ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Todos los sólidos se desvanecen en el aire

Israel López Solano

 

Soñé al pájaro

se convulsionaba en un cable 

o algo así 

abría y cerraba el hocico 

sin sonido 

 

Vino hoy en la tarde

Lo escuché cantando 

Me dijo que era de fuego

y a veces también de agua 

 

Cómo 

pregunté 

 

Eres incapaz para el asombro 

También soy de piedra 

Puedo escoger la consistencia, hay miles 

Soy un pájaro bailarín 

puedo incendiarme si quiero 

al bailar 

 

Cómo mueves las alas 

Cómo bailas

Cómo es que vuelas 

Es imposible si eres de piedra 

 

No entiendes nada 

Desaparecerás así

ignorante y confundido 

en la insatisfacción 

 

Puedo ver lo que tú no 

El color de tus riñones y de tus intestinos 

no es el mismo cuando están dentro 

son más oscuros y cristalinos

 

Tus cadáveres 

Tienes cuatro

Uno de ellos es un ahorcado 

se colgó un 24 de diciembre

de un tragaluz 

con un alambre  

Era sordo y mudo 

 

Fuiste a verlo cuando lo bajaron  

Estabas en un mercado callejero cuando te avisaron 

una fiesta de barrio en derredor de un santuario 

 

Se acaba de ahorcar el mudo 

Quieren que vayas a verlo 

Lo viste ahorcado 

Te concentraste en su lengua 

Pensaste en los perros que atropellan en las carreteras 

Quedan ahí, con la lengua colgando hacia el suelo, como si lo lamieran 

como si de esta manera intentaran aferrarse al mundo por última vez 

Se les apagan los ojos en la carretera 

 

Las lenguas de los ahorcados se inflaman 

son moradas

les llena la boca 

parece que la muerden 

para respirar, quizá 

por la presión de la asfixia 

 

Hay una fotografía 

un niño amarrado a una varilla metálica 

en un patio sucio y pobre 

una casa en obra negra 

 

Está mirando hacia el obturador 

Llora y grita 

Su mirada es distinta de la de los otros niños que conoces 

la de un animal doméstico desorientado 

 

Palabras ajenas a su capacidad cognitiva 

Glotal-Oclusiva-Morfema-Fonema 

Guitarra-Concierto-ElectroPunk-Recital

 

Existe otra foto 

trabaja en una fábrica de churros 

aros lágrimas tornados 

Hay un cazo gigante con aceite hirviendo 

Menea las tiras de harina con una pala 

Tiene el rostro contraído y perlado de sudor 

Le molesta el calor 

Te duele el movimiento que hay en la imagen 

 

Burlas comunes entre los amigos que fuman juntos en la esquina durante la noche 

Está enojado el mudo, casi no habla

No creo que esté enojado, yo digo que está pensativo

Tú qué crees 

Por qué ya no nos hablas, te hicimos algo, cómo te fue en el jale, cuéntanos algo, tu vida si quieres  

Mudo idiota 

Se carcajean en grupo 

 

Lo veías cuando te drogabas 

en los objetos de los que puede colgar una cuerda  

balanceándose como un péndulo

Escuchabas los gritos desarticulados que utilizaba para llamarte 

los intentos de vocalización que te hacían voltear a verlo

 

La lengua de los ahorcados 

la lengua de los ahorcados 

repetías, como un cantar  

 

Hay otro

Se desangró en el pavimento 

Lloviznaba y era miércoles 

Tú caminabas en un túnel 

cuando se moría 

Habías leído todo el día 

mitología griega 

Vivías en un callejón

a espaldas de un castillo 

Intentaste ver una película 

Veías muchas películas 

Una distopía sobre el amor en un mundo controlado por la inteligencia artificial 

Joaquin Phoenix interpreta a un hombre gris y aburrido

toca un ukulele, se enamora de una máquina 

lleva un bigote poblado, espantoso y ridículo, usa lentes 

 

Está bien

dijo su mamá 

Mi hijo batallaba mucho, por la tendencia que tenía

Estará mejor así 

 

Lo mataron por puto 

te dijeron en la facultad 

A todos los putos les sucede lo mismo, es su destino 

O qué

Imagínatelo de viejo

Joto, viejo, y con la suerte que tenía, sidoso 

Qué puto asco 

Le fue bien, pasaría tarde o temprano 

Abrieron un seminario, ya me di de alta 

Antropología Estructural 

Levi Strauss  tristes trópicos 

Date de alta 

Irás a la marcha de los 43 

Eso sí estuvo cabrón 

Fue el estado 

Si vas, me escribes 

Te lo tengo que decir así 

como va 

Recuerda nuestro lema 

“la verdad os hará libres”

Así es esto 

 

No podías dormir 

Lo soñabas mutilado 

sin una pierna 

sin una mano

 ciego

En una ocasión, sin las cuatro extremidades 

cuatro muñones en un jardín    

 

Desapareció el pájaro 

Dejó un baúl 

En el exterior del baúl hay un texto

 

“Jamás entenderás mi danza 

      Mi cascabeleo mi danza 

      Mi cascabeleo mi danza”

 

Dentro hay nombres escritos

A lo mejor está el tuyo  

 

 

Benjamiana/kantiana/aristotélica

 

Trabajé perifoneando siete años en un mercado callejero de animales y artículos robados. Había un árbol enorme lleno de colmenas y estaban ahí las abejas zumbando todo el tiempo. Montañas de polvo. Cuando hacía calor venían las arcadas colectivas. Yo devolvía el estómago en el árbol de las colmenas, luego lo abrazaba. Cuando recuperaba la calma volvía a la vendimia. Los visitantes devolvían a su paso con naturalidad, como escupiendo los jugos gástricos. Las disputas por el espacio eran constantes, dejaban ahí los molares, los ojos, chorros de sangre, pedazos de piel. En tiempo de lluvias el lodo nos llegaba hasta las rodillas; nos invadían las ratas.

Tengo cuatro años de edad cuando sueño al cocodrilo. Aparece en el patio, entre la escalera y la cocina, boca arriba, con las entrañas expuestas. Lo miro con los ojos llenos de lágrimas; hordas de moscas metálicas, de espalda tornasol, se detienen en sus vísceras a frotarse las patas. Otras veces aparece vivo. Me acerco a acariciarlo, lo abrazo, quiero lamerle la espalda. Él me invita a montarlo, le jalo los párpados para conducirlo. Me fascina la proyección de su barriga amarilla, su ternura oculta, históricamente discriminada. Los mosaicos del piso forman un tablero de ajedrez, de cuadros azules y dorados. Montarlo es maravilloso, y el aleteo de las moscas.

Encubé diez años en el convento/facultad de los impostores. Aprendí ahí el apellidismo, el uso de la muletilla ¿no?, a hacer hipérboles, que aludir al contexto es la salida a muchas cuestiones difíciles, y que es posible permanecer una década, o toda la vida, dándole vueltas a los mismos problemas. La conversación más trivial era ahí benjaminiana/kantiana/aristotélica. Incorporé también que se puede remitir durante años a los conceptos de ser y tiempo sin asomarse al texto; una aventura en Wikipedia o en un video en YouTube es suficiente. Los espirales de Sísifo (licenciatura-maestría-doctorado-posdoctorado, conferencias, estudios en el extranjero, artículos en revistas especializadas) eran agobiantes; la competencia, extrema. Todos nos desmayábamos frecuentemente, luego nos levantábamos incólumes; esa era la regla, aparentar que no sucedía nada. La miseria existía en los periódicos, pero a nosotros nos importaba poco, estábamos ocupados en lecturas más trascendentes, persiguiendo ideales estéticos desorbitados. 

Empecé a leer/escribir en ese sitio, hice textos en “académico” que nadie nunca va a leer; para hacerlos me despellejaba las cutículas y las yemas de los dedos; están por ahí, perdidos/olvidados en carpetas de correos electrónicos, inútiles, ni a mí me importan. A veces me dan ganas de volver, luego algo me dice que la simulación permanece (los mismos apellidos ¿no?, las mismas preguntas, la palabra “contexto” en todos lados), y mi entusiasmo disminuye. Las expresiones más escandalosamente homofóbicas, clasistas, elitistas y autoritarias las escuché ahí. 

 

***

 

No tengo idea de si mi escritura tiene coordenadas o una procedencia definida. Me gusta la poesía porque no tiene camisas de fuerza, la veo salvaje y libre. Intenté ir al taller de narrativa los sábados. En la primera visita una compañera comentó: “los del jueves (los del taller de poesía) escriben puras mamadas”. Yo me empecé a marear. Tengo astigmatismo, desconozco la relación que esta anomalía tenga con el estrés, pero cuando un estímulo altera negativamente mi sistema nervioso empiezo a sentirme muy incómodo, me arden mucho los ojos y se me inflama el cerebro, una consistencia (tiempo, aire, oxígeno) se densifica. Debe de ser de humanidades (filosofía, letras, historia, antropología, sociología), sospeché prejuicioso. Esas opiniones tajantes/autoritarias suelen transmitirse y normalizarse en esas escuelas: “los historiadores escribimos para otros historiadores, la gente común, de a pie, que no conoce nuestros métodos ni la estética de lo que hacemos, simplemente, no nos interesa”; “escribir poesía es una tontería, escriban cosas serias, complejas, El péndulo de Foucault ¿lo han leído?”, decía (probablemente lo haga aún) uno de los mejores maestros que tuve en la licenciatura. Mi segundo intento en el taller terminó de despejar mis dudas: había un muchacho joven de cabello largo y lentes gruesos charlando sobre sus métodos narratológicos; explicaba que tenía un pizarrón donde dibujaba a sus personajes, y que para aproximarse a la voz/psicología femenina, que era la que él usaba, leía mujeres obsesivamente. Adornaba su exposición remitiendo a los ideales estéticos particulares, a su juventud temprana, cuando imitaba a Raymond Carver. Mientras transcurría la charla yo paulatinamente veía todo más borroso y me palpitaban los ojos, como si me fueran a reventar las máculas o se me fueran a caer las retinas; hacía mucho calor. Tiempo después asumí que no tenía ánimo de incorporarme a un régimen disciplinar/metodológico de ese nivel, y que nunca leería los cuentos del muchacho de los lentes (al parecer bastante extensos), simplemente porque su manera de hablar, sus obsesiones y sus tejidos explicativos me intoxicaban de una pereza enfermiza.

Padezco una especie de ansiedad postraumática sensible a los discursos que polarizan el acontecer. La poesía me permite escribir sin preocuparme por las reiteraciones, continuidades, ritmos, márgenes o por la forma lograda del contenido. Si tuviera que jugar a hacer una taxonomía entre ambas disciplinas, diría que escribir un poema es como acostarse a dar vueltas en el suelo; la narrativa, en cambio, se asemeja al acto de caminar erguido con los hombros y el cuello tensionados. En un trasfondo deportivo, hacer un poema encajaría en una disciplina de saltos enlazados a la sensación vertiginosa de ir cayendo; la narrativa lo haría en la natación, mantener el estilo cuidando la técnica, el apoyo en el agua, y el ritmo cardiaco. En un enfoque más ecléctico, la poesía aparecería en la naturaleza fortuita y desigual de una pelea callejera; la narrativa, en un combate limpio y sistematizado de esgrima. En mi caso, por vago, quizá, estimulan más mi perplejidad los combates callejeros. Disfruto arrastrarme en el pavimento haciendo nada. Me aburre discutir conceptos, el deber ser del mundo, y el predominio emocional, obstinado y absurdo de la lógica “A más B igual a C”.

 

Nota

 

En lo más alto de Metepec hay una pandilla de chicas adolescentes; se pintan el cabello de fucsia y de verde. Tienen como regla básica llevar las agujetas desatadas. En la madrugada, cuando no pueden dormir, atraviesan la ciudad en bicicleta. Inhalan cristales de metanfetamina. Hacen figuras con los borbotones de vapor. No les importan las reglas ortográficas.

 

Israel López Solano (León, Guanajuato, 1986). Estudió Historia en la Universidad de Guanajuato. Prepara la tesis “Desollamiento humano entre los mexicas durante el Posclásico tardío (1200-1520 d. C.)”. Tiene una pequeña galería para fumadores. Actualmente trabaja en la edición del fanzine Ratas con pelo de hongo. Es integrante del taller de poesía de grafógrafxs.