Pablo De Micheli entrevista
a Virginia Caramés
Grafógrafxs presenta una serie de entrevistas a escritores contemporáneos sobre su oficio, manías, anécdotas, visiones acerca del arte, pero, en especial, respecto a ciertos detalles que ayudarán a trazar un perfil de este lado, en la orilla de lo cotidiano, en la que aparentemente nada pasa.
En esta ocasión, Pablo De Micheli entrevista a Virginia Caramés, autora de Las cuerdas de Jacobo (Barnacle, 2024). El libro recorre cincuenta años de historia y territorios de Argentina y de una ciudad próxima, situada en otro país. Sus personajes —incluido un poeta (mítico, asilado) al que se alude en el título, partícipe involuntario de un delito y de las delicias siempre ominosas que encierra el mercado del arte y del hampa—, hombres y mujeres curtidos, habitantes del conurbano bonaerense, transcurren los días en sus serenas vidas suburbiales mientras participan de la comisión de un robo que después de una serie de acciones y desengaños hará aflorar la corrupción, el crimen y la locura. Hay un río (o dos), una ciudad bajo las aguas, un poeta justamente recordado, unos dibujos que implican mucho dinero y, como era inevitable, alguien muere al final.
Pablo De Micheli: En su novela, ¿el tiempo y el espacio son simples ordenadores del relato o tienen una centralidad particular? En ese sentido, ¿cómo cree que se da la relación entre dichas coordenadas en su novela? ¿Puede escribirse acaso una novela en un tiempo sin espacio y en un espacio sin tiempo?
Virginia Caramés: En esta novela las fechas y lugares lograron articular los pantallazos, que son estos capítulos cortos, sin tener que mediar en ellos extensas descripciones. Las cuerdas de Jacobo tiene una estructura formal clásica: un hecho, sus precedentes y la resolución. En ese marco, el tiempo, en la concepción que tenemos de él, es un factor necesario, es una novela con visos realistas. En cambio, en la novela Elisa Brulet (suite de sus cosas diversas y emparentadas), que permanece inédita, juego con la evocación y sus fallas, con la manera de disolver el concepto «tiempo» en tanto se debilita la consciencia; en este caso lo que entendemos por espacio y tiempo está manejado como una adulteración involuntaria.
PDM: ¿Su novela «debería» leerse como una novela en pequeños actos o, por el contrario, podríamos recurrir a lo fragmentario sin tener en cuenta la totalidad que se ofrece?
VC: Emprendí la escritura de una novela, con lo cual la intención es la de totalidad. Escribo poesía usualmente y esta sí tiene un carácter más fragmentario. No sé si he logrado la homogeneidad en Las cuerdas de Jacobo. No obstante, podría aclarar que si la intención del lector es develar la trama, sí debería tomarse en su totalidad, ya que la historia tiene un entramado policial.
PDM: ¿Ve alguna influencia entre su carrera de artista visual y su literatura? En ese sentido, ¿podría decirse que las fechas y títulos de cada episodio se asemejan a epígrafes de obras de arte que le dan sentido espaciotemporal al material y orientan al lector?
VC: Cualquier actividad que desempeñe o haya desempeñado tiene un ineludible impacto en mi escritura. Mi actividad escultórica, por ejemplo, me ha constituido una mirada espacial, atención a detalles mínimos que a la hora de la abstracción son las pautas que configuran el sentido. La actividad manual también me permite proyectar estructuras que en mi ideario son andamios volumétricos sobre los que armaré la obra al igual que el trabajo en volumen que constituye un modelado o una talla; esto no implica un boceto preconcebido, sólo indica la decisión de un camino. Por ejemplo, la opción de, frente a un mármol, decidir que lo que quiero tallar es un fragmento de una figura humana que en su entorno vaya de la fiel copia figurativa hacia una simplificación, para que en su anverso sea una sugerencia de forma casi cubista. El trabajo empieza sin un plan, sólo sé hacia dónde. Así, de alguna manera, concibo un texto: debo encontrar la forma, el cómo contar. Una vez que defino el modo, la historia rueda y la concibo a medida que avanzo. Uso todo lo que tengo: vivencias y lecturas, que a esa altura ya no se distinguen mucho.
PDM: ¿Qué relevancia le debe dar el lector a las zonas del litoral y rioplatense? ¿Son un sello de identidad autóctona o meros marcos para crear ficción que pueden atravesar «sin documentos» fronteras provinciales y/o nacionales?
VC: Los paisajes son zonas transitadas: las caminadas por mí o las que caminaron Saer, Onetti o Faulkner, da igual. En esta novela en particular hay alusiones a esos paisajes, a los ríos, a las inundaciones. El hecho de ubicar parte de la trama en un pueblo de Santa Fe, a la sazón cercano a Serodino, es guiño, un pequeño homenaje que el lector puede o no tomar en cuenta. Esta novela está muy próxima a mis lecturas.
Virginia Caramés (La Plata, Argentina). Es autora de Aves, moscas y otras máquinas (Barnacle, 2023) y de Las cuerdas de Jacobo (Barnacle, 2024). Coordina el grupo de lectura de poesía El Aparejo.
Pablo De Micheli (Buenos Aires, Argentina, 1983). Periodista free lance. Estudia Sociología en la UBA y el Profesorado de Filosofía en el JVG y en el IUNMA. Escribe poesía y relatos breves.