ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Seis poemas

José Luis Vera Jiménez

 

 

La belleza y las moscas

 

A estas alturas de mi vista

reconozco una piel triste 

y el desconcierto que provoca

 

Está en medio de la extensa llamarada

y la oscuridad sin fin de las pieles que no se utilizan,

es una cualidad que incita a su recorrido

a descubrir todas las tonalidades que resguarda,

todas las sutilezas de su temperatura

 

Es un paisaje complejo, atractivo pero triste,

un paisaje desordenado, casi vacío

 

¿Cuántas pieles aspiran a esa tristeza,

a ese refugio de soledades y pasiones lánguidas?

 

Es una tristeza tranquila, sin pretensiones,

alejada de la efervescencia de las pieles intensas

                                               pero momentáneas,

su sabor a mar compensa los límites de su belleza

 

Mientras las moscas con su insomnio aran las paredes,

las mujeres con piel triste inundan de suave silencio

las telas sencillas que las cubren, los espejos,

los ojos aun más tristes.

 

 

 

Autobús

 

Hoy vi a la misma pareja en la mañana en la noche

soportando tristemente no sé qué enfermedad,

buscando un lugar en el sórdido autobús,

buscando un pedazo de paraíso sin muchas ganas

quizá aceptando la falta de señales,

los obstáculos del ruido, las trampas del tiempo

 

Mientras cenaba pensaba en las cosas que cargaban

en las bolsas y maletas como amuletos,

como recordatorios de nuestros pendientes

para no perdernos, para no dejarnos llevar

por nosotros mismos hacia la nada,

pensaba en lo pesado de los objetos

que nos fijan a la vida

 

He visto últimamente

mujeres y hombres sin brazos

y pienso en sus posibles rutas, caminos sin energía

tapizados por el otoño

donde la densidad esquiva cualquier ritmo

 

El cuerpo es un sobre cerrado

sin secretos, cediendo ante el vacío

¿Quién, qué trabaja sobre la carne?

¿Cómo saberlo sin poder palparla?

 

 

 

En renta

 

Esta casa que rento

no ha entendido nada,

los muros tampoco entienden,

obedecen a un único amo,

¿qué pago, por qué pago?

¿pagar por los muebles sin sentido?

¿por las cajas abandonadas

que no dejan escapar los recuerdos?

¿Por las baldosas que se chupan

hasta las sombras?

 

Esta casa que rento

es un mapa doblado

con olor a estraza,

sólo es eso.

 

 

 

Mueblería

 

Trabajo en una tienda de muebles

—en la sección de colchones—

donde veo

gente sumergida

en la extrañeza,

pesos que se descomponen

en su tránsito efímero

 

Me gusta probar la plenitud

de esas llanuras suaves,

pensar en su posible comportamiento

junto a una mujer también suave

 

Un colchón es una máquina

cuadrada blanda que respira,

su mecanismo es simple:

la solidez de sus recuerdos en el día,

en la noche se activa como duna,

se extiende, se fragmenta 

bajo el calor de quien descansa

 

¿Soy quizá

una estructura de alambre?

¿estoy relleno de burbujas,

de plásticos

y forrado por una tela estampada?

 

 

 

Suicidio

 

Es el lugar, la calle, la oficina

quien hace al suicida,

es la distancia entre los muebles

y la carne donde se refugia el peligro

 

Los olores y sus nervaduras,

los metálicos gritos de la carretera,

la densidad de los susurros,

los colores sucios embarrados en la banqueta,

tal es el catálogo del ambiente diurno

donde las chispas del suicidio se activan

 

Hablo de un suicidio simbólico

menospreciado pero igual de atroz,

que deja iniciativas sin concluir,

océanos de alegría diluidos

en las bolsas de basura

Hablo de matar lo que tengo de odio,

de rencor frente a mi sombra,

y luego, vacío de toda fe

verme cavando la tumba necesaria

entre montañas de trastes sucios;

un epitafio hecho de café, de pan duro.

 

 

 

Québec

 

Otra vez esa nube ahí.

 

¿Qué lugar ocupo frente a su simulación de cosa?

¿qué lugar ocupo?

¿qué trayectos hacia ella pertenecen a mis ojos?

¿qué objetos se amoldan a mi cuerpo

que se ensancha de tanto mirar?

 

¿Será que nada me pertenece?

¿que ningún objeto puedo comprender ni sentir?

¿que todo se ha vaciado en celdas oscuras,

                                   que todo se comen?

¿Es que nada se salva hacia mí?

 

(Los recuerdos son imágenes pisoteadas,

rotas en cuadritos y luego mordidas

                      por el viento de otoño)

 

¡Qué frágil este punto de vista

sobre los segundos que acaban de pasar!

 

Otra vez esa calle que no se mueve,

otra vez ese espectro que dejamos

              en la tiendita de la esquina,

              en el hambre diaria,

              en la asimétrica estructura del miedo

 

Otra vez esa nube. Ese estorbo.

 

José Luis Vera Jiménez (Tepeapulco, México, 1966). Es licenciado en Artes Visuales por la Universidad de Guadalajara, maestro en Educación Superior por la Universidad Autónoma del Estado de México y doctor en Artes por la Universidad de Guanajuato.