ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Escrito con ceniza

Luis Alberto Arellano

 

 

El hombre que duerme hace dos años

en el parque frente a mi casa

me ha dicho que mis poemas

le transmiten mensajes cifrados 

desde un planeta más allá

de Alfa Centauro.

 

Me ha pedido que pare

que detenga mis ganas de joder

y que ya nada le diga de los genios

que habitarán la Tierra dentro de mil años.

 

Que me guarde las coordenadas precisas

de la abducción

y otras minucias siderales que a nadie convienen.

 

Que no le recuerde lo que ha visto con horror

con ganas de volver las entrañas.

 

Que me calle

que no escriba

que no dé la razón a los ángeles

de tristes alas que le recitan el Código Civil

en vocales muy cortas todas las tardes.

 

Yo lo miro y tiemblo de pies a cabeza

como un pez fuera del agua

que empieza a boquear con resistencia 

y se deja ir lentamente

hacia la muerte.

 

Le he dicho que sí

que nunca más

que esto no puede seguir

que también a mí me resulta insoportable.

 

Así que estas líneas

no tienen ningún mensaje oculto

ni nada que se le parezca

aunque haya quien/lleno de esperanza/afirme lo contrario. 

 

 

Escrito en el aire

 

SUSCRIBO SÍLABA POR SÍLABA JEALOUS GUY
DE JOHN LENNON (SHAVED FISH, EMI, 1978)

 

I

 

Cuando nos encontramos

estaba enloquecido en pos de máquinas

adivinatorias:

las líneas de la mano, los naipes,

el cielo y sus luces nocturnas,

las líneas de los libros,

las entrañas de las bestias,

el agua, las piedras,

el fuego, las piedras,

el iris, las piedras,

los caracoles y los espejos.

El universo era legible

y todo lo que se necesitaba

era un sistema.

Tú venías de todo consumida

y sabías que la fiebre en mis ojos era

producto de otras manos, que se curaba con tus manos.

Y tal como era tu condición de luciérnaga

apagaste mi sed en tu intermitencia.

Abandoné el futuro porque estaba en tus ojos.

Ya nada sabía de los astros y su condición de profetas.

Supongo que las bestias sacrificadas para este fin eran varias:

bovino, porcino,

palomas, cabras.

Se encuentra en un antiguo escudo etrusco

el orden de lectura: primero el hígado (importante saberlo),

después el bazo y se finaliza con la vejiga.

Nada legible viene del mar.

Y, lo sabemos, los peces no viven fuera del agua.

Con la sed que te ahoga

me pides volver el rostro a otra figura.

También se lee el prodigio en las aves,

en las monedas, en cabezas enterradas en la arena.

De las aves, su vuelo y su canto.

De las monedas, su ardor

y la cantidad de oro en su aleación.

De la arena y los hombres acéfalos,

entiendo que únicamente estas palabras de despedida.

 

II

 

Ve conmigo a la librería

dije en un respiro del taller donde

nos encontramos.

Considera que traigo tacones altos

y que camino lento

respondiste.

Charlamos las seis calles

hasta el local, sin prisas.

Lo que yo buscaba no había llegado.

Hay que leer a Raymond Bloch.

(Bloch, Raymond; La adivinación

en la edad antigua, FCE, México: 1985)

Y tomando el libro pagaste

mirándome a los ojos.

A pesar de la erudita información

sobre cómo leer las señales de los cielos

(y Bloch hizo todo a su alcance)

o en lo oscuro de los vientres animales,

los tacones altos y aquello que buscaba

entre libros

escaparon por la puerta principal de mi casa.

Volví a la librería.

El libro buscado sigue perdido.

Ya no leo el futuro en los espejos,

ni en el agua, ni en los nidos de los pájaros.

Te recuerdo descalza

en el centro luminoso del mundo.

 

Luis Alberto Arellano (Querétaro, 1976-2016). Entre sus libros publicados se encuentran Erradumbre (Mantis, 2003), De pájaros raíces el deseo (Écrits des Forges/Mantis 2006), Plexo (FETA, 2011), Bonzo (Ediciones El Quirófano, 2012) y Grandes atletas negros (Luzzeta, 2014). Algunos de sus poemas y ensayos han sido traducidos al catalán, árabe, inglés, alemán, portugués y francés. Tradujo Todo alrededor de lo que se vacía, de Linh Dinh, y Una probada de miel, de Bob Flanagan y David Trinidad.