Ivancito el preguntón
José Edmundo Hernandez
Me gusta botar mi pelota, pero deja de botar y siempre tengo que levantarla y volverla a botar. ¿Por qué se acaba? ¿Por qué no puede durar para siempre? Desde que me acuerdo, me dicen Ivancito. Mi mamá me dice Ivancito el Preguntón.
Siempre hago preguntas a mamá, papá, a miss Rosy, a Pepe, Rotly, a la tía Lucy y al abuelito Melquia.
Cuando le pregunté a mi mamá qué es la lluvia, dijo cosas como gravedad, tensión superficial y precipitación. ¿Les digo un secreto?: nunca entendí por qué mi mamá me dijo esas cosas. Después descubrí que la lluvia es cuando las nubes (que son de algodón) se rompen y el agua se tira haciendo un reguero. Yo creo que por eso a mi mamá le molesta que llueva, pues pone una cara igual que cuando se me cayó el vaso de agua en la mesa. Hice un reguero y no dejó de regañarme hasta que se le olvidó.
“¿Qué son los amigos?”, le pregunté a papá. Él sólo dijo, con voz mandona y regañona, cosas como fraternidad, lealtad y confianza. Yo no lo entendí, aunque no se lo dije. Pero yo sé que Pepe es mi amigo porque jugamos futbol y a veces a las escondidas. Cuando Pepe no quiere jugar ni futbol ni a las escondidas ya no es mi amigo. Pero otros días sí que jugamos y somos los mejores amigos.
Otro amigo mío, aparte de Pepe, es Rotly. Rotly es mi perro y está conmigo desde que recuerdo. Rotly juega mucho y le gusta que yo lo acaricie; siempre huele a pasto y a tierra. Me gusta acariciarlo porque es suave y no deja de mover sus patas de felicidad. Un día ya no quiso jugar; lo vi en el patio sin moverse y no respondió cuando le hablé. Mi mamá me explicó que a eso se le llamaba muerte, y me dijo cosas como trascender, pasar la existencia a otra dimensión. Yo sólo sé que la muerte es estar frío. Rotly estaba frío y tieso cuando lo enterramos en el patio. A veces lo extraño. Bueno, eso me dijo mi mamá que siento cuando quiero jugar con Rotly y no puedo hacerlo. Extrañar me pone triste, eso no lo tuve que preguntar, yo lo descubrí solito cuando una vez vi a mi papá llorar y mi mamá me dijo que lo dejáramos solo, que estaba triste. A veces recuerdo a Rotly, lo extraño y eso me pone triste.
—Oye, papá, ¿qué es la vida? —pregunté.
—No andes preguntando cosas, Iván, ve y pregúntale a tu madre —contestó con voz enojona.
—Mamá, ¿qué es la vida? —pregunté.
—Mira, Ivancito —respondió después de observarme por mucho tiempo—, si no dejas de hacer preguntas y no te pones a recoger tu cochinero, por tu vida que te voy a castigar.
No sé qué es la vida, pero mamá cuando me habla enojada me da miedo.
Decidí no preguntarles más, pero el lunes en el recreo, cuando estábamos jugando futbol, Pepe se me acercó para recoger el balón después de un gol que me había metido, y volví a la carga: “Oye, Pepe, ¿qué es la vida?”. Pepe es muy distraído y de seguro no entendió nada, porque tomó el balón y sin dejar de mirarme despejó y me dijo: “3-1, Ivancito”. Luego se fue corriendo. Ya no le volví a preguntar porque le comencé a decir que ese gol no había valido.
Aunque Rotly no hablaba, si dejara de estar muerto, le preguntaría qué es la vida, pero ya no quiero pensar en Rotly porque lo extraño y me pongo triste.
Mi maestra de segundo se llama miss Rosy. Ella me agrada porque es muy sonriente, siempre huele a chicle y sabe muchas cosas. Cuando no sabe algo, lo busca en sus libros. Pero no entiendo por qué después de preguntarle qué es la vida, me tomó de la mano y me dejó en la dirección hasta que llegaron mamá y papá. No sé qué les dijo, sólo sé que mi papá me llevó al coche apretando mi mano muy fuerte y mi mamá me observaba todo el tiempo. Esa noche escuché cómo hablaban muy enojados. Sus gritos no me dejaron dormir. Después de sentirme triste, decidí ya no preguntarles más a ellos.
Al otro día mi papá llegó con un regalo para mí. Con voz seria y algo enojona, me dijo: “Se llama Hércules y debes cuidarlo muy bien”. Hércules me agrada, pues es una tortuga tranquila que se mete por mucho tiempo en su casa. Siempre huele chistoso, como huele el cuarto donde mi mamá lava la ropa. Hércules de seguro sabe qué es la vida, pero nunca puedo preguntarle porque cuando quiero hacerlo y me acerco, se esconde y no sale hasta que yo me voy de su pecera. Por eso no puedo saber su respuesta.
El lunes me quedé en casa de tía Lucy. No me agrada porque siempre está hablando por teléfono y no me hace caso. Además, su casa huele como cuando mi mamá pasa el trapo limpio por la mesa. Yo estaba sentado en el sillón esperando a que Hércules saliera de su casa, cuando tía Lucy pasó diciendo: “Es que la vida es complicada, la vida es difícil”. Creo que por eso siempre está triste. La he visto estar triste muchas veces en la cocina, cuando piensa que estoy dormido o que estoy jugando en el patio.
Ayer vino mi abuelito Melquia. Él me agrada también. Cuando no está dormido juega conmigo y tiene su propio olor. No he encontrado el olor de mi abuelito en otro lugar. Ayer me espantó, porque yo estaba distraído observando a Hércules, y me preguntó:
—Ivancito, ¿qué estás haciendo?, ¿por qué estás tan callado?
En lugar de contestar su pregunta, yo lancé otra:
—Abuelito Melquia, ¿qué es la vida?
Recuerdo que se me quedó mirando y pensé que me regañaría como mamá, papá o miss Rosy, o que no me diría nada, como Pepe.
—Ivancito, escucha bien lo que te voy a decir. Ponte de pie y respira profundo. —Sin pensarlo, me paré y respiré lo más que pude—. No, así no, más despacito, que pase el aire poco a poquito. —Lo volví a hacer más despacito y lo hice dos veces más como me dijo. Se acercó sin quitarme la vista y escuché nuevamente su voz tranquila—. Cuando tengas ganas de preguntar qué es la vida, respira como te dije y algún día entenderás que eso es la vida.
¿Por qué nadie quiere decirme qué es la vida? ¿Por qué no es tan fácil como saber qué es la lluvia o qué es tener amigos o qué es la muerte o por qué mi pelota no bota para siempre? Ahora, cada vez que quiero preguntar qué es la vida, hago lo que mi abuelito Melquia me dijo: respiro lento. Y después de sentir cómo el aire frío pasa por mi nariz, me acuerdo de mi mamá, de mi papá, de Pepe, de Rotly, de Hércules, de miss Rosy y de mi tía Lucy. Y pensando en ellos recojo mi pelota y comienzo a botarla otra vez.
José Edmundo Hernandez (Toluca, Estado de México, 1989). Licenciado en Composición Musical, pasante en Instrumentista Musical en Guitarra Clásica y en la licenciatura de Contaduría. Obtuvo la Beca del Fondo de Cultura y las Artes del Estado de México en 2017. Es integrante del taller de narrativa de la revista Grafógrafxs.