ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Luis Eduardo García: “La poesía opera como un glitch, como una falla que nos muestra dimensiones más o menos ocultas del lenguaje”

 

Luis Eduardo García (Guadalajara, 1984) es uno de los poetas mexicanos más interesantes de los últimos tiempos. Su libro Reseñas en un tweet apareció hace un par de semanas en la colección Pasavante de grafógrafxs. Un libro lúdico, lectura sobre lecturas, múltiple, proteico y entre la saturación de un tono que parece no ocultar nada al espectador, que se entrega simple, casi natural. Ahí mismo aparece el pánico, la invasión y la suma de todos los males: dudar del arte, “estetizar” mezclando códigos excéntricos y referencias de tan vagas ciertas, tomaduras de pelo, exceso de internet, quimeras, Godzillas, Kaijus y un poderoso sentido del humor, en el que incluso Bob Ross regresa a timarnos en forma de poema para colorear las interminables guerras de este siglo. 

 

 

grafógrafxs: ¿Crees en la inspiración?, ¿tienes algún hábito, manía o detonador para escribir?

 

Luis Eduardo García: Hace algunas noches me enfrenté al jefe final de Cuphead. Por más que me esforcé no pude matarlo. Me fui derrotado (y frustrado) a dormir. Al día siguiente jugué como un campeón y pude terminar el juego. Hay momentos en los que somos menos idiotas.

Respecto a los hábitos de escritura, siempre escribo con música. Me ayuda a encontrar tonos o atmósferas.

 

grafógrafxs: ¿Qué música escuchas para escribir?

 

Luis Eduardo García: Música sin voces. Últimamente he estado escuchando Ghosts V & VI, de Nine Inch Nails.

 

grafógrafxs: Hace varios años se ponderaba que los videojuegos eran la nueva narrativa o el arte que amalgamaría todas las artes de este siglo (y seguramente, la poesía), que hay incluso novelistas que escriben los guiones. Frente a la tecnología, ¿qué sitio piensas que puede ocupar la poesía?, ¿es más común pensarla como un "dispositivo anacrónico" en estos días?

 

Luis Eduardo García: Creo que puede ocupar el mismo sitio que ha ocupado desde hace mucho tiempo, es decir, un lugar con poca exposición a la luz. Y me parece bien que sea así. De cierta manera, la poesía opera como un glitch, como una falla que nos muestra dimensiones más o menos ocultas del lenguaje. Así que tiene mucho de excepción, de rareza.

 

grafógrafxs: En esta relación tirante huevo-gallina, de becas y premios respecto a libros y arte en general, ¿qué opinas?, ¿son necesarios para desarrollar una idea, para encontrar la forma de que un libro sea publicado? ¿Qué tanto determinan becas y premios, influencian la uniformidad y dan estilo a algo identificable con la poesía o el arte mexicanos? ¿Qué modificarías o agregarías?

 

Luis Eduardo García: Necesarios no (ahí están, por ejemplo, Ángel Ortuño e Ismael Velázquez Juárez, que sin premios ni becas son dos de los poetas más interesantes de nuestro panorama), pero sí representan un apoyo enorme en un medio tan precarizado. En cuanto a la uniformidad y el estilo, creo que sí, premios y becas pueden delinear ciertas tendencias; lo hemos visto, por ejemplo, con la proliferación del “libro de sesenta cuartillas, con unidad temática y corte híbrido”. Mas no creo que esto último sea necesariamente negativo. Hay, en efecto, libros de mierda que siguen esa suerte de modelo, pero también hay libros increíbles. Lo que cuenta, al final, es la singularidad de las escrituras.

Buscaría más equilibrio en todo sentido. Recuerdo una generación del Fonca en la que compartí grupo con tres poetas de la CDMX, uno de San Luis, uno de Veracruz y una de Querétaro. Cinco mujeres y dos hombres. Tres poetas de una sola entidad.  Creo que, al menos en lo que a las becas se refiere, el centralismo sigue siendo uno de los grandes males. 

 

grafógrafxs: ¿Qué buscas cuando eres tutor o jurado?

 

Luis Eduardo García: Cuando he sido tutor trato, sobre todo, de respetar la singularidad de cada autor, de no imponer mi perspectiva a costa de la suya. Mientras que como jurado he evitado premiar la poesía marca premio Aguascalientes, esa poesía inofensiva y genérica que va muy cómoda de un lado a otro arrasando con cuanto juego floral se cruza en su camino.

 

grafógrafxs: Cuando impartes talleres para niños, ¿de qué forma abordas la escritura para cautivarlos?

 

Luis Eduardo García: Precisamente ahora estoy impartiendo un taller para ellos. Lo primero que les dije al comenzar fue que la poesía puede ser divertida y alocada. Trato de que comprendan la libertad que puede surgir de ella. Que sepan o recuerden que las palabras también sirven para jugar.

 

grafógrafxs: Es común creer que la especialización en literatura (profesionalizarse) conduce a escribir poemas. Podrías compartirnos un poco de tu historia en ese sentido, el trabajo para vivir, sostener una familia como un hemisferio de otro creativo, impostergable y completamente libre. 

 

Luis Eduardo García: Escribo desde que tenía 15 años, antes de que cualquier idea sobre profesionalizarme pasara por mi cabeza. Simplemente fue algo que ocurrió y que pronto se volvería una dimensión cada vez más importante para mí. En algún momento, cuando se llegó la hora de decidir qué es lo que quería hacer de mi vida, la respuesta fue muy clara: escribir. Cualquier otra cosa me habría hecho infeliz. Por supuesto no pasó mucho tiempo para darme cuenta de que también tenía que comer, así que pensé en un plan que no me alejara tanto de la escritura y a la vez pudiera mantenerme a flote. Fue así como abrí un cibercafé que también funcionaba como taller de reparación. Durante casi diez años escribí poemas frente a la pantalla de esa computadora-servidor a la que apodábamos “La legendaria”. Pájaros lanzallamas, Dos estudios y Armenia son libros que escribí mientras hacía impresiones, instalaba sistemas operativos y descargaba música para ponerla en reproductores de mp3. Y fui feliz. Ese pequeño negocio me permitió, además de ganar tiempo para escribir, no volver a tener gente dándome órdenes (cosa que detesto profundamente), hacer amigos, leer mucho, tener cierta estabilidad económica, etc. Incluso me casé y a los pocos años nació mi hija. El problema fue que en algún momento dejó de ser suficiente escribir y leer cada vez que el negocio me lo permitía. Comenzaron a molestarme las interrupciones; cada día llegaba a casa quejándome de los clientes que necesitaban ayuda para abrir su propio correo electrónico, entre otras cosas. Así que supe que necesitaba un cambio de aires. Y bueno, ya tengo cinco años en casa, dedicándome a hacer lo que más me gusta (con el paquete multitareas que eso implica). Claro que para poder hacerlo fueron necesarios años de trabajo (míos y de mi esposa), ahorros, becas, suerte, entre otras cosas; pero pienso que la cuestión es simple: quien quiera escribir —y con esto me refiero a hacerlo realmente, con intensidad— debe encontrar la manera, adaptarse a las posibilidades del momento. No es necesario estudiar letras, no es necesario haber nacido en un entorno privilegiado (aunque seguramente lo hace más sencillo), lo que se necesita es determinación, disciplina y leer mucho.