ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

El rol del idioma en el exilio: Poética de Hilde Domin

Geraldine Gutiérrez Wienken

 

No he cambiado de tierra
Porque no es posible a quien su lengua une
Hasta la muerte, al menester de poesía.

luis cernuda

 

Partiendo de la premisa de que la lengua es un aspecto fundamental y, tal vez, el más importante de todos los signos de identidad, tanto personal como colectiva, se examina el rol del idioma en la poesía de la diáspora alemana. A tal efecto es revisada la obra de la poeta judío-alemana Hilde Domin (Colonia, 1909–Heidelberg, 2006), debido al tratamiento que le confiere al idioma desde el punto de vista filológico, creativo, moral y ético.

Antes de esbozar y analizar el impacto de la experiencia del exilio y el rol de la lengua [madre] en el devenir poético de Hilde Domin, una de las voces clave de la diáspora alemana, junto a Nelly Sachs, Paul Celan y Rose Ausländer, es necesario introducir algunos datos biográficos que nos ayudarán a reconstruir y a valorar su destino como expatriada del nacionalsocialismo o, en palabras de la misma poeta, su “odisea lingüística”.

El destierro de Hilde Domin comienza en 1932, en Florencia, adonde había viajado para proseguir estudios de doctorado, junto con su pareja, Erwin Walter Palm (1910-1988), filólogo clásico, a quien había conocido durante sus estudios de economía, filosofía y derecho en la Universidad de Heidelberg. La pareja con-
trae nupcias cuatro años más tarde, en Roma. En 1938, a raíz de la promulgación de la ley antisemita por el régimen de Mussolini, la joven pareja se ve obligada a huir a Inglaterra vía Francia y desde ahí a Santo Domingo, República Dominicana, el único país al que podían optar por una visa. Eran una pareja ya empobrecida por los avatares del exilio.

De la mano del idioma y las humanidades y, no por último, de la poesía, esta pareja de expatriados judíos sobrevive veintidós años de exilio (catorce en Santo Domingo). Palm se destaca como investigador en el área de arqueología y arquitectura, mientras que Domin imparte clases de alemán y traduce los trabajos de investigación de su marido al italiano, al inglés o al español, es decir, según el idioma del país en el que se encontraban. En una entrevista televisiva de 1991, Domin expresa que ellos se apropiaban del idioma y la cultura de los países de acogida traduciendo la poesía de dichos países a su lengua madre: el alemán. Afirma, además, que ella había cambiado tantas veces de idiomas, de la misma forma que otras personas cambian de ropa. 

La correspondencia de Domin y Palm, Amor en el exilio (Liebe im Exil, 2009), da cuenta de su estado de incertidumbre, de desamparo y de angustia debido a las noticias que llegaban desde su país en guerra. En estas cartas sobresale la lengua [madre] y las actividades en torno a ella (traducción, enseñanza, corrección de textos) como el único refugio, el único hogar en común. Este oficio de trasladar del idioma desconocido al suyo propio, es decir, de hacer familiar lo extraño a través de lo conocido, refrenda el rol filológico y ético del expatriado, como intermediario entre diversos mundos.

En sus escritos autobiográficos cuenta que su marido había comenzado a traducir a Lorca con ayuda de diccionarios, en Inglaterra, unas semanas antes de recibir la noticia de que habían conseguido una visa para Santo Domingo. A este trabajo de traducción se sumarán luego poetas de la Generación del 27, así como hispanoamericanos de la talla de César Vallejo, Gabriela Mistral y José Lezama Lima. 

A su regreso del exilio Domin colabora con la revista Caracola, de Málaga, dando a conocer la poesía de sus compatriotas al público hispanohablante. Traduce al español poemas de Gunter Eich, Nelly Sachs, Hans-Magnum Enzensberger, Bertolt Brecht e Ingeborg Bachmann, entre otros. Asimismo, en 1955, se publica la antología Rosa de ceniza (Rose aus Asche). En esta publicación se da a conocer, por primera vez en Alemania, a poetas españoles e hispanos de 1900 a 1950. En el prólogo dedicado a su mujer, Palm acota que ambos realizaron este trabajo de traducción en un tiempo en el que el único asidero que tenían era el idioma. Veinticinco años más tarde, en el epílogo de 1981, considera su compilación como “el espejo de un paisaje idealizado, una utopía entre poemas de amor y nostalgia que tomó sus oscuros tonos del radical desencanto ocasionado por la muerte” (155). Además, explica la razón por la cual excluyó a Pablo Neruda de dicha muestra: “El tango empalagoso de su poesía amorosa y su reciente alabanza a Stalin (en 1953) le resultaba insostenible” (160). 

El relativo equilibrio entre la cotidianidad, el trabajo, la vida intercultural, la polifonía, el cuidado del idioma en el exilio, sumado a la preocupación por su familia y su país natal, se rompe una noche de septiembre de 1951, cuando Domin, en un estado de completa orfandad y desesperación, recibe la noticia de la muerte de su madre en Alemania. En una carta dirigida a su hermano, no enviada, tal vez por su delicado contenido, la poeta cuenta que esa noche quiso acabar con su vida. Esa misma noche escribe sus primeros textos. Escribir fue una alternativa contra el suicidio, confiesa en dicha carta.

 

La poeta del regreso

 

En su ensayo “Entre acróbatas y pájaros: casi una autobiografía”, Hilde Domin narra su devenir poético en Santo Domingo, a raíz de la muerte de su madre:

Yo, H. D., soy sorprendentemente joven. Vine al mundo apenas en 1951. […] Mis padres habían muerto cuando yo vine al mundo. Mi madre acababa de morir hacia pocas semanas. […] Cuando yo, Hilde Domin, abrí los ojos, llorando, en aquella casa a la orilla del mundo, donde crecen la pimienta, el azúcar y los árboles de mango, pero difícilmente la rosa y jamás los manzanos, ni el trigo, ni los abedules, yo, huérfana y desterrada, me puse de pie y entré en mi casa, la palabra. “Me preparo una habitación en el aire / entre acróbatas y pájaros”. De donde nadie podrá expulsarme. Esa palabra era la lengua alemana. Por ella regresé cruzando el mar, hasta llegar aquí, donde vive la palabra (Domin, 2005: 39).

La expulsión del país natal es un accidente en la biografía de cualquier ser humano. Domin reconoce que el idioma no es lo sobreentendido, pero sí lo único propio, por eso lo específica: “la lengua alemana”. En otro párrafo atestigua: “Era una moribunda, escribía contra la muerte” (20). En medio de su desesperación y orfandad, entra a la casa del lenguaje para seguir viviendo, se sirve de la palabra, del idioma que es suyo y, también, el de sus perseguidores, el de las órdenes de ejecución. El reconocimiento de esta paradoja refrenda la paradoja de su vida. Por consiguiente, la expulsión y la ruptura del hilo lingüístico natal se transforman en una paradoja que se añade, simultáneamente y para siempre, a la poética de Domin, donde la confianza y la desconfianza, la seguridad y la duda, el Sí y el No son inseparables.

En este sentido, el poema “Con equipaje ligero”, de su libro Regreso de los barcos (Rückkehr der Schiffe, 1962) resulta paradigmático. La primera estrofa introduce la ambivalencia y la paradoja como señales de advertencia: “No te acostumbres. / No tienes derecho a acostumbrarte. / Una rosa es una rosa. / Pero un hogar / no es un hogar”. Y en la última estrofa deja al descubierto la herida, la gran fragilidad que acompaña al expatriado: “Puedes poseer una cuchara, /
una rosa, / tal vez un corazón / y una tumba / tal vez” (Domin, 2018: 51).

La poeta conoce a fondo el sufrimiento, pero también el poder destructivo de las palabras. La expulsión y el regreso han afinado su conciencia en tanto advierten que el sentimiento de confianza puede ser destruido de la noche a la mañana. En este contexto, Domin confiesa: “El regreso, no la persecución, ha sido el gran acontecimiento de mi vida. Una experiencia de extrema fragilidad” (Domin, 2005: 170). 

Según el filósofo alemán Hans-Georg Gadamer, un estudioso de la obra de Hilde Domin, el que la bautiza como “la Poeta del Regreso” (Gadamer, 1993: 323), el regreso debe ser considerado, en primer lugar, como una pérdida, nunca como una ganancia. El regreso implica una doble despedida, “quien regresa, luego de un largo tiempo, debe despedirse de algo que había comenzado a ser” (324). El regreso no existe puesto que todo ha cambiado, y también nosotros mismos hemos cambiado, en relación con lo que fuimos. Por consiguiente, la poesía de Domin dista de ser una representación del regreso a través de la palabra. Tampoco quiere significar, en general, que el destino alemán, el que dividió a una comunidad entera y dejó cicatrices y grietas indelebles, haya sido superado poéticamente. Mucho menos podemos calificar
estos poemas de políticos, ni siquiera ahí donde son evidentemente políticos. Tampoco si consideramos que el suave aliento de estos versos intenta animarnos a creer en el regreso. Regreso significa aquí el riesgo, la osadía, la odisea o la empresa de un expatriado, y el inventario de este destino de vida no es otra cosa que la suma de experiencias humanas, de pérdida y de despedida, de la vida en el extranjero y la distancia, de la amistad, del amor, de la soledad y así sucesivamente. Este cúmulo de experiencias humanas, afirma Gadamer, son densidades, condensaciones poéticas que hablan de todos nosotros.

Todos tenemos que aprender qué significa regresar. Los versos de Hilde Domin nos permiten entender de una nueva forma qué es la poesía. Quien aprende a través de su poesía qué es el retorno, sabe desde ya y para siempre que la poesía es regreso: regreso al lenguaje. En ello reside la doble fuerza simbólica de su poético testimonio (324).

Hilde Domin regresa del exilio de la mano de la lengua [madre]. La poeta traslada su experiencia personal a un plano general que todos compartimos por su carácter ejemplar, porque trata de la experiencia de la palabra, del lenguaje, el signo más substancial de nuestra identidad como seres humanos pensantes y sensibles. Su poesía tiene un alcance colectivo, con sus poemas se pueden identificar todos los refugiados de la historia, pero también el hombre paria contemporáneo (Domin, 2005: 178). 

A partir de estas observaciones puede afirmarse que en su poética el miedo, el nosotros y la solidez disyuntiva de la palabra van siempre de la mano indicando un estado de alerta; por ejemplo, en su poema “Tres formas de tomar notas para escribir poemas”: “El miedo / el mío / el nuestro / y el Sin embargo de cada letra”. De modo que por un lado, la palabra da fe de ella misma y, por el otro, alberga fragilidad, labilidad y riesgo, como si estuviera siempre cerca de un precipicio. Y, precisamente así, como un golpe de suerte vertiginoso, se origina el poema. Lo fugaz permanece, en tanto, encuentra apoyo (apoyo temporal, claro está): “Pero yazgo en plumas de pájaros en lo alto, / arrullada en el vacío. / Me da vértigo. No puedo dormir. / Mi mano / busca un soporte y encuentra / sólo una rosa como apoyo” (Domin, 2018: 24).

La experiencia del vacío y el desamparo denota desesperación per se. Mucho más el disponer de “sólo una rosa como apoyo”, como sugiere el título de su primer libro (Nur eine Rose als Stütze, 1959), publicado a los cuatro años de su regreso a Europa. De ahí que no hay nada de heroico en la experiencia de “la poeta del regreso”, según Gadamer, quien asocia “la rosa” de Domin con la célebre metáfora de Friedrich Hölderlin “la flor de la boca” (die Blume des Mundes), en su himno “La Germania” (Germanien). Para Hölderlin, “la flor de la boca” representa la lengua de la poesía, es decir, la lengua madre. De modo que “la rosa” de Domin puede interpretarse como el idioma alemán. Herido por las atrocidades de la guerra, el idioma alemán es redescubierto por los desterrados del nacionalsocialismo y en él se apoyan para sobrevivir a la apatridia y a la orfandad. El idioma natal les permite preservar su identidad en el exilio. En este contexto vale citar el poema “Después”, de otra de las grandes voces de la diáspora alemana, Rose Ausländer, en nuestra traducción: “Después de la hora cero / se derritió / la palabra congelada / Nuestra respiración / se hizo más profunda / El viejo idioma / regresó joven / nuestro herido / curado / alemán”. 

Asimismo, la rosa como único apoyo es una metáfora ambigua de por sí, en tanto contiene la paradoja de la inmanente afirmación de algo delicado y acogedor, pero, al mismo tiempo, blando, flexible y engañoso. La belleza de la rosa es inseparable de las espinas del tallo y de su propia fragilidad. Alude a un contrapaisaje
que, en el caso de Hilde Domin, se traduce en el Sin embargo colectivo de los que regresan buscando apoyo en el aire, un signo que los aliente y sostenga: “Yo trazo un pequeño signo / en el aire, invisible, ahí, donde la nueva ciudad nace, / de la nada, / la dorada, / Jerusalén” (Domin, 2018: 59). No en vano la poeta convierte el epigrama de su primer libro “Sólo una rosa como apoyo” en el epitafio de su tumba y la de su marido, con una pequeña modificación de número: “Pusimos un pie en el aire y nos sostuvo”.

 

¿Para qué la lírica hoy? Poética de Hilde Domin

 

El alcance de la poética de Hilde Domin se evidencia en Alemania a partir de los años sesenta, signados por la persecución política, la censura, la división y la instauración de una nueva dictadura en la República Democrática Alemana. En esta misma época, Hans-Magnus Enzensberger anuncia la “muerte de la literatura” (Kursbuch 15, 1968: 188) y Theodor Adorno escribe su Crítica de la cultura y sociedad (no de poesía), de la que se suele citar con frecuencia y fuera de contexto la harto conocida afirmación de que escribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie. Dice Adorno: 

Cuanto más total es la sociedad, más cosificado está el espíritu y más paradójico resulta su intento de escaparse de la cosificación por sí mismo. Incluso la conciencia extrema amenaza con degenerar en verborrea. La crítica de la cultura se encuentra frente a la última grada de la dialéctica entre cultura y barbarie: escribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie, y esto desgasta también el conocimiento que dice por qué hoy en día es imposible escribir poemas (Kulturkritik und Gesellschaft I, 1977: 30).

Es evidente que la descontextualización de la famosa cita desvía el argumento de Adorno, enmarcado en la dialéctica de cultura y barbarie. No sólo es imposible escribir poemas después de Auschwitz, sino que también esa imposibilidad desgasta “el conocimiento que dice por qué hoy en día es imposible escribir poemas”. Y dicha imposibilidad concierne no sólo a la escritura de poesía sino también de filosofía, teoría o crítica cultural en general. En este sentido, no hay documento cultural que no esté afectado por la tragedia. “La escritura de poesía es un acto humano y elemental”, dice Domin, en una entrevista de 1972, apoyándose en la aseveración del filósofo y sociólogo Herbert Marcuse que la considera un acto “objetivo y reaccionario” porque “sociedad sin arte, sea del tipo que sea, es barbarie” (Domin, 2005b, 147). Por consiguiente, la afirmación de Adorno debe ser interpretada como un llamado a escribir sin olvidar esa “imposible posibilidad” (Derrida, 2003: 37) de hablar sobre el acontecimiento, la barbarie. 

Desde este escenario, Hilde Domin defiende y considera el poema como lugar de reflexión, discusión y reconciliación en su brillante ensayo “¿Para qué lírica hoy?” (Wozu Lyrik heute, 1968). Los objetos de este agudo y amplio análisis, sin precedentes en la historia de la literatura alemana contemporánea, son el poema y el lenguaje, pero también la empresa literaria en su totalidad, con todos sus representantes: escritor, lector, crítico y editor. Domin expone sus argumentos desde diversas perspectivas (social, literaria, histórica y filosófica), echa mano de su formación científica, de su actividad como enseñante de alemán y, finalmente, de su propia experiencia como lectora, traductora y poeta [desterrada], contribuyendo así al desarrollo de la historia de la investigación, de la crítica y de la reseña literaria de su país. 

En este ensayo, la poeta examina el impacto que el libro ejerce sobre el lector. Considera la lectura como una actividad vital, y no un mero consumo, en tanto está emparentada con la escritura y, además, determina la vida posterior del libro de modo creativo. De la misma forma que el autor recrea en soledad, asimismo el lector o el crítico literario. Otro aspecto clave de su ensayo es su reflexión sobre la función del poema en tiempos de automatismo y de cosificación del hombre. Considera que el poema es un objeto de uso” (Domin, 2005: 29) que no se desgasta, sino que, al contrario, gana con el uso, así como el cuerpo del amante florece y se disfruta en la caricia. Este tono sensual y, a la vez, concreto de su lenguaje, marcó un giro renovador en la poesía alemana a partir de los sesenta, que hasta ese momento giraba en torno a la oscuridad de la “Fuga de muerte” (Todesfuge, 1952) de Paul Celan.

Domin resalta la cualidad ejemplar de la lírica e introduce, además, el concepto de “inespecífica exactitud” (170-179), en contraste con la específica exactitud del pensamiento científico. Inespecífica pero exacta, inútil pero irrenunciable, así es la poesía. Según Domin, el poema incita a una tregua, detiene el tiempo, y es en ese instante, que tanto el autor como el lector (su gemelo, como lo llama Virginia Woolf) cobran identidad y se establece la comunicación con el Otro. Este proceso fomenta el coraje para resistir, verbigracia, contra el control del Estado. En este contexto, Hilde Domin apuesta por la sensibilidad del ser humano, susceptible a ser invocada a través del uso responsable y consciente de la literatura y de sus participantes. El tono apelativo, apremiante y conciso de su verbo se acentúa en su obra tardía, pudiendo incluso rayar en lo agresivo. En este sentido, el poema “Te deseo”, que intitula su penúltimo libro de 1970, resulta paradigmático: “Palabra libertad / deseo lijarte, / salpicarte de esquirlas / para que sea difícil llevarte a la lengua / y no seas la pelota de nadie” (Domin, 2018: 75).

La poeta se dirige al vocablo libertad, desea lijarlo, salpicarlo de vidrio para que nadie lo atropelle o juegue con él. Este poema surge en 1968, durante la Primavera de Praga. Consideremos este poema como un reto tanto poético como político, una resistencia canalizada a través de la palabra, contra su desgaste y manipulación. De ahí que la poeta recurra, más adelante, en el mismo poema, a Confucio, el sabio chino, para exigir y subrayar la exactitud del lenguaje: “A ti / y a otras palabras / deseo salpicar de esquirlas / como ordenó Confucio / el sabio chino / El cuenco cuadrado, dice él / debe tener/ esquinas / dice / o el Estado se arruina” (75-76).

Esta cualidad de exactitud es reconocida y definida por la poeta como condición sine qua non para la convivencia humana en todos los sentidos (también en el político, puesto que es imposible convivir sin un lenguaje fiable). En tal exigencia de exactitud lingüística reside una posibilidad de resistencia, otra posibilidad queda a cargo del Yo poético. Sin necesidad de usar ninguna terminología política, su Yo poético actúa como embajador, nos alerta y nos convoca desde su experiencia personal y la convierte en una experiencia colectiva. El poema “Los embajadores”, de su libro Aquí (Hier, 1964), comienza así: “Los embajadores / vienen de muy lejos / más allá de los muros / descalzos / recorren / el largo camino / para entregar esta palabra. / Uno de ellos está delante de ti / vestido de lejanía” (69).

La consigna de lo inestable y lo frágil de toda seguridad radica en la fusión del plural de la tercera persona, transformado, ahora, en un Yo “vestido de lejanía”, es decir, la condición de paria que traduce la situación básica del hombre contemporáneo. Esta posibilidad de resistencia es también el leitmotiv de Nelly Sachs, con quien Hilde Domin mantuvo correspondencia a partir de 1960. He aquí unos versos del poema de Sachs que dialoga con el de Domin: 

“SI VIENE UNO / de lejos con un lenguaje / que tal vez cierra / los sonidos / con el relincho de la yegua / […] y es invierno / entonces abrígalo / […] / Un extranjero tiene siempre / su país bajo el brazo / como un huérfano / para el que tal vez no busca / más que una tumba” (Sachs, 2009: 239).

De modo que la poesía de Domin es notablemente pública. Su libro Aquí lo certifica aún más. Aquí es un adverbio de lugar que precede también lo temporal, el aquí y ahora. En este libro leemos el aquí como fenómeno histórico y memorial; por ejemplo, en el poema “Colonia” están presentes las víctimas del pasado nazi, los muertos entre los vivos, el mismo Yo poético nada, camina y conversa con ellos de modo fluido: La ciudad hundida / sola / para mí / sola / hundida // Nado / en las calles. / Otros caminan” (Domin, 2018: 67).

“La Poeta del Regreso” actúa como el que viene de lejos y trae un lenguaje [nuevo, renovado]. Su llamado dista de ser simplemente optimista, trata más bien de movilizar al ser humano que existe en todo hombre o lector contra el funcionamiento autómata. Domin saca la poesía a la calle, a la vida, al hecho político-social. En una entrevista de 1972, la poeta afirma: “El poema / objeto convierte al lector en sujeto, […] lo lleva, simultáneamente, a comprender sus propias experiencias desde el punto de vista personal y a considerarlas como ejemplares” (Domin, 2005, 149). Y agrega, parafraseando a Celan, que “a la escritura le crece el propósito en el camino de autor a lector”.

Las observaciones anteriores demuestran que el interés de Domin por el desarrollo de una teoría lírica y el cuestionamiento de la finalidad de la literatura en la sociedad es de carácter moral y ético. Otra prueba de ello es su “Carta abierta a Nelly Sachs, sobre la cuestión del exilio (1966)”, a raíz de que se le otorgara a esta el “Premio de la Paz del Comercio Librero Alemán” en la Paulskirche, en Fráncfort. Ambas poetas se sentían obligadas moralmente a tomar posición activamente ante el laberinto entre verdugos y víctimas que reinaba en los años sesenta en Alemania. Sachs se sentía comprendida por Domin, decía que era la única que había captado ese aspecto en sus textos. 

En esta carta pública dirigida a Nelly o “Ly”, a quien considera su hermana mayor, Hilde insiste en el rol del poeta en la sociedad:

El poeta contribuye más al “seguir viviendo”, al seguir conviviendo (para nombrar esa fatal “superación” de una buena vez) que todos los políticos juntos. […] La lírica es como un gran repique de campanas para que todos oigan. Para que cada uno lo oiga, es aquello que no sirve a ningún propósito y que no está distorsionado por ningún compromiso (Domin, 2005: 156).

La poeta comparte su condición de paria no como poeta judía sino como una víctima más, desde su desarraigo, junto a todos los exiliados de la historia y del mundo contemporáneo. Ella rechaza el trato o estatus especial como judía, puesto que en esta tragedia nadie es más que otro.

Tú le has dado voz a esos muertos. […] Y eso sólo lo puede hacer alguien que haya sido al mismo tiempo un expulsado, una víctima y un poeta alemán. Uno cuyo propio idioma es el alemán, uno que sea alemán y a la vez se cuente entre las víctimas. […] En la Paulskirche, se escuchó decir que tú eras una poeta judía. ¿Es cierto eso? ¿Eres tú, Nelly Sachs, una poeta judía? (157).

Otro que insistió en esta postura ética fue Bertolt Brecht, al que Domin se refirió en varias oportunidades. Es irrespetuoso medir la catástrofe, el torrente de los hechos negativos que ocurren en un país con la vara de las aspiraciones individuales desde el exilio o desde la condición de judío. Brecht solía decir, según Domin, en una entrevista televisiva de 1991: “Sobreviven los más fuertes y siempre me odié por eso”. Domin resalta “el efecto liberador” de la poesía, en tanto transforma una idea o sentimiento en un objeto observado desde afuera, es decir, lo hace comunicable: la poesía refrenda las posibilidades que ofrece el arte en la sociedad. Gracias a su conciencia de lenguaje, a su valoración como bien político inapreciable, la obra de Hilde Domin contribuye a reconciliar lo irreconciliable no solamente respecto al tema de la identidad de la diáspora alemana, sino desde una muy humana e inspiradora dimensión, desde su propia lengua. En sus poemas la realidad se transforma en objeto de comunicación ejemplar y es mediante la comunicación y la discusión, parafraseando a E. G. Lessing, que las cosas del mundo se tornan humanas. 

Finalmente, la obra de Hilde Domin es un paradigma de ejercicio de coraje civil, enfatiza la condición ética que la origina: toda experiencia personal, aun la más trágica, debe ser traducida por el poeta en una experiencia general, en la paradójica verdad de lo irrepetible y único, en un contrapaisaje que, sin embargo, es ejemplar y de alcance colectivo. Porque quien ofrece una paradoja como salida sugiere que está más allá de toda ideología, en un espacio de consuelo, de autonomía, que sólo tiene lugar desde la lengua madre: la poesía.

 

Las traducciones del alemán son de la autora

 

Referencias

 

Adorno, Theodor (1977). Kulturkritik und Gesellschaft. Gesammelte Schriften (1. Aufl. Bd. 10, 1. Frankfurt am Main, Suhrkamp.

Derrida, Jacques (2003). Eine gewisse unmögliche Möglichkeit, vom Ereignis zu sprechen, Berlín, Merve Verlag.

Domin, Hilde (1968, 2005). Wozu Lyrik heute Dichtung und Leser in der gesteuerten Gesellschaft, München, R. Piper.

Domin, Hilde (1974). Von der Natur nicht vorgesehen: Autobiographisches, München, Piper.

Domin, Hilde (2018). Canciones para dar aliento, traducción Geraldine Gutiérrez Wienken, Buenos Aires, Llantén Editora.

Gadamer, Hans Georg (1993). Gesammelte Werke. Bd. 9, Tübingen, Mohr. pp. 323-328.

Sachs, Nelly (2009). Viaje a la transparencia. Obra poética completa, traducción José Luis Reina Palazón, Madrid, Editorial Trotta.

 

Material audiovisual:

Entrevista a Hilde Domin (revisitada 24.7.2021)

https://www.youtube.com/watch?v=J7f8oexjZbY

 

Geraldine Gutiérrez Wienken (Venezuela, 1966). Poeta, traductora y editora. Es magíster en Ciencias de la Literatura y Sociología y doctora en Filología Alemana por la Universidad de Heidelberg, Alemania. Es autora de numerosos ensayos académicos y catálogos de arte (en alemán). En 2007, obtuvo el IX Premio de Poesía Excmo. Ayto. Ciudad Real, España. En 2018, cursó el Taller de Escritura Creativa de la Casa de la Literatura de Darmstadt como becaria de Merck. En 2020 obtuvo becas de traducción del Goethe Institut, así como del Deutscher Übersetzerfonds. Ha publicado compilaciones y traducciones de los poetas Rainer René Müller: El deseo / Das Verlangen (El Taller Blanco, 2019); Hilde Domin: Canciones para dar aliento (Llantén Editorial, 2018), e Inge Müller: ¡Que no me asfixie de hacer tanto silencio! (Llantén Editorial, 2021). Recientemente ha sido publicado su poemario El silencio es una bailarina (El Taller Blanco, 2020, Alción, 2021).