ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Dos poemas

Monserrat Arias

 

 

Si tuvieras fe

 

I

 

Mientras sueño cómo visto el mismo vestido con el cual

asistí a mi primer junta doble A

dando vueltas y vueltas hasta caer al suelo.

Con mi pistola de agua y mis zapatos de charol

que me llevarían a casa en dos tris tras.

Te miro a los ojos y te cuento un secreto:

si yo fuera un granito de mostaza,

si pudiera mover montañas

o sanar a los enfermos

estaría en un mar para revivir atlantes.

Olvidaría por completo que tengo un cumpleaños

o un ombligo.

Te diría “Amor, ¿cómo estás?”

y comeríamos juntos clonas y malvas

en bahías nunca descubiertas

mientras destruimos las cruces que alguna vez

nos cuidaron de niños

para volverlas varitas mágicas

con las que escribimos poesía:

persiguiendo ese nunca llamarnos adultos.

Entonces apagan la tele con la película del 7 y alguien grita

hola, me llamo Monserrat

y no recuerdo cómo volver a casa.

 

 

II

 

Hubieras escuchado roncar a tu reloj

la primera vez que te sentaste en un sillón viejo

y dejado caer tu ceniza sin temblar en latas de atún.

 

Servir un té concentrada en no asustarte

(sánense, sánense, sánense).

 

Me pone nerviosa estar aquí

no porque alguien se convulsiona

en la habitación contigua,

sino por verme

aferrada a unas manos que tiemblan,

nacer de mis caricias

de no poder huir sin pensar

que todos somos un trueno contenido.

Estas paredes, estos cuartos cerúleos

con sus cristos despintados

y sus retratos llenos de polvo

y olor a naftalina

me enferman.

Pero no es porque las ventanas están recubiertas

con barrotes bien soldados

ni por el aroma a peluche abandonado,

sino por pensarme en

danzas entre ciruelos y alabanzas,

donde perdí mis crayones y los libros para colorear.

Si yo tuviera fe como un granito de mostaza.

Si yo tuviera fe

obviamente esta no sería mi vida,

en un abismo iridiscente,

que extraña sonrisas y no aquellos besos.

Pero jamás pediría

a una montaña moverse de algún lugar

entonces canto

y los delirios se moverán,

se moverán,

se moverán.

 

 

Pagan Day

 

I

 

Me acostumbré muy tarde a que así son las caricias en el rostro al despertar con cruda, si es que se despierta, con un escándalo estilo Dance Club, tus dedos en el cabello enmarañado por Psychic TV. Siento la ligereza con la que te desprendes de todo, pedir una pizza mientras nos reunimos alrededor de una laptop. Compartimos el vino y el pan. Pensamos: esa fue la noche más linda del mundo, aunque nos durara tan sólo un segundo.

 

II

 

Fuimos vampiras ataviadas con baratijas chinas como diosas del Nilo. Ensamblamos altares de botellitas de Yakult chamuscadas que se derrumban solas. Supongo que durante muchos años he creído que así se comienzan las grandes cosas. Una fiesta de cumpleaños que se incendia. Sed de este desierto de ciudad muchedumbrosa con un extraño sombrero de Caín y perlas de tianguis en el rostro. Lo devoro todo, estos recuerdos, porque así son las fiestas, como un funeral; al avanzar las horas todos se irán yendo, hasta quedarme acompañada de un montón de flores blancas.

 

III

 

Me alegro de esta buena suerte de desmoronarme el día en el que todos mis amigos fueron la mejor playlist de YouTube, porque en mi cabeza cae un disparo de revólveres que guardé bajo mi almohada para destruir las aceras y bailar cuando vamos a la feria cargados de chicles de fresa.

Camino a casa entramos a un túnel para gritar. Tu mano sobre mi mano, los tráileres avanzaban tan rápido que podrían elevarnos como papalotes.

 

IV

 

Todos sentados en el piso de ese baño, encerrados. Era un ritual, en el que las lágrimas se me escurrían al retrete volviéndonos una fuente, sin saber si era el vómito o la escena que veía desde el techo. Esa noche, mientras todos dormían amontonados en un colchón aplastado, aprendimos a manipular la energía y moverla entre los idolitos del cuarto católico lleno de tiliches de tu abuela.

 

V

 

Esa fue la noche más linda del mundo, aunque nos durara tan sólo un segundo, y reventar para amanecernos hablando de Dios y la muerte. De cómo sueño con pequeños apocalipsis que revienten en los ojos. Labios, lenguas, dedos. Cocodrilos que cargan al mundo. Y ese abrazo cuando me deshice en llanto, porque al fin pude compartir mi único deseo sincero, mi anhelo desesperado de que pase algo. Lo que sea, pero que pase.

 

Monserrat Arias (Guadalajara, 1995). Cursó la licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas en la FES Acatlán. Publicó el poemario Soft-release (Niño Down Editorial, 2021). Es integrante del taller de poesía de Grafógrafxs.