Alaíde Foppa: un perfil poético
Diana del Ángel
para encontrar tu rostro Alaíde
habrá que buscar también los otros
innumerables rostros
que nos faltan
Isabel Fraire
La desaparición forzada y posterior ejecución extrajudicial de Alaíde Foppa ocurren en la realidad latinoamericana, marcada por gobiernos dictatoriales promotores de violencia estatal, cuyo último sello es el olvido. De ahí que cultivar la memoria sobre nuestras desaparecidas y desaparecidos sea un acto de amorosa resistencia y paciente revolución. Luego de su detención por parte del ejército guatemalteco, en México se constituyó el Comité Internacional por la Vida de Alaíde Foppa, que demandaba su aparición con vida, el cual no tuvo fortuna en ese empeño. Escritoras y pensadoras, como Elena Poniatowska, Marta Lamas, Carmen Lugo, Margarita García Flores, Nathalie Ludec, Isabel Fraire, Isabel Custodio, Jean Franco, Luz Méndez Vega y Gilda Salinas, han mantenido la presencia de la poeta mediante escritos, testimonios y poemas.
El nombre de Alaíde Foppa llegó a mis oídos cuando estudiaba en la preparatoria; no lo escuché en las clases, sino de los labios de un compañero simpatizante del EZLN que nos contaba historias relacionadas con las dictaduras de América Latina. Una poeta desaparecida, fue todo el epíteto. Entonces no sabía que Alaíde nació en Barcelona en 1914, ni que se educó en distintas escuelas de Europa, debido a que su padre, Tito Livio Foppa, tenía un cargo diplomático. Años más tarde, en la Facultad de Filosofía y Letras, su nombre reapareció frente a mis ojos en la placa de un aula. “Fue terrible lo que le hicieron”, dijo el profesor que nos daría la clase. Tiempo después comprendí que “terrible” se refería a su detención, desaparición, tortura y muerte. Si bien su imagen se ha vuelto emblema de búsqueda de justicia para muchos, lo cierto es que su nombre debería estar más unido a su palabra que al silencio con que allanamos sus últimos días.
En Guatemala, después de su muerte, sus libros fueron prohibidos; en México, se sumó a las muchas otras poetas olvidadas y marginadas del siglo XX. Si bien dos universidades tienen aulas y bibliotecas con su nombre, ninguna de estas la ha incluido en los planes de estudio de las carreras de literatura. En internet se pueden encontrar algunos poemas. “Mujer” es sin duda el más famoso y, quizá, en donde mejor se aúnan su pasión por el lenguaje y su compromiso con la lucha feminista, que ella impulsó con su clase, Sociología de las Minorías, y en su programa Foro de la mujer, transmitido por Radio UNAM. Alaíde Foppa fue escritora, crítica de arte, feminista, editora, lectora, traductora, profesora, madre, esposa, intérprete simultáneo, activista, mujer.
En “Poema de Navidad para Alaíde Foppa”, Isabel Fraire habla de los muchos rostros que tuvo la poeta exiliada en México. Quizá el que más me sorprende e intriga es el de su arrasadora transformación, de la cual dan cuenta todas las escritoras que la conocieron y hablan de ella. La mudanza de su casa en la Colonia Florida a un departamento en Coyoacán es sólo la punta del iceberg que señala su capacidad de hacer frente a una situación de emergencia como la que estaba viviendo: el duelo por la muerte de su hijo y, más tarde, de su esposo, además de la preocupación por sus otros dos hijos en la guerrilla. Ante estas pérdidas, Alaíde calla su escritura, gesto que resuena dolorosamente en el de Javier Sicilia años más tarde en una guerra distinta. En ambos casos la pérdida de un ser amado en contextos de violencia estatal obliga al escritor a tomar una postura; los dos deciden silenciar su poesía para hacerse escuchar en la historia.
Alaíde asumió un camino sinuoso que requirió discreción y soledad. Dada su circunstancia, no se pudo hacer acompañar de miles, como lo consiguiera Sicilia en la “Marcha por la Paz con Justicia y Dignidad”. Eran otros tiempos los de Foppa, fue otra su estrategia y distinto el resultado. Sin embargo, el paso del tiempo no ha desdibujado la fuerza de su gesto, por eso seguimos buscándola y ella permanece latente ante nosotros en sus palabras. Acaso el rostro más asequible y perdurable, por la cualidad de la escritura, sea el que está en su poesía. Mayormente caracterizada como intimista, la obra poética de Foppa presenta territorios donde se cruzan el trabajo del lenguaje con las inquietudes políticas, de marcada tendencia feminista. Su primer libro, La sin ventura, está dedicado a Beatriz de la Cueva, viuda de Pedro de Alvarado, quien fue nombrada, a la muerte de su esposo, gobernadora de Guatemala. De la Cueva fue la única mujer que ocupó ese cargo durante el Virreinato; desafortunadamente, murió a los dos días, debido a que la iglesia donde rezaba sucumbió a un temblor. No obstante, los papeles oficiales que firmó llevaban la rúbrica: “Señora Gobernadora, la sin ventura”.
La sola elección de este personaje, único en la historia del Virreinato, es un claro gesto de los intereses peculiares de Foppa. La autora rechaza las acciones propias de la guerra de Conquista en la que participaba el señor gobernador para centrarse en la épica de la espera, en el ámbito doméstico, donde Beatriz de la Cueva observa y escucha un mundo nuevo para ella. Nos muestra la intimidad de la futura gobernadora: “No le movía en su sueño de mando / un anhelo de gloria y poderío”. Este gesto representa, si tomamos en cuenta que Foppa escribe esto en 1955, una apuesta por una poesía que pone el foco en los intereses y deseos de la mujer. Esta forma de encarar la escritura —quizá hoy nos parece común, pues es uno de los rasgos predominantes de los textos escritos por mujeres en pleno siglo XXI— significó sin duda una anomalía a mediados del siglo pasado.
Otro rasgo de este enfoque de la poesía de Foppa se encuentra en Elogio de mi cuerpo (1970), ilustrado por Elvira Gascón. Alaíde escribió estos poemas mientras estaba enferma, de modo que los textos, valga decir la palabra, son una forma de cuidar su organismo. Foppa afronta lo corporal de una manera disruptiva. Tradicionalmente en la poesía el cuerpo femenino se presenta como objeto de deseo, como pretexto para el erotismo. Cuerpos carne, no deseantes ni pensantes. Foppa parte de la experiencia de la enfermedad para reflexionar sobre el suyo en tanto espacio y herramienta para el mundo.
En Los dedos de mi mano (1958), ilustrado por Dagoberto Vázquez, aborda la maternidad. Foppa encuentra un símil preciso entre la anatomía de su extremidad superior y el número de hijos que tuvo. Este libro también data de mediados del siglo pasado. El tema había sido cultivado en la poesía de carácter cívico, se planteaba desde la idealización, construyendo la idea de una madre siempre amorosa y sacrificada. “El ángel del hogar”, escribió José María Vigil en su introducción a Poetisas del siglo XIX, siguiendo el proyecto ilustrado decimonónico. Desde los años setenta y ochenta del siglo XX, mucho más en la producción de las poetas del siglo XXI, esta imagen ideal (e irreal) se ha cuestionado.
“¿Quién eres tú?”, dirigido a un “hijo tardío”, expresa el conflicto que entraña la maternidad:
Perdóname, hijo:
hasta me ha parecido
que no había lugar para ti.
Mi corazón, ya lo verás,
es una granada abierta.
Y yo estoy cansada.
Además,
tú me vas a quitar
este retazo de mi vida
que me han dejado los otros:
casi nada,
pero me duele desprenderme
de lo último que me queda.
(Los dedos de mi mano, 19-20)
Es imposible no leer estos versos sin que resuene el “Se habla de Gabriel”, de Rosario Castellanos, o el “hijo ocupa”, de Maricela Guerrero, en Se llaman nebulosas. Foppa expone, sin desgarro, pero con crudeza, las tensiones habidas en una mujer que alberga la vida de otro ser y decide tomarla bajo su cuidado. No es la madre abnegada, sino una mujer cuyos deseos y espacio propio se ven trastocados. He señalado tres aspectos generales que buscan mostrar el rostro de la poesía de Alaíde Foppa. Una suerte de invitación a descubrir en su obra las huellas que completen la historia de la poesía mexicana del siglo pasado. Si el ejército guatemalteco logró desaparecerla y causarle la muerte, como comunidad lectora tenemos el poder de sustraer su palabra del olvido.
Diana del Ángel (Ciudad de México, 1982). Doctora en Letras por la UNAM. Ha publicado Vasija (Instituto de Cultura de Morelos, 2013), Procesos de la noche (Almadía, 2017) y Barranca (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2018).