ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

No es fácil construir una novela. No es fácil hacer un buen poema. Es dificilísimo.[*]

Rafael Volta entrevista a Antonio Ortuño 

 

 

¿Cómo fue tu formación como escritor? ¿Dónde adquiriste el oficio?

 

La verdad es que yo no me formé como escritor en alguna institución, en algún programa. Cuando yo era chavo, en los noventa, ya había una tradición importante de talleres literarios en Guadalajara, pero muchos de ellos estaban orientados a la poesía. No había demasiados talleres de narrativa. Y la verdad yo tenía una idea muy fija que no quería estudiar con un autor que no escribiera cosas que a mí me parecieran increíbles. Es decir, si me hubiera tocado el taller de Daniel Sada, a lo mejor me hubiera metido. Pero muchos de quienes daban talleres de narrativa en ese tiempo era gente que se había dedicado a dar talleres, que venía del lado de la pedagogía, pero que realmente no escribía o escribía muy poco. La verdad es que eso me despertaba un montón de dudas. ¿Cómo te va enseñar a hacer una cirugía alguien que no opera? 

Mi formación tuvo más que ver con la lectura directa y con la prueba y el error. Comencé a escribir por mi cuenta, releía, corregía y revisaba. Ocasionalmente, le daba a leer mis textos a alguien. La verdad es que durante muchos años no fueron nada alentadoras las opiniones que me daban las pocas personas que me leían. 

Desde morro escribía, siempre escribí cuentitos toda mi vida desde muy pequeño. Pero de empezármelo a tomar más en serio, y de tener la idea de escribir novelas o hacer algo más ambicioso sería en la adolescencia, a principios de los noventa. 

Finalmente y después de varios vuelcos, trabajé muchos años como editor periodístico en Guadalajara en Siglo XXI, Grupo Milenio, El Informador, aunque para mí la literatura y el periodismo van completamente por lados diferentes. Sí adquirí una costumbre en la revisión de textos, de pensar de manera muy minuciosa cada palabra, y la verdad es que me entrené a ser implacable con los textos. Eso para mí fue una buena escuela. Tratar de comprender mejor cómo funciona una historia, cómo funciona el lenguaje dentro de la historia, cómo corre el tiempo dentro de las historias. Claro, el periodismo da lo que da. No es literatura. 

Yo creo que en un año muy descansado y relajado para mí escribo unas mil páginas. No todas son estrictamente literatura. Escribo artículos periodísticos. Lo normal es que ando entre las 1 300 o 1 500 páginas anuales. Entonces, pues es esa práctica. Y cada vez me inclino más a la planeación de los textos, con llegar con la cabeza bastante clara sobre lo que quiero escribir. 

Y también me dedico a dar sobre todo talleres cortos. No tengo talleres como tertulia que se juntan un día por los siglos de los siglos. Incluso muchas veces le digo a la gente que va a mis talleres: si este no es el primer taller, ojalá sea el último al que vengas. Que ya entiendas por ti mismo cómo escribir y no dependas de talleres y cursos el resto de tu vida.

 

En los círculos de narradores hay más camaradería que en los de los poetas. Las peleas de los poetas llegan a ser épicas en redes sociales y he visto pocas peleas en las que los narradores están involucrados. Peleas de poetas entre poetas que se dan cada tres meses o cada que se otorga el Premio Aguascalientes.

 

No necesariamente son más compas o más solidarios. Una cantidad más o menos grande de narradores piensan en términos de publicación, de desarrollar una especie de trayectoria de carrera, y meterte en este tipo de pleitos lo que hace es estorbarte y estorbar a todos los demás. Yo creo que por eso muchos de los narradores no lo hacen. No es que seamos hermanos de la caridad. También hay muchas pugnas y gente que sencillamente no se cae bien, no convive y demás. Pero la gente en realidad está atendiendo lo suyo, tienes tu libro, sale el libro, haces entrevistas, vas a festivales, esperas que se venda, tienes interacción con los lectores mediante las redes. Y la verdad yo no estoy pendiente de quién ganó un premio y no me indigna como si me lo hubieran arrebatado a mí de las manos.

Creo que es otra lógica que tiene que ver con las posibilidades de desarrollo de un narrador. La participación de la poesía en los circuitos editoriales es mínima. La mayor parte es clandestina o hasta under. No se vende. Son cenáculos de personas. Además, la escritura siempre implica la relación sentimental con lo que uno escribe. Entre poetas se están jugando el pescuezo de que están peleando por cosas más esenciales por cuestiones estilísticas, de postura, y tienen una idea de la literatura por la literatura misma. 

Son como estas guerras que uno dice cómo es posible que en tal lado se peleen tanto si no hay nada por qué pelearse. Pues por eso es tan terrible y tan radical la pelea porque en el fondo no hay razón para pelearse. La narrativa es un tanto más diplomática en ese sentido y todo queda como en chismes y bromas de cantina. Te encuentras a alguien y a lo mejor no eres admirador de lo que escribe, pero dices: mira, él está haciendo lo suyo, yo estoy haciendo lo mío, nos tomamos unas chelas, ¿cuál bronca, no? Cada quien tiene su parcela y nos llevamos bien. Como que tendemos más al respeto entre pares y los poetas van a la yugular. Los poetas quieren que su manera de entender la poesía sea la que prive. Y hay unas guerras terribles. De repente pasa con los narradores, pero tienen que suceder cosas muy serias. Yo he visto más narradores pelearse por cuestiones sentimentales entre narradores y narradoras, que por premios. 

 

Antonio Ortuño (Guadalajara, 1976). Es editor de cultura del periódico Milenio. Ha colaborado en las publicaciones Cuaderno Salmón, Lateral (Barcelona), La Tempestad, La Tercera (Chile) y Letras Libres. Finalista del Premio Herralde de Novela 2007 por Recursos humanos. Su trabajo se incluye en las antologías Grandes Hits, Volumen 1. Nueva generación de narradores mexicanos (Almadía, 2008) y Narcocuentos (Ediciones B, 2014). Fue ganador del Premio de la Fundación Cuatrogatos, de Miami, al mejor libro juvenil por El rastro (2017), así como del V Premio Rivera del Duero y del Premio Bellas Artes de Cuento Hispanoamericano 2018 por La vaga ambición.

 

Rafael Volta (Querétaro, 1977). Autor de Principia Mathe-Machina (Poesía), Fondo Editorial de Querétaro (2018); The Q Horses (Dramaturgia), Herring Publishers (2018), y de Neowise, Confinamiento y Virus. 20 Poemas para Instagram Stories (2020). Funge como mediador en la sala de lectura Edgar Allan Poe, especializada en poesía, ciencia ficción y terror. Organiza noches de Poesía Open Mic en el Zeppelin Music Factory. Es integrante del taller de poesía de la revista Grafógrafxs. Se pueden descargar sus libros en rafaelvolta.hotglue.me

 

 

[*] Este es un fragmento de la entrevista que aparecerá en el volumen 4, número 1, de Grafógrafxs, correspondiente al periodo enero–marzo de 2022.