Dos poemas
Elena Bulsara
Comiendo hamburguesas a las 2 de la mañana
Creo que si siento alguna caricia
me soltaría a llorar,
sobre todo,
una caricia sincera, en el rostro
con la palma hacia dentro como cuando tomas un regalo
y las miradas se conectan.
Lloraría, estoy segura.
Qué perra soledad,
qué perra amargura en este mundo de luces ebrigüer
en cada esquina,
en cada recóndita esquina de nuestra mente achicharrada.
Pero tengo 800 amigos en feis
Y milytantos en el insta
¿por qué estoy tan sola?
¿por qué me llora el cuerpo si tengo todo?
Llega el agua, el gas, el sol, se sacia el hambre.
Hay internet, hay escuela, hay cama
¿qué falta, puta madre, qué falta?
Ensucio la última pulcritud que me abraza con los pies grises.
Extraño el carrujo que me decía:
—Todo va a estar bien, Elena,
aquí estoy.
Yo te puedo dar un poco de esa felicidad que te falta.
Extraño,
porque no funciono bien si la realidad no se me distorsiona.
Yo el alcohol no lo soporto,
la ebriedad consume mi cordura y sólo sueño que duermo.
La taza del excusado llena de agua de guayaba
y mis arcadas rompen el silencio.
Sudo en frío y sueño que vomito.
La garganta arde,
uno siente que colapsa.
Pienso
¡qué maldito el alcohol!
Nunca más,
y a los tres días otra vez la Dos Equis
empinada sobre mis labios rotos,
tomando el Centenario que esconde mi abuelo atrás de la televisión,
comprando un Presidente y unos Winston blancos en el Oxxo.
Pero estoy bien, lo juro.
Quizá sólo debería quejarme menos.
Dice mi mamá
que debo dar soluciones no quejas,
me grita
¿pero qué solución puedo dar yo?
Si llevo ya varios años quebrada,
estancada como el plato sucio que nadie lleva al fregadero,
como el cochambre en el puesto de hamburguesas,
donde la que despacha me dice
—¿Todo bien, chula?
—Sí, seño, gracias,
todo bien.
Herencia
Tomas las llaves de la encimera
el carro
la puerta con el mosquitero
el carro color arena de tu abuela
en la puerta
es tuyo, ya es tuyo
sientes el llavero
una figura de la Magna presencia enmicada
y piensas
la muerte nos trae regalos inesperados
pero prefieres a tu abuela
en vez de su carro largo
un Altima del 2000yalgo
El asiento, cómodo
el sonido de la avenida que vibra
el retrovisor, la credencial de adulto mayor que cuelga
Y atrás
otro auto
un Versa blanco de 2000diezyalgo
Y atrás
la ausencia
ves la calcomanía de Raiders en el parabrisas del carro
y del retrovisor cuelga un Jake,
el perro de peluche que te presumía tu tío
¿Qué hubiera sucedido?
Si aquellos dueños de los autos te llevaran de copiloto por una nieve
o al Soriana
o a la fiesta nocturna a conocer a los amigos,
y ver sus autos estacionados en la calle
Luego
tu tío y tu abuela sentados frente a la mesa charlando
que le falta afinación
dice tu abuela
que le falla el freno de mano
dice tu tío
Regresas al carro color arena
un olor a aromatizante de lavanda te marea
y las lágrimas se te esconden en las mejillas
las tragas
observas:
atrás de ti
un peluche amarillo, inerte, polvoso
Debajo de ti
el asiento del piloto
acomodado para tu abuela
Nota
Comiendo hamburguesas a las dos de la mañana surgió como una respuesta a tratar de explicar esa soledad que se engendra en los puntos decadentes de nuestro espíritu, según decía mi maestra de la primaria, cuando una le entra en exceso al mundo de las sustancias nocivas para la salud, y remata al lado de un puesto de hamburguesas al analizar la individualidad dentro de los huecos que se quedan en el cuerpo.
Herencia es un poema que intentó hablar sobre los autos. Se genera en el taller de Grafógrafxs, pero se escribe una noche en la que extrañé (como muchas) a los que ya se fueron y nos dejaron objetos en forma de recuerdos.
Elena Bulsara (Chihuahua, 2000). Estudiante de Letras Españolas en la Universidad Autónoma de Chihuahua. Colaboró en la gaceta de literatura Destellos, de la Universidad de Colima, y en el suplemento Ágora del Diario de Colima. Es integrante del taller de poesía de Grafógrafxs.