Ana Estaregui: Veo el poema como ese ring de disputa
entre lo que se escribe y lo que se desearía haber escrito
Grafógrafxs entrevista a Ana Estaregui, por Sergio Ernesto Ríos
Sergio Ernesto Ríos: ¿Cuál fue el contexto en el que creciste? ¿La ciudad, tu familia, tienen alguna relación con tu búsqueda en el arte?
Ana Estaregui: Nací en Brasil, en una ciudad del interior de São Paulo llamada Sorocaba. En mi familia no había nadie que tuviera relación directa con el arte, excepto una prima más joven que fue a estudiar artes escénicas más tarde. Vengo de una familia de clase media con padres y hermano médicos, y abuelos que no tuvieron formación universitaria. Puedo decir que corrí con suerte al haber tenido padres con sensibilidad para percibir mi interés por el arte, pues desde chica me inscribieron en cursos libres de dibujo, clases de pintura, etcétera. Me siento muy agradecida con ellos por eso.
Sergio Ernesto Ríos: ¿Tienes algún recuerdo determinante de tus comienzos en la poesía?
Ana Estaregui: Desde pequeña tengo interés en la palabra. Terminé eligiendo graduarme en artes visuales por pensar que tendría mayor posibilidad de experimentación. Aunque haya elegido las artes visuales y no letras, creo que el interés por la palabra (y, posteriormente, por la poesía) siempre permeó esta elección. Creo que mi relación con la poesía fue dada dentro de este contexto, a partir del estudio de poesía visual (y de la poesía concreta y neoconcreta brasileña), en la cual la cuestión espacial del poema es central. Durante la graduación produje varios poemas considerando su espacialidad y materialidad (letras de madera, metal), poemas proyectados en el espacio, videopoemas, libros de artista con páginas de tejido transparente, entre otros. Más tarde acabé encaminándome al texto propiamente dicho e iniciando una producción escrita más regular. Un recuerdo muy fuerte del periodo de graduación era cuánto me interesaba aislar palabras en diferentes contextos y, a partir de este movimiento, poder observarlas como objeto de corporalidad. “Un tiro de dados”, de Mallarmé, fue un trabajo que me impactó mucho en esta fase. Algunos artistas brasileños, como Marilá Dardot, José Leonilson y Nuno Ramos, también fueron referencias importantes para mi formación.
Sergio Ernesto Ríos: Recientemente publicaste en la antología Uma alegria estilhaçada, de Gustavo Silveira Ribeiro. ¿Cuál es tu relación con esta generación? ¿Crees que es una generación con búsquedas estéticas afines?
Ana Estaregui: Creo que en la actualidad no es posible pensar una producción generacional tal cual como la generación del mimeógrafo o de los concretos en Brasil. Incluso si miramos de cerca estos grupos, también tienen producciones bastante heterogéneas. Tal vez más adelante sea posible ver con mayor claridad alguna costura visible que identifique una relación entre las producciones actuales. Creo que está presente en la elección de Gustavo un vector orientador que considera sobre todo una investigación rigurosa del lenguaje y del choque que esto implica. Existe una producción bastante vigorosa de poesía en Brasil que dribla, inclusive, un “mercado oficial”. Hay bastantes cosas de calidad que están haciendo y publicando editoriales pequeñas e independientes. Si tuviera que decir algo, diría que hay muchos aspectos siendo pensados hoy, como la intertextualidad, la polifonía, la mezcla de medios, el metalenguaje, la búsqueda de voces que sufrieron algún tipo de cancelación histórica, la narratividad, la performance poética, pero no creo que alguna de estas características por sí sola sea suficiente para definir un grupo o una generación. Creo que hay algo muy vivo sucediendo en este momento que es difícil capturar.
Sergio Ernesto Ríos: ¿Cómo es escribir en el Brasil de hoy?
Ana Estaregui: Creo que hay dos lados bastante conflictivos en esta pregunta. Por un lado, existe de hecho esta producción efervescente sucediendo hoy que parece no estar ligada a un juego mercadológico, ya que sucede, en su mayoría, en espacios independientes de ferias de publicaciones, zines, veladas o incluso en medios digitales y redes sociales y que, por lo tanto, estaría de cierta forma libre de un “proyecto hegemónico”. Por otro lado, escribir en Brasil hoy significa poseer una vida profesional doble, en la cual escribir mucho probablemente no será la fuente de generación de un ingreso importante. En el mejor de los casos, un escritor en Brasil consigue sobrevivir dando clases de literatura, traduciendo, revisando, realizando otros proyectos literarios. En un escenario menos optimista, el escritor necesita dedicarse a otra actividad para pagar las cuentas.
Sergio Ernesto Ríos: Me gusta cómo tus poemas parten del propio acto de escribir y de una meditación profunda sobre las palabras, el tiempo, las posibilidades y también sobre el peso de lo que no fue posible aterrizar en el poema; el poema es la tensión de lo que es y no es. ¿Cómo vives ese proceso?
Ana Estaregui: Te agradezco por la lectura atenta, Sergio. Veo el poema como ese ring de disputa entre lo que se escribe y lo que se desearía haber escrito. También hay una distancia entre la cosa y la palabra que no puede ser descartada y atravesada sin la atención de la mirada. Pienso que escribir nunca es un proceso que ocurre a una altitud grado cero. Están presentes siempre los elementos de la palabra, de la lengua, de la época, del lugar, del espacio, de la tipografía y así sucesivamente. Todo esto necesita ser considerado. El poema no puede ser un medio para transmitir un mensaje, sino una forma-fuerza, como dijo Gustavo en el texto de presentación de la antología. Creo que mi relación con la materia (y la materialidad de las cosas) no me deja nunca olvidar el considerar el aspecto de la forma del poema. En el fondo creo en eso: la discusión sobre poesía es sobre lenguaje y forma, que nunca es neutra.
Traducción de Sergio Ernesto Ríos.
Ana Estaregui (Sorocaba, 1987). Graduada en Artes Visuales y maestranda en Literatura y Crítica Literaria por la PUC-SP. Es autora de los libros Chá de Jasmim (Editora Patuá, 2014) y Coração de boi (7letras, 2015). Aparece en la antología Uma alegria estilhaçada, poesia brasileira 2008-2018 (Escamandro & Macondo, 2020), de Gustavo Silveira Ribeiro. En 2018 recibió el Prêmio Governo de Minas de Gerais de Literatura en la categoría de poesía. Actualmente realiza talleres de creación poética.
Sergio Ernesto Ríos (Toluca, 1981). Es director de Grafógrafxs, revista de literatura de la Universidad Autónoma del Estado de México. Publicó Larga oda a la salvación de Osvaldo (UANL, 2019), en coautoría con Minerva Reynosa; El ganador del primer premio del centro de estudios interplanetarios (Periferia de escribidores forasteros, 2019); máquina portadora de cabezas (edición digital, 2018); Quienquiera que seas (FOEM, 2015); Brazuca (Palacio de la fatalidad, 2015); Obras cumbres (Bongobooks, 2014); La czarigüeya escribe (Editorial Analfabeta, 2014), en coautoría con Diana Garza Islas; Muerte del dandysmo a quemarropa (UANL, 2012), y Mi nombre de guerra es Albión (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2010).
Tradujo del portugués Una confesión en la boca de la noche, de Danilo Bueno (Grafógrafxs, 2021); Boa sorte, 7 poetas brasileñas (Grafógrafxs, 2020); Bruno Brum a ritmo de aventura, de Bruno Brum (Palacio de la fatalidad, 2017); Droguería de éter y de sombra, de Luís Aranha (Palacio de la Fatalidad, 2014); Oda a Fernando Pessoa (Palacio de la Fatalidad, 2017), Paranoia (Palacio de la Fatalidad, 2013) y Voy a moler tu cerebro (Red de los poetas salvajes, 2010), de Roberto Piva; y la antología de poetas brasileños nacidos en los ochentas Escuela Brasileña de Antropofagia (Kodama Cartonera, 2011). Tradujo del inglés, con Diana Garza Islas, Una noche, senté a Donald J. Trump en mis rodillas/Y otras teorías estéticas del siglo XXI (Oficina Perambulante y Palacio de la Fatalidad, 2017), a partir de un ejercicio de Chris Rodley.