Tu país es esta noche ardiente[*]
Sylvia Georgina Estrada entrevista a Joumana Haddad
Escritora, periodista, activista, traductora, editora. Son muchos los oficios —y las lenguas— que domina Joumana Haddad. Así lo soñó cuando era una niña que devoraba los libros de la biblioteca de su padre en su casa de Beirut, cuando escribía hasta que se le hinchaba el dedo corazón. Gracias a la literatura, la poeta libanesa encontró la voluntad para transformar sus sueños en realidad.
La autora de El retorno de Lilith y Yo maté a Sherezada ha publicado gran parte de su obra en la editorial regiomontana Vaso Roto y es una visitante asidua de México, donde ha impartido la conferencia “Entre la palabra y la poesía: la resistencia”, una declaración de principios que ha movido su espíritu y obra a lo largo de toda su vida.
Sylvia Georgina Estrada: En el ensayo Una mujer árabe que lee al Marqués de Sade revelas que en tu infancia leías “para desear y anhelar y ansiar”. Me recordó algo que escribió Susan Sontag: “El acceso a la literatura me permitió escapar de los destinos imperfectos y de la mala suerte”. ¿Cuál es el papel de la literatura en tu vida?
Joumana Haddad: Yo crecí en una ciudad en la que había una guerra civil muy violenta y también en una familia bastante conservadora. Entonces, había cadenas alrededor de mí, cadenas de varias partes y de varios géneros. Así que encontré en la lectura y en la literatura un mundo diferente, donde yo podía tener todo lo que mi vida real no me daba en ese momento tan difícil.
Aprendí a soñar a través de la literatura, a hacer planes, a querer más de la vida y a tener la voluntad de transformar mis sueños en una realidad. Aprendí también que hay otras culturas diferentes y esto te hace mucho más tolerante y amante de la diversidad. La apertura de mi mente se la debo a la literatura.
También los libros han salvado mi salud mental porque no es fácil crecer en unas circunstancias donde tu condición como ser humano quiere ser cancelada por tu sociedad, por las costumbres, por la religión, como si existieras sólo para desaparecer y no tuvieras una meta en tu vida. Entonces, la literatura me ha realizado, me ha dado este sentido de mi importancia como ser humano.
SGE: ¿Qué significa la poesía en tu escritura?, muchos de tus poemas se refieren a la libertad, al cuerpo, el erotismo, a la mujer que se descubre y reinventa.
JH: Ahora hay dos factores de fuerza en mi vida. Tuve la fortuna de contar con la literatura como fuente inicial, pero después tuve en la vida real la posibilidad de descubrir el amor de la gente que sufre y que su fe en ti puede darte otro tipo de fuerza, que te da ganas de continuar y luchar. Para mí eso es poesía, es poesía de vida, es otra forma de vivir la poesía que escribo o de vivir la poesía como yo concibo la poesía: como una energía que puede construir y destruir. Aun cuando destruye, lo hace para construir algo mejor. Hasta ahora la literatura es esto para mí.
SGE: En Yo maté a Sherezade dices que la gente te consideraba tranquila y dulce, sin saber que en tu mente bullían muchas ideas y sensaciones. Me recuerda al caso de Emily Dickinson, una mujer aparentemente encerrada, pero en cuya mente se estaban gestando grandes poemas.
JH: La gente siempre asocia el escribir poesía a dos tipos: el tipo deprimido, el poeta triste que está llorando y que utiliza la poesía para expresar su tristeza; o el tipo muy tranquilo, introvertido, que está disociado del mundo. Yo no soy ni el uno ni el otro, hay un verdadero circo en mi cabeza y no sólo cuando escribo poesía, también cuando escribo mis novelas o cualquier cosa.
Hay una infinidad de voces que hablan, que me dicen cosas, que también se enfadan conmigo, que no siempre me dicen las cosas que quiero sentir. Es una multitud la que me hace escritora. Soy una escritora por periodos, no escribo cada día, hay un periodo de gravidez y después está el periodo en el cual doy a luz al libro. Estos son los momentos más difíciles y los más agradables para mí porque estoy feliz, siento que existo.
Al inicio, cuando aprendí a escribir, pensaba que mi escritura era muy personal y me preguntaba “¿quién verá en eso algo que le importe?”. Con el tiempo aprendí una lección de vida y de literatura muy importante: el personaje es universal. Hay hombres y mujeres de todas partes del mundo que me dijeron que leían mis libros y era como si yo hablara de ellos, de sus sentimientos, emociones, experiencias. Eso también ha sido una riqueza más en este circo del cual te hablo, porque me ha dado el coraje de ser aún más loca, de dejarme ir, de no tener estos límites que a veces puedes tener cuando escribes.
SGE: ¿Por qué consideras que ya no hay espacio para Sherezade?, ¿será que ahora necesitamos otras contadoras de historias?
JH: Otro tipo de Sherezade, porque cuando yo la maté lo hice para resucitarla en una Sherezade más fuerte, que está contando sus historias por su propio placer y porque quiere contarlas, no porque necesita contarlas para tener uno de sus derechos
fundamentales.
Este asesinato no tenía como objetivo cancelar la existencia de Sherezade, sino reinventarla, porque yo soy también una Sherezade, cada escritora es una Sherezade. Pero yo digo las cosas que quiero decir y cuando las quiero decir, no utilizo este poder de las palabras o esta seducción de las palabras para tener algo a cambio.
SGE: Sobre el poder de las palabras podríamos hablar del movimiento #MeToo, que surgió hace dos años para denunciar la violencia contra las mujeres. Hace unas semanas revivió con fuerza en México para denunciar a escritores, periodistas y artistas. ¿Consideras que hay un cambio en el mundo respecto al papel de la mujer?
JH: Claro, siempre ha sido así. Las palabras siempre han participado de una manera muy esencial y vital para dar forma al cambio social, porque necesitas la reflexión, el valor de decir tu enfermedad para empezar a sanarla. Antes de decirlo en voz alta, no puedes empezar a hacer nada.
Hay gente que me dice “yo vivo mi libertad, pero la vivo en secreto porque luchar en forma pública para mí es muy difícil”. Y yo contesto siempre que el cambio empieza cuando tomamos la responsabilidad de decir en voz alta que nosotros somos así, y tenemos el derecho de hacerlo. Las palabras son una parte esencial de cada cambio.
SGE: En los tiempos que corren hay un cierto cinismo cuando se habla del amor. Tú has manifestado que el amor es una fuente de fuerza, también que, por medio de tus textos, ofreces trozos de tu alma y tu cuerpo al lector. ¿Cómo abordar este tipo de emociones a través de la escritura o del arte?
JH: El cinismo es uno de los enemigos de la humanidad. Me entristece y decepciona ver a una persona cínica, porque significa que ha abandonado la fe en la humanidad. La manera de sanar de esto es el amor. El amor es necesario en todo lo que hacemos.
Puede parecer idealista o imposible, pero no lo es. Como seres humanos somos forzados a amar, pero lo olvidamos o tenemos miedo de hacerlo porque se necesita valor. Merece la pena hacerlo, aun cuando hay el riesgo de ser rechazados, porque cuando amamos lo que ganamos es una fuerza increíble, cuando tenemos esta fuerza de dar amor, de ser empáticos. Ha sido así para mí y uso esta fuerza en todo lo que hago: en mi vida privada, en mi escritura, así como en mi actividad política.
En política necesitamos más amor y menos pragmatismo e indiferencia. La idea de que la política es algo muy sucio surgió de esta falta de amor. Esta indiferencia que vemos cada vez más por el mundo es confundida por la gente con autoprotección. No puedes protegerte si quieres vivir de verdad, tienes que abrazarte a la vida, tanto a lo malo como a lo bueno. Debes tener el valor de amar y amar más y más, sobre todo cuando hay todo este odio en todos los niveles: económico, político, social. Hay demasiado odio.
Si nacemos y vivimos por unos pocos años, por qué hacemos todo lo posible por arruinar nuestras vidas en lugar de gozar. Es muy fácil: no merece la pena vivir con el odio dentro.
SGE: Una de tus conferencias se titula “Entre la palabra y la poesía: la resistencia”. El título me hace recordar los versos del poeta argentino Juan Gelman: “con este poema no tomarás el poder’ dice / ‘con estos versos no harás la Revolución’ dice / ‘ni con miles de versos harás la Revolución’ dice / se sienta a la mesa y escribe”.
JH: El acto de escribir es una revolución, sobre todo cuando escribes con transparencia y dices todo lo que te dicen que no debes decir. Esto en sí mismo es el acto revolucionario con más potencial sobre el cual puedo pensar.
La rebelión o el cambio tiene que empezar en la cabeza antes de verlo, de quererlo de verdad, de necesitarlo, de expresarlo en voz alta, de hacerlo. Personalmente siento que tengo una responsabilidad muy grande escribiendo, sobre todo porque la gente espera de mí esta sinceridad absoluta y esta capacidad de no dar importancia al juicio de los otros. Mucho de lo que hacemos en nuestra vida está dictado por el juicio de los otros y a mí no me importa eso, sino estar convencida de lo que hago.
El cambio o la revolución de la que estamos hablando se hace paso a paso y palabra a palabra. No todas las revoluciones se hacen en cierto momento histórico, hay algunas que son así, pero tenemos que creer en las minirrevoluciones que cada uno de nosotros puede hacer en su propia vida. Hay que creer que el colectivo de estas minirrevoluciones individuales podrá, algún día, cambiar el mundo en un lugar mejor y más digno para el ser humano.
Cuando me dicen tú eres escritora o periodista o política, tienes la posibilidad de decir estas cosas, yo respondo que cada uno en su propia familia, en su propio círculo, puede hacer una revolución. Por ejemplo, diciendo “no” cuando se tiene que decirlo, para que el otro se entere de que hay algo que no tiene que decir o hacer. Creo en este potencial individual que puede transformase en un potencial colectivo poderoso.
SGE: En uno de tus ensayos escribiste: “El conflicto es mi destino, tengo que aceptarlo”. ¿Después de diez años todavía piensas que es así?
JH: Sí, claro. En ese ensayo hablaba de la guerra, pero cuando creces en circunstancias así y tienes un carácter como el mío, esta guerra se vuelve algo interior que también te devora, te hace sufrir cada momento, pero también te da la fuerza de luchar. Estoy en guerra contra mí misma porque en mi vida todo me dice que no tengo el derecho de tener la libertad en la cual yo creo. Estoy en guerra contra mí misma porque todo en mi vida me dice que estoy viviendo una vida contraria a los valores de mi sociedad. Estoy siempre en guerra contra mí misma porque, por ejemplo, los políticos en mi país practican la hipocresía y yo nunca podría ser hipócrita. Entonces, hay siempre un esfuerzo para no abandonarme a estas presiones, claro que es muy cansado, pero también, ya que soy muy apasionada, es algo que genera los desafíos que me hacen amar a la vida.
SGE: ¿Cómo es tu trabajo de escritura, cómo sabes que un texto se va a convertir en un poema, en un ensayo o en una novela?
JH: Nunca soy yo la que elige, es el texto el que me lo dicta. Al inicio es un feto y este se parece a todos los fetos. No es que yo hubiera decidido antes “voy a escribir este tipo de texto”, el feto empieza a tener sus propias características: una cara que es suya, un movimiento, un ritmo propio. Así es como descubro que algo va a ser un poema, un ensayo o una novela, es la voz misma del texto la que me lo dice y yo tengo que obedecer. Es muy fácil, pero también complejo de explicar.
SGE: Uno de tus libros más leídos es Superman es árabe, que habla sobre el machismo y la misoginia. ¿Piensas que en contraparte podría existir una supermujer?
JH: Cada una de nosotras es una supermujer, sólo con existir en un mundo tan patriarcal. Y no estoy hablando exclusivamente del mundo árabe, yo viajo muchísimo y he descubierto que este macho existe aún en todas partes del mundo, incluso en lugares en los que se dice que ya está muerto y olvidado. Él espera la oportunidad de mostrarse de nuevo o hace su daño en secreto, en modos sutiles.
Para ser mujer se necesita un cierto tipo de confianza en nosotras mismas, que puede parecer a veces heroica. No estoy hablando de todas las mujeres, porque desgraciadamente hay algunas que están en complicidad con este sistema patriarcal, aunque también hay hombres que están en complicidad con el feminismo y con la dignidad de las mujeres.
Si piensas en todas las expectativas que hay en una mujer, todo lo que se espera de ella y todo lo que se le niega, ya tienes un proyecto de heroína en cada una. Pero creo en el progreso, creo que llegaremos, quizá no en mi vida, quizá no en la tuya, pero llegaremos. No quiero que nos detengamos en un punto en el que digamos “ya está, no tenemos que hacer más”, como lo han hecho a veces en Europa y ahora están viviendo un retroceso. O que digamos: “yo no puedo más, esto no va a cambiar, así es el mundo y tengo que aceptarlo”. Tenemos que creer y luchar cada una de nosotras en nuestro propio ámbito para hacer el mundo más igualitario y justo para todos.
A veces pienso en todas las luchas que hago en mi vida y cuando me preguntan “¿qué hay en común?”, pienso que lo que hay en común es la justicia. Simplemente quiero vivir y hacer que los otros vivan en un mundo más justo y no lo veo como un imposible. En esto es en lo que trabajo.
SGE: Has visitado México en numerosas ocasiones, ¿qué representa este país en tu experiencia?, ¿has escrito algo inspirado en estas visitas?
JH: Tuve la suerte de visitar México en otras ocasiones y espero visitarlo más en el futuro. Hasta ahora me he enfocado en escribir sobre mi propia cultura y sociedad, es un tipo de compromiso que tengo. Muchas de mis motivaciones para escribir tienen que ver con atenuar un poco la furia que siento cuando veo todas las injusticias que existen. Pero no descarto hacerlo, tengo un proyecto muy interesante con un gran escritor mexicano, Alberto Ruy Sánchez, y hemos empezado a escribir un texto juntos, pero es algo que necesitará más tiempo.
Joumana Haddad (Beirut, Líbano, 1970). Escritora, periodista y traductora. Entre sus libros se encuentran Yo maté a Sherezade (Editorial Debate, 2011), Superman es árabe (Vaso Roto Ediciones, 2014) y Jaulas (Vaso Roto Ediciones, 2016). Ha recibido diversos reconocimientos, como el Premio Internacional Norte Sur de la fundación italiana Pescarabruzzo, en su categoría de poesía.
Sylvia Georgina Estrada (Monterrey, Nuevo León). Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la UAdeC, periodista cultural y editora. Es autora, entre otros libros, de El libro del adiós (Pape – Alas y Raíces Coahuila, 2017), La casa abierta. Conversaciones con 30 poetas (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2021) y Músicas (Los libros del perro, 2021). Textos suyos han sido publicados en los periódicos Vanguardia, Zócalo y Nuevo Día y en las revistas Quién, Life and Style México, Tierra Adentro, Caellum y Letras Explícitas. Obtuvo el primer lugar del Certamen Nacional de Cuento “Relato a mi Hijo”.
[*] Esta entrevista forma parte del libro de Sylvia Georgina Estrada La casa abierta. Conversaciones con 30 poetas (Universidad Autónoma de Nuevo León, 2021).