Cinco poemas
Lizzie Castro
Fugaces
hay luces que se pliegan en mi piel
me abrasan
mi dermis es inflamable
dentro
escucho voces hablan de humedad
sigo el fuego con la punta de los dedos
me consume
solos quedan los poemas
Dentro todo cae
Se van formando cadenas
que detienen la caída
o eso aparentan
Pero sólo me hacen más pesada
La nostalgia cubre mis pies
nada es cercano
tu silencio esconde la caída
Me voy soltando se desprenden una a una
las uñas de mis pies
no me sostienen las alas de la mariposa son de papel
Reflejos sobre el lago
murmuramos para tenerte cerca
el sonido de nuestra voz sigue tus pasos
- te guiamos
jugamos a dejarte solo
vuelves a escuchar tu nombre
- callamos
continúa nuestro alarido en tu cabeza
aunque tenemos los labios cerrados
- escúchanos
llegas a la orilla solo
sumerges un pie en el lago
- estás perdido
- te hemos atrapado
Oímos voces todo el tiempo
De noche
en el silencio
las vocales
cobran vida
se adhieren
a las paredes
buscan
resguardarse
detrás
de las puertas
se ocultan
en mi lonchera y
dentro
de la caracola
que traje del mar
las consonantes son tartamudas
pero ellas también se animan
y se esconden junto a las vocales
saben que si se quedan solas
su voz se perderá
De día escucho voces pequeños murmullos
al abrir la lonchera al cerrar una puerta
las vocales junto a
las consonantes
susurran sílabas
las escribiré
en una hoja en blanco
Piensa ¿cómo piensas?... ¿alguna vez piensas en cuántas letras tiene el alfabeto?
leí en un libro ¿o fue en un blog?
fue en un libro de Christensen
en el primer poema dice:
los albaricoqueros existen, los albaricoqueros existen
a l b a r i c o q u e r o s
<disfruto de esa palabra>
creía que:
los albaricoqueros no existían
¿o sí?
Inger escribe en Alfabeto que sí
me parece que no
¿o sí?
¡SÍ!
abrikostraeerne findes, abrikostraeerne findes
escribe también:
los helechos existen; y zarzamoras, zarzamoras
y bromo existe; y el hidrógeno, el hidrógeno
en la habitación lo que no existe es el oxígeno
es una habitación oscura
el foco está fundido
único destello de luz
el más extraño el más constante es leer Alfabeto
última salida de emergencia
en el abecedario:
la A existe la B existe la C existe
la D existe la E existe la F existe
no existo
dudo que la Ñ exista siempre
existe
existe
existe
¿existe la LL?
lo que no existe es el deseo de sobrevivir
eso sucede en mi propio:
ALFABETO
en el libro de Inger no ese lo encuentras en mi biblioteca
sin anotaciones
en él existen:
los abedules
las cigarras
la alegría
el cromo
la chicoria
los cipreses
los cedros
la muerte
los soñadores
los días
los asesinos
las palomas
og digtene
findes; digtene, degene, doden
los poemas ¿existen?
¿los versos?
¿la poesía?
sólo existe la indiferencia la impotencia el no darme cuenta
la falta de ganas por cambiar el foco fundido
los ruidos en mi cabeza
verme en el espejo hablarme en secreto
reprenderme justificarlo aborrecerme
desaparecer quedar en los huesos
mi piel sin mordeduras
colgada flácida destruida
a l f a b e t o
me mostró que tú no existes
Nota
Comencé a escribir poemas tiempo después de empezar a leer poesía. El hábito de la lectura fue instaurado en mí por mis padres, en especial por Josefina, mi madre, quien procuró tener en casa una biblioteca variada. Recuerdo bien cómo el abonero llegaba a cobrar una vez a la semana la enciclopedia o grupo de libros en turno que se debían. Gracias a ese afán de mamá es que descubrí el mundo de las letras, y nació en mí el interés por buscar libros por mi cuenta en librerías de viejo o de segunda mano, así como en tianguis de antigüedades. Entre los primeros libros que pude adquirir en mi adolescencia se encuentran la poesía reunida de Alfonsina Storni (Editores Mexicanos Unidos, 1996), Poesía de Sor Juana Inés de la Cruz, Antología (Editores Mexicanos Unidos, 1998) y un par de libros de Jaime Sabines: Horal-La señal y Yuria, poemas sueltos, los dos editados por la editorial Joaquín Mortiz. Dichos ejemplares siguen conmigo. Con ellos hice mis primeras exploraciones en la lectura de poesía. También sigue presente Charles Baudelaire con sus Flores del mal y su poesía completa, en especial un poema que continúa haciendo ruido en mi cabeza y al que regreso con frecuencia: La máscara.
Como podrán sospechar, tuve un diario desde los diez años hasta terminar la preparatoria. En él escribí mis primeros textos: borradores de una adolescencia existencialista, vómitos de frustración y desamor. En algún punto los transcribí con una máquina eléctrica. Formé un volumen de hojas sueltas que atesoraba y olvidé, pero que me acompañó por muchos años. Cuando cursé por primera vez un taller de creación poética, regresé a ellos, los releí y me di cuenta de que no eran poemas, así que quemé el volumen, me comprometí con el oficio de escribir, leyendo aún más de lo que ya lo hacía, y me inscribí a cuanto taller estuvo a mi alcance. Desde entonces es que dedico mis días a este afán de escribir poesía.
Estos cinco poemas son inéditos; los escribí dentro del taller que conformamos en el proyecto poético Inubicables, al que pertenezco. Son parte del libro: (re) versos Instrucciones para no poemas Inubicables, que escribimos a 14 manos, pues el proyecto está compuesto por siete poetas. En él buscamos la interacción e intervención de los textos. Es un libro terminado y a la espera de ser publicado.
Con Inubicables llevo trabajando tres años. Es un proyecto de divulgación poética. En él exploramos la creación de poemas, así como la lectura de poemas y poetas desde lo visual y sonoro, creando videopoemas de nuestra autoría, pero también invitando a poetas contemporáneos a participar. Estas producciones las difundimos en nuestras redes sociales. También editamos una revista digital con el mismo nombre: www.inubicables.com, en donde publicamos poemas que resultan de la Convocatoria Inubicables Calling, la cual cuenta con dos ediciones: 2022 y 2023.
Catalogar de qué temas escribo o me gusta abordar al momento de escribir poesía sería absurdo: las etiquetas me resultan incómodas. Pero si he de compartir, más o menos, de qué va lo que escribo, puedo decir que recurro a escribir sobre la cotidianidad, sobre mi experiencia en este planeta y de cómo ello interviene en mí. No pretendo mucho más.
Me considero aficionada a la cocina. Disfruto preparar recetas, las cuales siempre intervengo, pues me aburre seguirlas al pie de la letra. Por lo general, resultan deliciosas. Ahora estoy horneando pan. Me encanta que mi casa huela a pan recién horneado.
Declaro que soy catlover. Vivo con tres gatas hermosas: Emily, Deméter y Olivo, además de cuidar a cuanto gato feral ronda mi casa. Fuera de esta se pueden encontrar recipientes con comida y agua para ellos.
Lizzie Castro (Guadalajara, México, 1980). Es poeta, así como gestora y promotora cultural. Fundó el proyecto poético Inubicables. Crisálida neón (Mano Santa Editores-Bonobos Editores, 2021) es su primer libro de poesía.