ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Bruno Brum: “Acostumbro decir que no hay nada más fácil
que escribir difícil”

Grafógrafxs entrevista a Bruno Brum, por Sergio Ernesto Ríos

 

 

Sergio Ernesto Ríos: ¿Cuál es el estado de la poesía brasileña actual? 

 

Bruno Brum: Es difícil hablar de la poesía brasileña como un todo, pues, como sabemos, Brasil es un país inmenso, que abarca realidades distintas y conflictivas. Lo que puedo presentar, por lo tanto, es el punto de vista de alguien que siempre vivió en la región sudeste (la más rica del país, donde se concentra la mayor parte de las editoriales y aparatos culturales) y se dedica hace más de dos décadas a esta actividad casi clandestina llamada poesía. Al final de la década de 1990, el medio literario en general pasó por una especie de “revolución industrial”. La popularización de las computadoras personales y de los software de edición posibilitó que autores y editoriales independientes profesionalizaran su producción. En otras palabras, se volvió más fácil y barato editar libros que, desde el punto de vista de su hechura material (portada, diseño gráfico, impresión, acabados), podrían competir en igualdad de condiciones con libros publicados por las grandes editoriales comerciales. Más adelante, con la impresión digital bajo demanda, se volvió posible publicar libros con tirajes iniciales de 50 o 100 ejemplares, lo que disminuyó drásticamente los costos en imprenta y almacenamiento. Al mismo tiempo, el internet, inicialmente con sitios y blogs, y después, con las redes sociales, permitió que esa producción pudiera ser divulgada de forma ágil y amplia. Permitió también un mayor contacto entre los autores, lo que estimuló el surgimiento de revistas, editoriales y eventos independientes. Por último, los libros digitales fueron aún más allá, al descartar la necesidad de costos de imprenta y distribución. Esta democratización de los medios de producción, sin embargo, no fue acompañada del crecimiento del público lector. La poesía continúa ocupando un espacio periférico en relación con las otras artes, muy distante del público no especializado. Hubo, en verdad, una pérdida de espacio: la crítica literaria seria prácticamente inexistente en los periódicos y suplementos, los poetas contemporáneos raramente son leídos en las universidades, los eventos literarios y las grandes editoriales tienen una clara preferencia por la prosa de ficción o por autores de grandes editoriales, los espacios para la poesía están siendo uno a uno desechados. Vivimos también una crisis política sin precedentes, con un gobierno que promueve el desmonte sistemático de los mecanismos de subsidio para la cultura del país. Para empeorar la situación, los propios poetas no tienen la costumbre de leerse unos a otros. El escenario está compuesto, por un lado, por la producción, que crece en forma exponencial, y, por otro lado, por los espacios y por el interés en esta producción, que disminuyen cada día. Con la producción en alza y el consumo a la baja, la disputa por espacios en el medio literario se volvió una batalla digna de películas de vaqueros. La escena literaria está dividida en grupos rivales, que se organizan de forma jerárquica. Están los que siempre quieren tener la última palabra sobre lo que debe o no debe ser leído. Es un juego de poder. Los pocos espacios en las editoriales, en los premios, en los eventos, en la imprenta y en la academia son disputados en forma hostil y desleal.

Es curioso que las cosas sucedan de esta forma, pues, en principio, vivimos en un tiempo en que es más fácil producir y hacer llegar tu trabajo a las personas, sin intermediarios. Puedes publicar y distribuir tu propio libro, editar tu revista o sitio de poesía, crear y divulgar tu evento en You Tube, entre otras posibilidades innumerables. Sin embargo, los poetas parecen continuar presos en las viejas esferas de legitimación, lo que los mantiene sumisos frente a los grandes grupos editoriales, la gran prensa y los curadores de los grandes eventos. Esta contradicción, que pocos parecen notar, está en la base de mis acciones y de la crítica que hago al circuito de la poesía brasileña contemporánea. 

 

Sergio Ernesto Ríos: Recuerdo que ejemplificabas con el anuncio de un revólver en un buró de noche, en el que está también el Ulises de Joyce, una noción de alta cultura impenetrable, cerrada, en la que el arte, los libros o la literatura son artículos de lujo, algo accesible sólo para los privilegiados. Junto con la noticia de un nuevo impuesto para los libros en Brasil, tengo dos preguntas: ¿cuáles son los mayores problemas para la cultura y en especial para la poesía brasileña hoy? y ¿existe alguna forma de revertir esa relación y ninguneo que bombardea los proyectos culturales y literarios?

 

Bruno Brum: Los productos culturales, en Brasil, siempre parecieran destinados a volverse artículos de lujo, incluso cuando son hechos por o a partir del pueblo. Excepto la música popular y el cine comercial, que son bien difundidos en prácticamente todas las clases, la literatura, el teatro, las artes visuales, la danza, todo esto es visto como “cosa de ricos”, mientras que el pobre debe concentrarse en la lucha por la subsistencia. Esto dice mucho sobre la división internacional del trabajo y de cómo nuestras élites aún no abandonaron su mentalidad esclavista. Pasados 500 años de la llegada de los colonizadores europeos a las tierras brasileñas, aún somos una enorme hacienda que exporta commodities e importa tecnología a precios exorbitantes (no nos olvidemos que el arte y el lenguaje son también tecnologías). En el campo de la literatura existe un extraño fetiche por las ediciones de lujo, con papeles importados, tapas duras, acabados exclusivos y ediciones limitadísimas para coleccionistas. Asumiéndose de antemano que las ventas de libros son bajas, se opta por este modelo de producción elitista, como forma de obtener algún rendimiento financiero. Entramos, así, en este círculo vicioso de libros caros, con tirajes cortos, destinados a una élite intelectual, sin que sean tomadas medidas efectivas por parte de los gobernantes, editoriales e intelectuales para lidiar con la situación.

 

Sergio Ernesto Ríos: ¿Podrías hacer un balance de Leve um Livro a varios años de distancia? ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Qué cosas cambiarías, o agregarías? Y, en especial, ¿cómo realizarías hoy un proyecto de esa naturaleza?

 

Bruno Brum: La idea de la colección Leve um Livro surgió en 2012, con un propósito claro: llevar poesía contemporánea de calidad hacia fuera del medio literario. Después de muchos años escribiendo y trabajando en el mercado editorial como editor y diseñador gráfico, me incomodaba bastante constatar que los eventos y presentaciones eran frecuentados siempre por las mismas personas, que los libros circulaban siempre en los mismos y restringidos circuitos, que las personas en general sólo tenían contacto con la poesía en la escuela, la mayoría de las veces de forma traumática. Fue la constatación dura, no obstante real, de que la poesía no forma parte de la vida de la mayoría de las personas en mi país la que me llevó a intentar cambiar un poco las cosas. En la actualidad, uno de los grandes problemas de las ediciones independientes de literatura es la distribución. Este es el terrible punto flaco. Somos capaces de producir libros con calidad literaria y diseño, y divulgarlos en internet con nuestro círculo de contactos, pero todavía tenemos gran dificultad para encontrar lectores efectivos. La colección Leve um Livro se propuso distribuir, en forma gratuita, plaquettes de 16 páginas con una muestra de diversos poetas brasileños contemporáneos. Estos libritos, con un tiraje de 5 mil ejemplares al mes, eran facilitados en bares, cinemas, mercados, entregas públicas, comercios, estaciones de metro y también en el sitio del proyecto, en formato PDF. Queríamos alcanzar al ciudadano común en su día a día y despertarle el placer del texto. Si las personas no iban a la poesía, la poesía iría hasta las personas. Es claro que, a pesar de los excelentes resultados obtenidos, con los libros agotándose rápidamente y centenas de e-mails y mensajes recibidos de personas que comenzaron a interesarse por la poesía luego de descubrir la colección, sabíamos que la tarea de formar lectores en un país está mucho más allá del alcance de cualquier proyecto cultural coordinado por personas comunes. Es un problema que afrontar con programas de Estado, que involucra no sólo políticas públicas para el arte y para la cultura, también para la educación, a lo largo de décadas. De una forma o de otra, nunca dejamos de creer en el proyecto y lo mantuvimos de pie por tres años, con un saldo de 180 mil libros distribuidos en ese periodo.

 

Sergio Ernesto Ríos: ¿Cuál ha sido tu experiencia como autor frente al panorama editorial de Brasil? Estás a punto de lanzar una antología autoeditándote. ¿A qué responde esto? ¿Qué ventajas y desventajas encuentras?

 

Bruno Brum: Siempre me consideré un autor independiente, en el sentido más amplio posible. Tengo cuatro libros publicados, y edité, divulgué y distribuí los tres primeros por cuenta propia. Me gusta ese trabajo, me gusta hacer la portada, mandar libros por correo, mantener el contacto. Mi libro más reciente, Tudo pronto para o fim do mundo (2019), fue el único publicado por una editorial comercial de mediana/grande escala, pero incluso así acompañé de cerca todas las etapas de la publicación. Puedo decir que tengo cierto público que acompaña mi trabajo, y que este público viene creciendo a través de los años de forma lenta, aunque consistente. Mientras tanto, como ya dije en respuesta a la primera pregunta, la poesía brasileña está dividida en facciones, y estos grupos no acostumbran apreciar a quien piensa de forma independiente y cuestiona el status quo literario. Existen muchos privilegios en juego, como premios, dinero, espacio en los medios, en los eventos de prestigio y en las grandes editoriales, de las cuales nadie quiere abrir la mano. Siendo así, además de las barreras normales enfrentadas por la mayoría de los escritores (distribución precaria, falta de incentivo, falta de espacios, etcétera), es necesario lidiar con las sanciones aplicadas por estas milicias literarias, que persiguen a todos aquellos que se oponen públicamente a su modo de actuar, saboteando, silenciando, cerrando espacios y destruyendo reputaciones. La antología surgió como forma de driblar esos percances. Es también una forma de mantenerme fiel a mi origen independiente y buscar otras esferas de sustento para mi trabajo, afuera del circuito tradicional. No pienso en la antología, que será lanzada en formato e-book, como instrumento de consagración canónica o algo parecido, lo cual sería ridículo y pretencioso, sino como una herramienta para volver a poner en circulación algunos de los poemas de mis libros publicados hasta aquí (que tuvieron un tiraje promedio de 600 ejemplares, en un país de 211 millones de habitantes) e intentar encontrar nuevos lectores. Veo la antología como un instrumento dialógico, una tentativa de abrir canales de comunicación con personas de Brasil y del mundo.

 

Sergio Ernesto Ríos: En tu obra hay una búsqueda de legibilidad, humor, y la intención de llevar a la poesía fuera del territorio habitual de lo literario. ¿Cuál fue el contexto en el que creciste? ¿La ciudad y tu familia tienen alguna relación con tu búsqueda en el arte?

 

Bruno Brum: Acostumbro decir que no hay nada más fácil que escribir difícil. Bajo el barniz del literato, se esconden palabras vacías de sentido y de conexión con la vida real. Está claro que existen innumerables poetas, como Heberto Helder, que consiguen mantener una atmósfera de misterio y enrarecimiento en sus poemas sin perder la tensión formal, pero, en la mayoría de los casos hoy en día, el velo de lo difícil sirve apenas para encubrir la falta de qué decir. Busqué esa legibilidad que mencionas durante muchos años. Al comienzo mis poemas eran vagos; poco a poco, con bastante trabajo, fui encontrando un camino. El humor también está presente desde mi primer libro, Mínima ideia, de 2004. Busco hacer una poesía contemporánea, con temas y vocabulario contemporáneos. Veo la poesía como un dispositivo de desautomatización de la mirada. Todas las relaciones humanas son permeadas por el lenguaje, y al operar directamente sobre el lenguaje, designando nuevos usos para él (función poética versus función referencial del lenguaje, según nos enseñó Jakobson), el poeta es capaz de estimular nuevas capas de inteligencia y sensibilidad. Veo la poesía desde un sesgo crítico e inquisidor. Dentro de esta propuesta, el humor, el escarnio, la ironía y el nonsense funcionan como formas de cuestionar las verdades y patrones establecidos, sobre todo, los más triviales e imperceptibles, las microrrelaciones de poder, y permiten ver el mundo con ojos (un poco más) libres. Pasando a la última parte de la pregunta, nací en Belo Horizonte, capital de Minas Gerais, aunque luego mi familia se mudó al interior del estado. Pasé la infancia en Monte Santo de Minas, una ciudad de 20 mil habitantes. Cuando tenía 11 años, regresé con mis padres y hermano a Belo Horizonte, donde pasé la adolescencia y el inicio de la vida adulta, y en seguida me mudé a São Paulo. Aunque mi familia no tenga tradición artística o académica (no había biblioteca en casa), mi madre siempre fue muy exigente respecto a nuestra educación. Pues mi padre siempre fue comerciante, también distante del medio artístico, pero muy inteligente y carismático, además de tener un gusto especial por aventuras y vuelcos inesperados en la vida. Creo que todo esto, sumado a los cambios de ciudad, influyeron, directa o indirectamente, en mi gusto por el arte.

 

Sergio Ernesto Ríos: ¿Tienes algún recuerdo determinante de tus comienzos en la poesía?

 

Bruno Brum: Antes de querer ser poeta, edité cómics, tomé clases de pintura, tuve un grupo de teatro, intenté escribir un libro didáctico a los 8 años y armé una banda de death metal a los 16. Siempre sentí esa necesidad de crear cosas, imaginar mundos. Esta es una capacidad que todos tenemos de niños, pero que vamos perdiendo a lo largo de la vida. Afortunadamente conseguí preservar un poco de este ímpetu hasta hoy. La poesía llegó cuando tenía 17, casi 18 años. Todavía estaba en la escuela, y quedé bastante impresionado cuando estudié a los poetas de la segunda fase del romanticismo brasileño, en especial Álvares de Azevedo, poeta byroniano que murió a los 20 en 1852. Leí toda su obra y la de los demás románticos brasileños. La melancolía, el pesimismo, el subjetivismo, todo aquello fue contra mis ideas de adolescente y me hizo tener ganas de escribir. Pasé a frecuentar librerías de viejo y a leer libros afuera del currículo escolar. Mi biblioteca comenzó a ser formada ahí, entre 1998 y 1999. En seguida, leí a Augusto dos Anjos, otro gigante, y después, a Dante. Mis poemas en esta fase eran románticos, largos y llenos de angustia. La mayoría de estos poemas se perdieron con el tiempo, pero aún tengo aquí algunos cuadernos de esa época, que no pretendo mostrar a nadie. Cerca de un año después comencé a leer a los poetas del siglo XX, los modernistas Carlos Drummond de Andrade, Oswald de Andrade, Murilo Mendes, João Cabral de Melo Neto. Mis lecturas siempre fueron un tanto erráticas, voy leyendo lo que se me antoja. Nunca elaboré un programa de estudios muy organizado, excepto los dos años que cursé, sin concluir, Letras en la UFMG. Cuando publiqué mi primer libro ya estaba inmerso en la lectura de los poetas concretos y sus traducciones (Mallarmé, Joyce, Cummings, Octavio Paz, entre muchos otros). A partir de entonces, fui leyendo, escribiendo, buscando espacios. Aún estoy aquí.

 

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

Fotografía de Tatiana Perdigão.

 

Bruno Brum (Belo Horizonte, 1981). Ha publicado los libros Tudo pronto para o fim do mundo (Editora 34, 2019), Bruno Brum a ritmo de aventura y otros poemas (Palacio de la fatalidad, 2017) y Mastodontes na sala de espera. Fue ganador del Premio Gobierno de Minas Gerais de Literatura, en la categoría Poesía, en 2010.

 

Sergio Ernesto Ríos  (Toluca, 1981). Es director de Grafógrafxs revista de literatura de la Universidad Autónoma del Estado de México. Publicó Larga oda a la salvación de Osvaldo (UANL, 2019), en coautoría con Minerva Reynosa, El ganador del primer premio del centro de estudios interplanetarios (Periferia de escribidores forasteros, 2019), máquina portadora de cabezas (edición digital, 2018) Quienquiera que seas (FOEM, 2015), Brazuca (Palacio de la fatalidad, 2015), Obras Cumbres (Bongobooks, 2014), La czarigüeya escribe (Editorial Analfabeta, 2014), en coautoría con Diana Garza Islas, Muerte del dandysmo a quemarropa” (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2012) y Mi nombre de guerra es albión (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010). 

Tradujo del portugués Boa sorte, 7 poetas brasileñas (Grafógrafxs, 2020), Bruno Brum a ritmo de aventura de Bruno Brum (Palacio de la fatalidad, 2017); Droguería de éter y de sombra (Palacio de la Fatalidad, 2014) de Luís Aranha; Oda a Fernando Pessoa (Palacio de la Fatalidad, 2017), Paranoia (Palacio de la Fatalidad, 2013) y Voy a moler tu cerebro (Red de los poetas salvajes, 2010) de Roberto Piva; la antología de poetas brasileños nacidos en los ochentas Escuela Brasileña de Antropofagia (Kodama Cartonera, 2011). Tradujo del inglés, con Diana Garza Islas, Una noche, senté a Donald J. Trump en mis rodillas/Y otras teorías estéticas del siglo XXI (Oficina Perambulante y Palacio de la Fatalidad, 2017), a partir de un ejercicio de Chris Rodley.