Errare humanum est
José Luis Aguirre
Estamos en la eternidad.
Somos inmortales.
Y con qué frivolidad nos paseamos
por la ciudad sabiéndolo.
Nos bajamos de un vagón del metro
para subir a otro.
Nos perdemos a la entrada de pabellones,
oficinas, centros comerciales.
Deambulamos por la ciudad como si nos perteneciera
cuando nosotros le pertenecemos.
Nos sentamos en el parque satisfechos
mirando como si nos sobrara el tiempo
y nos jubiláramos de la vida.
Somos infinitos.
Escogemos por la tarde
los productos para la despensa
en los pasillos de un Walmart solitario
(todo con ligereza
todo como si no entrañase el dilema de la muerte).
Y en el largo camino hacia ella misma
producimos tickets, facturas, documentos.
Contemplamos visones
y dejamos exhausto al ojo.
La ciudad nos atraviesa al atravesarla
como partículas que salieran de nosotros.
Somos para siempre.
Nuestros huecos de aire nos dibujan
dejando la evidencia de nuestros álguienes.
Dejando la presencia del pacto
de todo lo que confluye en este molde
y previamente fue acordado
a medida que se desvanece a la intemperie.
Somos esta pequeña comunidad.
Rebotamos por los confines del microcosmos,
atestiguamos nuestros proyectos,
decimos nuestras impresiones provocando diálogo,
retroalimentando la base de datos del lenguaje.
Así contemplamos nuestras vidas.
Así ganamos puntos de vista
y nos acercamos, tal vez,
hacia alguna conclusión
aunque no nos sea muy favorable.
El tiempo nos sobrepasa por la autopista.
Nos pasa sobre, por encima.
Nos ultrapasa.
Somos cuerpos arrollados.
Peatones damnificados en el accidente.
A veces —y muchas— cadáveres tirados a las orillas.
Somos material por ser moldeado.
Siempre ha sido que hemos sido:
materia prima, insumos.
De fondo, la escenografía de nuestras vidas.
Un día soleado que ocurre en el bolsillo de la mezclilla.
Un pícnic con la familia
donde producimos momentos extáticos
para un día sentir nostalgia.
Nuestra vida
es producción de memorabilia.
Somos la mercancía y los souvenirs
de un acto originado previamente
en una performance de células.
Estamos en la eternidad.
Desorientados, transcurrimos,
accidentales.
Un segundo al que se agrega otro
y lo traga, así se obtiene el resto.
La muerte no interrumpe nada.
Nota
El poema “Errare humanum est”, que toma su título de una canción de Jorge Ben Jor, puede leerse como una especie de inscripción o epígrafe o conclusión de un cuerpo que experimenta otro cuerpo: la ciudad. Es una especie de conversación sobre eso. Nuestros rituales diarios, nuestras jornadas y rutinas en un espacio geográfico específico y en un tiempo concreto: nuestro tiempo. La época precisa en la que nacimos, transcurrimos y desapareceremos. Por ejemplo, esta época de capitalismo que soportamos, esta época con sus medios de transporte y sus centros comerciales; los momentos, acaso metafísicos, en que somos extraordinariamente conscientes de esto, y tal vez, solamente por unos segundos, lo trascendemos.
José Luis Aguirre (Monterrey, N.L.) Egresado de la licenciatura en Bibliotecología y Ciencias de la Información por la UANL. Textos suyos han aparecido en Hermano Cerdo, Punto en Línea, Vida Universitaria, Armas y Letras, Poeta de Gaveta (Universidad de Sao Paulo, Brasil) y Tierra Adentro. En 2013 y 2016 ganó las categorías de cuento y poesía, respectivamente, en el Certamen de Literatura Joven Universitaria de la UANL. En 2020 ganó el premio de poesía Rosario Castellanos de los Juegos Literarios Nacionales Universitarios, organizados por la Universidad Autónoma de Yucatán. Es integrante del taller de poesía de Grafógrafxs.