Cinco poemas
Alexandro Castro
Favor de no entrar con zapatos
In case of emergency
break glass and put us out
Eyedea
En el área de juegos del infierno
un niño con la mejilla cuarteada
te empuja cada vez que intentas levantarte
y ríe hasta ahogarse con una papa frita.
Un bebé llora dentro de la resbaladilla
porque gira sin terminar de caer
y presencia frente a sus ojos cerrados
la posibilidad de ser un neonato
que regresa al vientre. Su llanto
viene de no saber qué sucede y seguirá
con él hasta el último día de vida.
Hay retazos de una camiseta de Winnie Pooh
a la entrada del sitio. Una mancha de sangre o cátsup,
no se alcanza a ver bien, cubre el pasamanos
mientras un ingenioso emprendedor sumerge
sus papas fritas en nieve de vainilla
y levanta su mano en señal de triunfo.
Los gritos de felicidad son combustible
para este flamable mundo de plástico.
Es cuestión de tiempo
antes de que lleguen por ti y te enteres
del arribo de la comida a la mesa
y la nueva fabricación de juguetes de tu cajita feliz.
Están hechos de cartón. En cambio tu sueño
de volver el próximo cumpleaños aún
sigue siendo de plástico cubierto por vinil.
La pintura tóxica es tu cicuta
no tienes otro verdugo más que tu
libre albedrío tú escogiste McDonald’s
en lugar de un parque al aire libre.
Allá al menos el humo tiene
la oportunidad de dispersarse
antes de que lleguen los bomberos.
Break a leg
Tras el tropiezo
levantando el polvo rueda
el cuerpo. Cae, se levanta
y vuelve a caer. La tierra
se ha revelado en su contra
y ahora no puede parar
sus volteretas. De regreso al piso
una y otra vez. Su rostro refleja
la vergüenza
del perdedor.
Dime tú
a quién en sus cabales
se le ocurre apostar
todos sus ahorros a un caballo
con las patas rotas.
A la manera del síndrome de Bartleby
Pensar en dejarlo, mi idea recurrente, el TOC, perderme.
Ser un Bartleby sin banco, olvidar el folio en blanco.
ToteKing
Por ahora quisiera responder al impulso
que preferiría no hacerlo que en este momento
estoy cómodo sentado al borde de la silla
con la espalda inclinada hacia un lado para reposar
el codo sobre el escritorio aún a sabiendas
del peso que genera permanecer
con la columna vertebral cargando
más de lo necesario. Decirle
que por ahora no puedo abandonar
este búnker que construí con mi cuerpo
porque aún tengo provisiones suficientes
para morir de hambre cuando llegue el día.
No creo que lo entienda y quizá me tache de loco.
Tal vez me diga que no soy escritor
que soy un escribiente con memoria fotográfica
que calco y luego aprendo para trazar
más fina esta imagen indistinguible.
Quizás tiene razón y deba pensar en su sentencia
pero por ahora preferiría no hacerlo
prefiero continuar aquí acatado a ser un calco
un gesto que recuerda a quien hablaba
un movimiento desconocido en la cadera al andar
un semblante abierto a la interpretación
o un tarareo que se escucha de fondo
cuando cae la noche al caminar hacia casa.
Personas ejemplares
No conozco personas ejemplares
pero este señor que se sienta
y se levanta del lugar
preferencial parece ser
el salvador de la humanidad.
Algo de intachable habrá
en sentarse y abandonar
el asiento ante el juicio
de otros ejemplares seres
que comparten el cansancio
a las seis y media de la tarde.
De pie y con el movimiento
brusco del camión cualquier persona
se convierte en el Mesías.
El atún es cada día más caro
Ya no descanso como el ingenio del pobre
Felinna Vallejo (Las Ninyas del Corro)
Acá no hay esperanza que abandonar,
tendrás que volver como llegaste,
de puntitas y sin hacer demasiado ruido.
Si en la reja tropiezas royendo el vacío
no te preocupes, así es y no hay otra forma
de hacerlo. Los gatos callejeros también
chillan de madrugada y sólo son percibidos
cuando alguna persona tropieza y maldice
antes de prestar atención para identificar
si el gato blanco que vio en la esquina
está o no rompiendo sus bolsas de basura.
Nota
Comencé a escribir a causa de la peor patología de nuestra especie: ser imbécil. El primer motivo fue la angustia adolescente del que tiene tiempo para pensar, luego fue necesario identificarlo, reducir a nada esa libertad y convertirla en ocio para poder reír. Reír para no llorar me parece motivo suficiente para la escritura.
Antes, mucho antes, no leía, escuchaba. La música rap me hizo voltear a ver los libros. Primero el título de un disco, Trópico de cáncer, me llevó a comprar el libro de Henry Miller. Luego el sample de una canción se convirtió en una película y esa película en una lectura. Fue una constante consecuencia del arte como recomendación de algo más.
En este punto escribo para reírme y entenderme. No conozco mucho del mundo o de la vida y sus grandes temas, pero sé algunas cosas sobre mí y el impulso que me lleva a soltar una carcajada. No alcanzo mis pretensiones humorísticas cuando escribo, pero intento. Conservo la esperanza de que un poema pueda liberar la válvula antes de cerrar el libro y bajar del camión.
El primer poema forma parte de un ejercicio que comencé hace poco tiempo: escribir poemas a partir de algún verso de una canción de rap. Al ser lo que más consumo, y escucho, esas frases persisten en mi cabeza desde hace años. Creí que era momento de hacer algo al respecto y este es el resultado.
El segundo texto surge de la búsqueda humorística. Encontrar en el día a día un motivo para reír, en cada fracaso o en cada nuevo intento. La poética del fracaso me funciona para el humor y este, a su vez, me sirve para entender algunas cosas.
El tercero continúa el ejercicio de la reescritura a partir del rap, la continuación de una idea ajena. En esta canción ToteKing habla del hastío de escribir, de cuestionar si lo que hace vale la pena. Ese poema es mi respuesta a la propia interrogante. Hay que hacerlo porque sí, porque se puede, por el goce de escribir como quien tararea una canción mientras camina.
El cuarto poema continúa con el mismo juego del humor. Buscar en todas partes un salvador, un mesías o una señal para sentir que el mundo tiene sentido. No lo tiene. Ahí es donde la risa se hace un lugar.
El último poema forma parte del mismo ejercicio respecto a los versos. Quise continuar esa sentencia, construir con lo que se gestó dentro de mí después de escucharla. No me gusta la obra que tiene detrás un motivo político o de índole social, pero la pobreza es un tema universal, no ideológico.
Alexandro Castro (Ojinaga, Chihuahua, 1996). Estudió Letras Españolas en la UACH. Publicó Eróstrato(PECH, 2019).