se han comprometido no sólo con una realidad, sino con cada una de ellas, porque hay tantas perspectivas válidas como miradas críticas sobre el mundo.

 

Referencias

 

Alemany Bay, Carmen (2016), “Narrar lo inusual. Bestiaria vida de Cecilia Eudave y El animal sobre la piedra de Daniela Tarazona”, Romance Notes, vol. 56, núm.1, pp.131-141.

Ancira, Lola (2013), Tusitala de óbitos, México, Pictografía/CONACULT/INBA.

Ancira, Lola (2018), El vals de los monstruos, México, Fondo Editorial Tierra Adentro.

Bachelar, Gaston (2001), La poética del espacio, México, F.C.E.

Camacho, Bibiana (2013), La sonámbula, México, Almadía.

Campra, Rosalba (2019), En los dobleces de la realidad. Exploraciones narrativas, España, Eolas ediciones.

Kafka, Franz (2005), Aforismos de Zürau, España, Sexto piso.

Kristeva, Julia (2006), Historias de amor, México, Siglo XXI.

Vargas, Iliana (2012), Joni Munn y otras alteraciones del psicosoma, México, Fondo Editorial Tierra Adentro.

Vargas, Iliana (2017), Habitantes del aire caníbal, México, Resistencia.

Žižek, Slavoj (2009), Sobre la violencia. Seis reflexiones marginales, Barcelona, Ediciones Paidós Ibérica.

 

Cecilia Eudave (México). Narradora y ensayista. Es doctora en Lenguas Romances por la Universidad Paul Valery III, Montpellier, Francia, e investigadora en el Departamento de Letras de la Universidad de Guadalajara. Ha publicado varios libros de ensayos, como Sobre lo fantástico mexicano (2009) y Diferencias, alteridades e identidad (narrativa mexicana de la primera mitad del siglo XX) (2015). Entre su obra creativa destacan las novelas Bestiaria vida (2008 y 2018), con la cual ganó el premio Juan García Ponce, y Aislados (2015), así como sus libros de cuentos Registro de imposibles (2000, 2006 y 2014), Técnicamente humanos y otras historias extraviadas (2009), Para viajeros improbables (microrrelatos, 2011), En primera persona (2014), Microcolapsos (microrrelatos, 2017 y 2019), y sus libros de cuento infantil Papá Oso (2010) y Bobot (2018). Ha sido traducida a varios idiomas y ha participado en antologías y revistas tanto en México como en el extranjero. En 2016 se le otorgó la Cátedra América Latina en Toulouse, Francia.