Heliogábalo
Roberto Piva
I
El Eros quiere contacto,
pues tiende a la unión,
la supresión de los límites espaciales
entre el Yo y el objeto amado.
Sigmund Freud
En el gran tejado de carne la mano Cuadrilátero latía su aureola en
torno del minúsculo huevo de hueso negro tus ojos extendidos sobre las
mismas órbitas de hojas el soplo rítmico de todas las ventanas rozando
muchos periscopios en la superficie de tu boca inflamada yo estaba
listo a deshacerme como un ojo sonoro dentro de un reloj
sumergido donde las algas clavaron sus uñas de sueño vegetal en la colina
machucada del corazón. Algunas rupias perdidas entre un acantilado
de nácar, colibrís acuáticos con plumas caníbales & anos de perla
avanzaban al mismo tiempo que mis tristes palpitaciones. Temblores
de una alucinación feroz en giros excéntricos por los sótanos de las viejas
goletas donde fui arrojado en segmentos perpendiculares a las esquinas
arqueadas de las rodillas mientras tus vísceras me envuelven & yo quedo
prisionero para siempre. Un dulce bochorno nos hace levitar a través de las
ondulaciones crispadas en el estómago del GRAN PULPO. Mi boca presa
a tu nuca de seda roja nos abismamos en el chorro líquido de lilas
& violetas. Así transformados en Estrella tus pestañas —lanza-llamas
incineran mi cuerpo a la altura de la Luna. Hotel de caricias-pelusa
al alcance de las alas arborescentes y sollozos arrastrados por las barrancas
enmarcadas, boulevárdicas. Tus manos azules son un contrapeso,
un solo lejano inanimado de un saxofón en un desierto de besos.
Nuestras bocas sólo ahora medio despiertas hacen pasar pájaros en bandada bajo
la piel. Nuestro destino es construir palacios sensoriales en las playas obscuramente
favorables. Una botella a la deriva me seduce de pasada en aquel
espasmo de la vigilia como el muchacho heráldico izado en una garra que avanza
& que brinca. Cinco golpes en las bisagras de los corazones todas las tardes
sobre pabellones & jardines en desbandada en una Flor Roja (tu único
suspiro) alerta con las águilas de miel subyacentes en todas las direcciones.
El trópico de dolor concibe un magnetismo especial, burbujeante, cuyos
pétalos son cisnes & alambiques que caen de las nubes. En las plazas
desiertas los estertores se extienden monumentales. La cabellera química
en las ranuras de las lámparas ornamentales inscribe el ligero sollozo de ÁNGEL
NAMOR en una galería de muchachos-soles simétricamente fascinados.
II
¡Corre el río de mi amor
hacia lo insuperable!
¿Cómo no encontraría un río
al final el camino del mar?
NIETZSCHE
Nunca más saldré. Los puentes incandescentes bordean frágilmente
la pista de tu corazón bordado a fuego. Cuernos azulados despedazan la silenciosa
atmósfera donde caen las plumas de los dragones salvajes. Mirando cada
punto del campo esquimal veo un oblato con el sexo arrancado durante
la noche, la sangre coagulada entre los muslos formando un tenebroso lago
Polar. Las alamedas marítimas vendaban un horóscopo con moluscos–
cartománticos embriagados de bombones viejos. La seda nocturna descendía
sobre mi cráneo como un espejo de Amor. Nosotros escapábamos nuevamente
a los terremotos de silencio anaranjado demencia apasionada
encerrándonos en una concha en el largo párpado del bosque. ¿Serás tú
el pequeño príncipe minotauro cuyos guantes de frenesí atraviesan el cielo?
¿Serás tú Anubis náufrago adornado con pañuelos de menta? Poco
a poco los trapecios de neón avanzan a través de las cejas cerradas
de la medianoche. Los ojos de dos pájaros carnívoros abandonaron
peligrosamente sus dulces órbitas vacías. Cortinas de lluvia suave
depositan su polen luminoso en las ancas crispadas de Amianto. Una
rosa giratoria en permanente destrucción sobre los rieles del vals rociaba
perfumes en las gargantas puntiagudas del Otoño de bárbaros. El sol
levantaba su pabellón oscilatorio. Planetas de crema explotaban.
En las emanaciones de las antorchas de alabastro, flotaba un muchacho de belleza Azul.
III
Ciertos arcángeles perforados como ciempiés se agrupan en una farándula de
alas. El color del mundo es un pulmón verde-claro. El viento indiscutible
desfila un largo cometa testimonio del temblor lunar sobre mis huesos.
Las voces se mezclan en el caparazón de la tortuga hasta la más tierna altitud
(sus ojivas más simples) en el punto más acústico del corazón de porcelana.
En este minuto las escafandras se asomaron en las ventanas del océano de cipreses,
Un navío milagroso (su único sobreviviente es un pequeño pirata color de
yambo) cruza la masa híbrida del DILUVIO. La orquestación de Saturno
franjas de luz sobre barracudas tartamudeando su creencia en la vida. El muchacho–
pirata conduce las sangrientas lujurias del León & de la Risa. De su muslo
rubio arranca las retinas del Diablo, de su muslo moreno, los sueños donde
recostó su magnificencia. El horror de ser su presa planta calamares de cristal en
mi memoria recién llegada del fondo del mar. Un ojo gigantesco
supera mi deseo de flores finas & ciegas.
IV
Je te connais et t’admire en silence
Rimbaud
Así hablan las medusas en medio de los relámpagos. Ropajes
lactescentes deshilados en sus miradas friolentas. En los maxilares de las
constelaciones nacen geranios. Vientres boreales embarazados de sátrapas
que giran grises. Lucha & vértigo en las magias geológicas.
Los ejes en la inmensa vibración exaltan la tinta de follaje seca en la esfera
de los trombones marinos un poco a mi disposición en brillos de
Tómbola. Espino de carga eléctrica en los túneles de huevos fritos.
El barco llevará por supuesto la tripulación de protozoarios & banderas.
Él prepara mi sorpresa preciosa: Enormes manos blancas en los
fragmentos de las lágrimas dilatadas.
Traducción de Sergio Ernesto Ríos
Roberto Piva (São Paulo, Brasil, 1937-2010). Es uno de los grandes poetas brasileños del siglo XX, autor del emblemático Paranóia (Massao Ohno, 1963). Entre 2005 y 2008 apareció su poesía reunida en tres tomos: Um Estrangeiro na Legião, Mala na Mão & Asas Pretas y Estranhos Sinais de Saturno.