ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Cinco poemas

Alexandro Castro

 

 

Favor de no entrar con zapatos

 

In case of emergency
break glass and put us out

Eyedea

 

En el área de juegos del infierno

un niño con la mejilla cuarteada

te empuja cada vez que intentas levantarte

y ríe hasta ahogarse con una papa frita.

 

Un bebé llora dentro de la resbaladilla

porque gira sin terminar de caer

y presencia frente a sus ojos cerrados

la posibilidad de ser un neonato

que regresa al vientre. Su llanto

viene de no saber qué sucede y seguirá

con él hasta el último día de vida.

 

Hay retazos de una camiseta de Winnie Pooh

a la entrada del sitio. Una mancha de sangre o cátsup,

no se alcanza a ver bien, cubre el pasamanos

mientras un ingenioso emprendedor sumerge

sus papas fritas en nieve de vainilla

y levanta su mano en señal de triunfo.

 

Los gritos de felicidad son combustible

para este flamable mundo de plástico.

 

Es cuestión de tiempo

antes de que lleguen por ti y te enteres

del arribo de la comida a la mesa

y la nueva fabricación de juguetes de tu cajita feliz.

 

Están hechos de cartón. En cambio tu sueño

de volver el próximo cumpleaños aún

sigue siendo de plástico cubierto por vinil.

 

La pintura tóxica es tu cicuta

no tienes otro verdugo más que tu

libre albedrío tú escogiste McDonald’s

en lugar de un parque al aire libre.

 

Allá al menos el humo tiene

la oportunidad de dispersarse

antes de que lleguen los bomberos.

 

 

 

Break a leg

 

Tras el tropiezo

levantando el polvo rueda

el cuerpo. Cae, se levanta

y vuelve a caer. La tierra

se ha revelado en su contra

y ahora no puede parar

sus volteretas. De regreso al piso

una y otra vez. Su rostro refleja

 

la vergüenza

del perdedor.

 

Dime tú

a quién en sus cabales

se le ocurre apostar

todos sus ahorros a un caballo

con las patas rotas.

 

 

 

A la manera del síndrome de Bartleby

 

Pensar en dejarlo, mi idea recurrente, el TOC, perderme.
Ser un Bartleby sin banco, olvidar el folio en blanco.

ToteKing

 

Por ahora quisiera responder al impulso

que preferiría no hacerlo que en este momento

estoy cómodo sentado al borde de la silla

con la espalda inclinada hacia un lado para reposar

el codo sobre el escritorio aún a sabiendas

del peso que genera permanecer

con la columna vertebral cargando

más de lo necesario. Decirle

que por ahora no puedo abandonar

este búnker que construí con mi cuerpo

porque aún tengo provisiones suficientes

para morir de hambre cuando llegue el día.

 

No creo que lo entienda y quizá me tache de loco.

 

Tal vez me diga que no soy escritor

que soy un escribiente con memoria fotográfica

que calco y luego aprendo para trazar

más fina esta imagen indistinguible.

 

Quizás tiene razón y deba pensar en su sentencia

pero por ahora preferiría no hacerlo

prefiero continuar aquí acatado a ser un calco

un gesto que recuerda a quien hablaba

un movimiento desconocido en la cadera al andar

un semblante abierto a la interpretación

o un tarareo que se escucha de fondo

cuando cae la noche al caminar hacia casa.

Personas ejemplares

 

No conozco personas ejemplares

pero este señor que se sienta

y se levanta del lugar

preferencial parece ser

el salvador de la humanidad.

 

Algo de intachable habrá

en sentarse y abandonar

el asiento ante el juicio

de otros ejemplares seres

que comparten el cansancio

a las seis y media de la tarde.

 

De pie y con el movimiento

brusco del camión cualquier persona

se convierte en el Mesías.

 

 

 

El atún es cada día más caro

 

Ya no descanso como el ingenio del pobre

Felinna Vallejo (Las Ninyas del Corro)

 

Acá no hay esperanza que abandonar,

tendrás que volver como llegaste,

de puntitas y sin hacer demasiado ruido.

 

Si en la reja tropiezas royendo el vacío

no te preocupes, así es y no hay otra forma

de hacerlo. Los gatos callejeros también

chillan de madrugada y sólo son percibidos

cuando alguna persona tropieza y maldice

antes de prestar atención para identificar

si el gato blanco que vio en la esquina

está o no rompiendo sus bolsas de basura.

 

Nota

 

Comencé a escribir a causa de la peor patología de nuestra especie: ser imbécil. El primer motivo fue la angustia adolescente del que tiene tiempo para pensar, luego fue necesario identificarlo, reducir a nada esa libertad y convertirla en ocio para poder reír. Reír para no llorar me parece motivo suficiente para la escritura.

Antes, mucho antes, no leía, escuchaba. La música rap me hizo voltear a ver los libros. Primero el título de un disco, Trópico de cáncer, me llevó a comprar el libro de Henry Miller. Luego el sample de una canción se convirtió en una película y esa película en una lectura. Fue una constante consecuencia del arte como recomendación de algo más.

En este punto escribo para reírme y entenderme. No conozco mucho del mundo o de la vida y sus grandes temas, pero sé algunas cosas sobre mí y el impulso que me lleva a soltar una carcajada. No alcanzo mis pretensiones humorísticas cuando escribo, pero intento. Conservo la esperanza de que un poema pueda liberar la válvula antes de cerrar el libro y bajar del camión.

El primer poema forma parte de un ejercicio que comencé hace poco tiempo: escribir poemas a partir de algún verso de una canción de rap. Al ser lo que más consumo, y escucho, esas frases persisten en mi cabeza desde hace años. Creí que era momento de hacer algo al respecto y este es el resultado.

El segundo texto surge de la búsqueda humorística. Encontrar en el día a día un motivo para reír, en cada fracaso o en cada nuevo intento. La poética del fracaso me funciona para el humor y este, a su vez, me sirve para entender algunas cosas.

El tercero continúa el ejercicio de la reescritura a partir del rap, la continuación de una idea ajena. En esta canción ToteKing habla del hastío de escribir, de cuestionar si lo que hace vale la pena. Ese poema es mi respuesta a la propia interrogante. Hay que hacerlo porque sí, porque se puede, por el goce de escribir como quien tararea una canción mientras camina.

El cuarto poema continúa con el mismo juego del humor. Buscar en todas partes un salvador, un mesías o una señal para sentir que el mundo tiene sentido. No lo tiene. Ahí es donde la risa se hace un lugar.

El último poema forma parte del mismo ejercicio respecto a los versos. Quise continuar esa sentencia, construir con lo que se gestó dentro de mí después de escucharla. No me gusta la obra que tiene detrás un motivo político o de índole social, pero la pobreza es un tema universal, no ideológico. 

 

Alexandro Castro (Ojinaga, Chihuahua, 1996). Estudió Letras Españolas en la UACH. Publicó Eróstrato(PECH, 2019).