ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Eponiquio

Elena Gómez

 

Soy lindero inundado de membranas

azules amarillas

flotan al margen

como

paredes arteriales 

llevando el cauce de la sangre

como tapias coronarias

                                  interna

                                  músculo

                                  pericardio

esta piel me separa 

primero de mi madre

luego del otro

esta piel cuyo contorno

mantiene contenidas a las células 

 

Mis dedos acarician

un mar amniótico

de ondas concéntricas

diminutas que estallan revientan

en la seda del útero que me arropa

músculo hueco     pera dulce     mantequilla

 

Alienada en la matriz

envuelta en perimetrio/cigoto habitado por barrera

permeable/selectiva [meninge]

capa quebradiza/queratina

invaginación epidérmica/película hidrolipídica

fina viscosa/túnica albugínea

superficie inervada en huesos

nervios periféricos/haces de axones/tela timpánica

todos ellos

         mis litorales internos

         perfectamente construidos

 

El cirujano desliza sobre la pelvis

la navaja 

rasga

me libera

 

En el mundo 

un salar de Uyuni divide cielo/mar/tierra

montañas recortadas sobre fondo celeste

 

Poso mis dedos en marfil de piano

La música y un fresco bizantino lavan la herida

 

El párpado delgada pared cubre el ojo

me aparta del mundo

 

Mi voz tiene borde

un muro castrante

que herra su tara

 

En cada sinapsis

se labran los linderos

y abismos 

de la infancia

 

 

Cosas que sé mientras escribo

 

1. Tengo profundo respeto por la palabra.

2. Cada texto que escribo es una oportunidad de encontrar mi voz y estilo.

3. Me interesa ser auténtica al escribir. No emulo a los grandes escritores. Los admiro, aprendo de ellos, pero no me comparo con nadie.

4. Escribo con la humildad de una constante aprendiz.

5. Cuando no estoy escribiendo, sueño y pienso lo que escribo. Las ideas dan vuelta en mi cabeza por largos períodos y de manera recurrente, hasta que se asientan y puedo darle forma a un texto.

6. Vivo y tomo notas de la vida.

7. Leo y releo en voz alta; una y otra vez. Tengo una fascinación especial por el impacto auditivo que producen mis palabras en el texto. Borro, corrijo y edito hasta que el sonido fluye como lo deseo.

8. Uno de mis retos es crear música e imágenes con las palabras.

9. Mientras escribo, intercalo momentos de lectura y paseos por el jardín. Tomo fotografías de insectos y flores. Luego regreso a la escritura.

10. Escribo a mano, con lápiz triangular Mapped. La textura de su grafito besa —literalmente— el papel. Mis manos deben estar recién lavadas, limpias para deslizarlas en el papel, de manera que este permanezca inmaculado.

Mi conexión con la escritura es un asunto personal. Me recuerda la voz de mi madre diciendo “ven conmigo, vamos a juntar menta”. Leo y escribo para no olvidar las ondas acústicas de la palabra inmarcesible.

Leo todo tipo de textos, géneros y autores. 

Pensé en escribir por primera vez en 2013. Me enamoré de la textura, el sonido piedra y la lubricidad de la palabra escrita. Practico a diario la escritura de cuentos cortos y poesía. Me gusta escribir ficción, ya que tengo la imaginación desbordada y una memoria fotográfica privilegiada. 

El lenguaje es un ser vivo que me repta dentro. Más que escritora tardía, soy una terca lectora. Todos los días escribo, leo, fotografío, pienso, cuestiono. La escritura, pero sobre todo la reescritura, exige trabajo diario. 

Para mí, la escritura es la forma en que juego en el mundo.

Escribo porque el tiempo se detiene cuando escribo. En palabras de Anne Carson: “sentir el júbilo de lo sublime es estar dentro del poder creativo por un momento”.

Escribo porque quiero que mis palabras trasciendan los límites de tiempo/espacio/cuerpo que me contienen. 

A veces, la escasez creativa se anida cómodamente entre mis costillas, me inunda una sensación de fracaso y retumban las palabras de Milton: “Soy un hombre y estoy cayendo. Me convierto en un hombre caído. Y desde el fondo exploro los límites de lo posible en mi interior”.

Y me veo cayendo al vacío. 

Cuando no encuentro recurso suficiente, me resulta doloroso escribir. Experimento un estado de absoluta autoconciencia de mi opacidad con todos sus matices. 

Lo que veo y oigo no proviene de mí. Pertenece al cúmulo del lenguaje que ha cruzado el tiempo para encontrarse conmigo ahora. 

Es cierto, los precursores ya lo han dicho todo y todas las palabras ya han sido escritas. Estoy en proceso de encontrar su eco, su voz hablando a través de la mía, de apropiarme de sus riquezas —que por ahora me son ajenas— para regresar al útero primigenio, al lenguaje materno, a casa.

 

Elena Gómez (Ciudad de México, 1970). En 2017 ganó el primer lugar de cuento infantil en el concurso del Estado de Coahuila-Fundación PAPE, con “Zapalinamé”. Fue becaria del PECDA en 2018 con el proyecto “Mascotas [generación X]”. Aparece en diversas antologías, como Cartografía a dos voces (Fundación PAPE e Instituto Municipal de Cultura de Saltillo, 2016), Estos son mis papeles (Seminario Amparán y SEC, 2016), Resonancia en acción (ComuArte, 2017), Mujeres poetas en el país de las nubes (Centro de Estudios de la Cultura Mixteca, 2017) y Villa Diodati (Seminario Amparán y Cerdo de Babel, 2020). Ha publicado en Replicante, Blog del Seminario Amparán, Asociación Canadiense de Hispanistas, Carruaje de Pájaros y en Acequias. Forma parte del taller de poesía de la revista Grafógrafxs.