informe de los días 2 y 3 de marzo sobre cómo responde el corazón: actividad normal
Fernanda Mugica
en 1994 un promotor de Solanas capturó a mi madre
la subió a su camioneta e intentó venderle un tiempo compartido
no puedo asegurar haber estado con ella
sí que había caracolas marinas que trepaban los vidrios
y que seguí con los ojos a un pájaro hasta que se fue de mi vista
pero lo cierto es que nunca
se fue de mi vista
por supuesto mi madre
no compró
ahora puedo ver a ese hombre en su camioneta
pasar de refilón
cada vez que mi bicicleta se tambalea
y no quiero que me atrape de nuevo
porque ya es suficiente con este recuerdo viscoso
y con no contar con otro que haya durado tanto
y cuando mi bicicleta deja de tambalearse veo
la puerta de entrada de un tipo especial de edificio
de una mar del plata en los años ochenta
en donde se replica el color de la rambla
y un sillón demodé del color que imagino debía tener la rambla
en el año en que se conocieron mis padres
un color al que no me atrevería a llamar naranja y sin embargo
en el hall de cualquier edificio
de esta ciudad
pero en esos años
¿es ese el lugar ideal para mi corazón?
justo antes de entrar
mientras un caballito de mar
se ríe desde afuera
arrastrado por un mismo viento
y pregunto
¿empezó ahí y no pudo detenerse nunca?
aunque nunca no es más que hoy y ese viento
me lleva al único lugar de la ciudad que da ganas de sobrevolarla
-una calle empinada en la que descubrí
algo de mi familia
que sólo reconozco cuando lloro
una manera de torcer la boca hacia abajo o de apretar los molares más íntimos aunque también está en otras mujeres
-en elisabeth moss, por ejemplo
y en algunos batracios-
una calle empinada en la que discutimos
sobre el título de ese libro
me voy yo primera para que vos no me dejes nunca
y si cobro velocidad estoy
de vuelta en mi lugar de trabajo
alguien pregunta seño, ¿mar es una
preposición?
no
respondo
y debería
esa misma persona llamaba a las palabras como a perros
para reconocer sus sílabas tónicas
una vez construyó una cebra de papel y yo
la olvidé sobre mi escritorio
es el único corazón que rompí
y cuando pienso
que conozco esta ciudad de memoria
aparezco otra vez en un auto
y lamento
que vos al lado mío hayas sido la única
oportunidad de perderme
y digo
no existen treinta y seis maneras de mostrar
a un hombre que se sube a un caballo
sin embargo
existen
más de mil maneras de caer
y existen más de mil maneras de mostrar
a una mujer
bajar
y aun así prefiero estar sobre la tierra
y si la tierra se mueve debajo de mí
y la distancia repara la proximidad de los tiempos
y como dice Eliot
el tiempo siempre es tiempo
y el lugar
es siempre y sólo lugar
si además
el cuerpo no es más que el cuerpo
y para la ciudad no hay
después ni modo de sobrevolarla
y si además están los mil motivos por que el tiempo
nunca
será tuyo
entonces
voy a desensillar / amar
ciertas verdades
así no me destruyen
como que estoy volviendo a casa
y el tiempo es compartido por definición
y no llegué a escuchar lo que dijiste
pero sonaba a
hacer pis en la tierra
respetar la mirada perdida en el fuego del otro
el corazón de A que ya no late
el corazón corriendo de G
de su casa a la mía
cuando la derrumbaron
el corazón de M atada afuera en la clínica
mi corazón atado afuera
R dice los pies
R dice los pies son
un corazón periférico
alguien te va a enseñar a pedalear sin manos
te va a decir sumá
con el pulgar
cada falange
del índice
+
el medio
+
el anular
+
da doce
x cada 1 de los dedos
de tu otra mano
= 60
y por cada segundo que pasa el corazón le late
alguien te va a decir
cruzá
las manos sobre el manubrio
no cruces
museo del corazón del kamikaze
no es poesía es la palabra dicha en el momento justo
Fernanda Mugica (Mar del Plata, 1987). Es profesora en Letras por la Universidad Nacional de Mar del Plata. Publicó Alberta(Honesta, 2014) y El núcleo duro (Goles Rosas, 2015). Colabora en la revista digital Otra Parte Semanal y en diversas publicaciones de Argentina y Latinoamérica.