ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Futbol

Elena Gómez

 

 

Yo he de haber estado como en tercero de primaria, creo. Segundo o tercero de primaria en Los Mochis. Estaban todas las calles sin pavimentar. Todas. Eran unas calles que tenían. Recuerdo que decían que tenían dieciocho metros de ancho. Eran muy anchas. Porque era un plan. Un plano según unos gringos que hicieron ahí un ingenio azucarero. Y las trazaron según Estados Unidos, mijita. Pero no tenían ni drenaje ni pavimento. Casi todas las ciudades de México así eran. Entonces, como a media cuadra de la casa, por la acera de enfrente, había una matanza y mataban animales: reses y cerdos nada más. Los pollos los mataban allá en el mercado. Los vendían. Y decían: “Deme ese pollo”. “¿Quiere que se lo mate y lo desplume?”. “Sí”. Tenían agua hirviendo. Lo metían en un balde. Le torcían el pescuezo. Lo metían en un balde. Les quitaban… y se los daban. Ya se lo llevaban pelón, desplumado. Ahí mismo tenían huevos en pilas, así, en la tienda del mercado. Iba mi mamá. “Quiero unos huevos para ponérselos a una gallina”. Sí. Iba y escogía. Los redonditos, pollas; los alargaditos, pollos. Y agarraba huevos blancos, de esos otros colorados, ¿vedá? Unos pecosos. De distintos. Y salían gallinas buchipelonas, avadas, de color avado, blancas, coloradas, rodailand, de todo. Y los veían a ver si no estaban muy viejos. Se les notaba que estaban muy viejos si había una cámara de gas grande. Tenían un foco aquí para que las señoras pudieran ver si eran nuevos o viejos los.Y si eran viejos, no los compraban. Eran para comer. Pero también servían para ponérselos a las gallinas que no iban a estar hueros. Los huevos viejos el señor los ponía allá, aparte. No los compraban.

Jugábamos allá. Lo único que se jugaba era el beisbol. No había espiro, no había básquet, no había voli. No había nada. Espiro bol es un palo con un mecate y una pera inflada. Se pone un muchacho de este lado y otro de este otro lado y le pegan a ver quién lo enreda primero, ¿ves? Uno a enredarlo, bueno, los dos a enredarlo, y el otro a desenredárselo. Y el que lograba enredarlo era el que ganaba, ¿sí?

Pos nosotros, nosotros, jugábamos. No había balones. Las únicas pelotas que teníamos eran unas que hacíamos de medias y de calcetines y las cosíamos. Pos ahí les decíamos a las mamás y jugábamos al beisbol. Pero sí sabíamos que había futbol, pero no teníamos pa comprar el balón ni nada de´so. Entons íbamos ahí a la carnicería y le decíamos al señor:

–Oiga, ¿tiene vejigas? ¿De marrano?

–Síí.

Muy apestosas, a puras orinas, puros chis.

–¿No nos vende una?

–Sií.

Nos ha de´ber costado unos veinte centavos, un tostón. No valían nada las cosas. Esa la lavábamos, ¿verdad? Con agua, y ya que estaban lavaditas más o menos, las empezábamos a inflar y se distendían. Eran unos baloncitos como de´ste tamaño, ¿ves? Como un melón. Batallábamos mucho para inflarlas y la inflábamos a través de la uretra que le cortaban al marrano. Nosotros no sabíamos que era la uretra. Era la vejiga y por donde se inflaba. Y ya. La amarrábamos con un pedazo de trapo y con eso jugábamos al futbol. Acababan desinflándose en una patada y a inflarla otra vez hasta que aguantara o nos aburríamos y ahí la tirábamos ya.

Es que en Mochis hay grandes extensiones de siembra de melón, de chiles, de esos chiles dulces morrón, de chile piquín. No, el piquín era del monte, y de berenjenas.

 

Nota

 

En Grafógrafxs hicimos un ejercicio de oralidad. Quise platicar con mi papá y salió este texto sobre el futbol de los años cuarenta en Los Mochis. Rescaté parte de su memoria, mencionó palabras desconocidas para mí y las saboreé como si fueran caramelos. Descubrí oficios de otras épocas. Me contó anécdotas de cuando la gente no vivía a través de las pantallas. Me habló de cosas que ya no existen,  de personas que ya no viven. Pude ver cómo era su infancia.

La manera tan peculiar en que él nombra las cosas, las palabras que utiliza mientras habla y su manera de contar fue, para mí,  la revelación de su universo.

 

Elena Gómez (Ciudad de México, 1970). En 2017 ganó el primer lugar de cuento infantil en el concurso del Estado de Coahuila-Fundación PAPE, con Zapalinamé. Fue becaria del PECDA en 2018 con el proyecto “Mascotas [generación X]”. Aparece en diversas antologías, como Cartografía a dos voces (Fundación PAPE e Instituto Municipal de Cultura de Saltillo, 2016), Estos son mis papeles (Seminario Amparán y SEC, 2016), Resonancia en acción (ComuArte, 2017), Mujeres poetas en el país de las nubes (Centro de Estudios de la Cultura Mixteca, 2017) y Villa Diodati (Seminario Amparán y Cerdo de Babel, 2020). Ha publicado en Replicante, Blog del Seminario Amparán, Asociación Canadiense de Hispanistas, Carruaje de Pájaros y en Acequias. Forma parte del taller de poesía de la revista Grafógrafxs.