ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Libros y lecturas

Agustina Perez

 

 

1. ¿Qué representa para ti un libro?

Mi tema es El Libro. El Libro del antiguo porvenir que contiene las Escrituras. El Libro es uno solo, pero las Escrituras son muchas. Cuando escribo, busco El Libro. Lo busco escribiendo variaciones. Las variaciones van a roer, una y otra vez, los mismos huesos entecos. Como si fuera cierta esa frase perfecta del Eclesiastés, que no puedo sacarme de la cabeza: «Nada nuevo bajo el sol». Y, sin embargo, en la variación, aparece algo nuevo: otra Escritura, otro pliego, otra página de El Libro que ya estaba escrito desde antes de que yo llegara, porque El Libro yo no lo escribo, El Libro lo copio al dictado. En ese sentido digo que no soy escritor sino copista, y lo digo porque es cierto. Y los copistas, esto lo sabe todo el mundo, tergiversan. Así que Escucho el Dictado y Copio Mal y así Escribo, variando, El Libro que me precede y pertenece a un porvenir que me excomulga.

Yo escribo cuando estoy escribiendo, en ese presente de Gracia y Extremaunción, nada más.

Mi tema es El Libro y mi tarea la Escritura. Pero, volviendo a la pregunta, al libro en minúscula, es decir, a cada edición en particular, a cada volumen impreso, o antes de la imprenta al pergamino, o después de la imprenta al ebook, estos formatos son accidentes en los que la Escritura se hace Cuerpo. Y son, por lo tanto, accidentes fundamentales que habría que calcular milimétricamente. La forma del libro es una Gracia cuando la industria o los industriosos que aplanan cualquier singularidad se corren del medio. Quiero decir que a cada Escritura le corresponde una forma-libro específica. Y que esa forma es parte de la Escritura, y que hay que buscarla. Lamentablemente, no suele haber ni tiempo ni dinero ni consciencia de la importancia que reviste esta cuestión.

 

2. ¿Qué autores jugaron un papel fundamental en el desarrollo de tu vocación?

Una trinidad: Rainer Maria Rilke – Osvaldo Lamborghini – Marina Tsvetáieva.

 

3. ¿Qué te han regalado los libros?

Me gusta mucho la palabra «regalado» porque sí, efectivamente fue así, fue un Don. Los múltiples libros, esos accidentes fortuitos en los que quedan enclaustradas, con mayor o menor suerte, las Escrituras, que casi siempre se las arreglan para traficarse, me regalaron una dimensión habitable. Me regalaron espacio. Un búnker, sí, primero que todo los libros me dieron un lugar, algo que me faltaba por completo en el mundo de los vivos, y en ese lugar además había interlocución con los muertos, interlocución mucho más vivaz que con los supuestos «vivos» o definitivos avivados, y había también dispositivos de lo más extraños para ampliar las experiencias sensoriales, entre muchas otras cosas caras, carísimas.

 

4. ¿Cómo te fuiste introduciendo en el mundo de la lectura?

Entré de entrada. De entradera más bien, como le dicen a los robos en Argentina. Raro, porque en mi familia no había biblioteca. Pero me recuerdo leyendo desde antes de saber leer. Aprendí a leer sola a los cinco años. Recuerdo —yo, que no recuerdo absolutamente nada— el momento en que fui a contárselo a la maestra en el Jardín de Infantes y me ignoró con displicencia. Empecé a leer entonces cualquier cosa. En la casa de mi abuela paterna leí todas las colecciones de cómics de 1980 de cuando mi padre era adolescente, y un diccionario enciclopédico que venía con un apéndice de nombres propios (la única Agustina que figuraba era Agustina de Aragón y eso me pareció desde entonces, y al presente, un problema por subsanar). En la casa de mi abuela materna encontré un material magnífico: manuales de colegio de 1970, que pertenecían a mi mamá y a mi tío Carli, con láminas fascinantes. Mi manual preferido era el del espacio exterior. Decidí ser astronauta a los cinco años y a los seis me enteré de que debía estudiar en Estados Unidos o en Rusia y deserté. Una de mis primeras decepciones académicas.

 

5. ¿Qué libro que leíste en tu infancia sigue rondando en tu cabeza?

El libro con el que aprendí a leer a los cinco años. Era un libro de Sarah Kay con forma de niña del siglo dieciocho, campestre, locus amoenus y toda la cosa prefabricada. El libro era así: la niña estaba de perfil y tenía una cesta en la mano. No recuerdo nada de la historia, pero recuerdo todo de la forma-libro. Quizá mi preocupación empecinada con la forma del libro venga desde ahí, de ese primer libro que aprendí a leer sola, quién sabe cómo, un libro que, incluso siendo industrial, se escapaba de la vulgaridad siempreigual del libro impreso en masa, de su insolencia. En este caso, había ecos entre la historia de Sarah Kay y la forma del volumen. Eso era y es importante.

 

6. ¿Realizas lecturas unitarias de autores —para captar su espíritu— o lees una novela de uno y otra de otro?

Cuando leía —ahora vivir, es decir leer, es imposible, con los trajines académicos y los proyectos—, leía indistintamente lo que llegaba a mis manos. Leía afanosa y voluntariamente de forma indistinta: pasaba sin mediación de poesía árabe preislámica a Jean Genet y de ahí a Marosa di Giorgio. Ahora que no puedo leer, robo al modo en que roban los pájaros para componer el nidal: veloz y voraz y al vuelo. Tengo una carpeta en Dropbox con mis textos dilectos, a los que vuelvo una y otra vez, textos que no he leído sino de asalto en asalto, y saltando claro está: entro, abro una página y dejo que la providencia haga lo suyo. O busco una palabra y leo el contexto en que aparece siete veces. Cosas así. Volviendo a la pregunta, soy un lector salteado, pero los escritores que van conmigo van conmigo siempre. Así que también soy un lector devoto y de arrastrar.

 

7. ¿Qué libros están presentes en los tuyos?

El Eclesiastés está presente, como una luz mala seguidora, en todas las palabras que escribo. Esa sentencia de muerte que es la que me impulsa y la que me impide escribir: «Nada nuevo bajo el sol». Estuvo desde mi primera obra, nala, publicada en 2014 en Venezuela, y sigue hasta hoy. Después, en cada pieza en particular, me la agarro con ciertos libros, o pinturas, o personas, y lo tergiverso todo. En Kraken Mare (Libros del Cosmonauta, 2024) metí a los pintores Raquel Forner y a otro pintor-escritor que es mi amigo, Alfredo Prior, y los puse a trabajar. Sólo alteré ligeramente sus nombres: Rahee Forner y Halfo Priorio. En Kraken Mare, el libro que está presente es Cómo resucitar a una liebre muerta, de Prior. En una sección hay una payada con citas textuales, de hecho, de ese libro.

 

8. ¿Qué libros has releído?

Los de mi trinidad: Osvaldo Lamborghini, Rainer Maria Rilke y Marina Tsvetáieva. Pero no sólo esos. También releo los libros que no he leído nunca, estos que tengo en una carpeta especial de Dropbox y que entro a leer asaltándolos como los pájaros que se roban hilachas para construir su propio nidal. Son libros que atraco para construir mis propias obras. Mencionaré tres: los Mu’allaqāt, los Comentarios al Apocalipsis del Beato de Liébana, y la vida y obra completa de San Juan de la Cruz.

 

9. ¿De cuántos libros está compuesta tu biblioteca y qué podemos encontrar en ella?

Mi biblioteca ha desaparecido. Tengo una biblioteca hachada en mi monoambiente. Me mudé. Tuve que tirar, tuve que mandar a la casa de mi madre, tuve que padecer y sigo en eso. No sé ni siquiera qué libros tengo porque no he querido fijarme. Sé que traje casi toda mi literatura rusa, a Andréi Platónov, a Andréi Biely, a Anna Ajmátova, todos mis Rilke, también mis Kierkegaard, sobre todo Diapsalmata, que ahora lo tiene el chico y lo lleva de paseo pero no lo lee. Y: sí. Traje todo mi Malcolm Lowry.

 

10. ¿Cuál es el libro que te ha impresionado más y por qué?

Los cuadernos de Malte Laurids Brigge, de Rainer Maria Rilke, y los poemas completos de Osvaldo Lamborghini. El libro inexplicable de Rilke lo leí en la adolescencia y me presionó, me impresionó, me aprisionó respecto a tomar posición sobre el vaivén que yo tenía entre mi impulso a la singularidad aun a costa de loquesea o el acomode a la confortable generalidad del estar a salvo, al resguardo, en el Deber Ser dictaminado despóticamente por un automatismo que no permite experimentar nada, pero asegura, sí, la supervivencia. Singularidad o nada. Como reza —es una oración— en uno de sus poemas, y acaso no podamos aspirar a más: «Señor, dale a cada uno su propia muerte». Eso, al menos. Una muerte propia. (Años después habría quien querría «rescatarme» de esta «decisión» por vivir de forma tal de aspirar a una muerte propia. El problema es que, y esto lo entendí cuando encontré a Lamborghini, yo no había decidido nada porque nunca pude elegir). Y a Lamborghini llegamos. Lamborghini fue el reasegure, sin vuelta posible, de que no se puede elegir. Cuando lo vi en la librería, no sabía quién era. Vi una tapa magenta. Me llamó la atención la mezcla de mecanografiado con una letra manuscrita particular. Abrí el libro, los poemas completos, al azar. Y todavía estoy ahí. A eternidad.

 

11. ¿Qué significa para ti publicar un libro?

Mi tema es El Libro y la Escritura. La publicación es una desgracia pasajera. Sufro mucho la publicación, al menos en este momento del despliegue de mi obra, porque mi proyecto es un friso. Mis obras están todas concatenadas la una con la otra. Si bien tienen cierta autonomía, se pueden —y se deben— publicar por separado, porque están pensadas de ese modo, forman parte a la vez de un entramado mayor. En 2021 escribí siete novelas. Sólo se publicó una de ellas: Caperuxita. Las siete están entramadas. Tres de ellas forman un conjunto, y otras disparan para un lugar distinto, pero sobre la base de esa trinidad inicial. Entonces, que aparezca Kraken Mare, que la escribí en 2023, luego de otros proyectos enrevesados, por supuesto que me alegra, pero siento que faltan los otros pliegos para ver la Imagen. En el caso de Kraken Mare, está íntimamente relacionada con otra novela inédita llamada hadal, de una serie exploratoria de geografías, en este caso, las profundidades abisales del océano. Pero intento no preocuparme. La Escritura andará sola o no andará.

 

12. ¿Con qué autores te nutres actualmente?

Mi fantasía más cara es poder escribir una novella a partir de cuadros de Peter Brueghel. Pero, de momento, estoy trabajando en la reversión de una novella de 2021, cenixienta, y allí los libros que comparecen en la palestra son el Antiguo Testamento, el Corán y, en particular, el Libro de Job.

 

13. ¿Qué tipo de libros te producen antipatía?

Me producen escozor los libros que no están escritos. Es decir, los libros que sólo replican un clima de época para entrar en un mercado y circular, para ganar premios, para que el replicador se convierta en «autor», según los términos de la institución literaria. Esos libros que no vienen de una necesidad sino de la intención, del querer ganar prestigio, ser celebrado en certámenes, entrar en el jueguito siniestro de la cultura. Que es lo que domina todo.

 

Agustina Perez (Buenos Aires, 1991). Es licenciada en Letras (UBA), magíster en Estudios Literarios Latinoamericanos (UNTREF) y becaria doctoral (CONICET). Ha publicado los libros de poemas Nala (Las Injurias, 2014) y Arenal (Ediciones Ludwig, 2016), así como la novela corta Caperuxita (Club Hem, 2021). También transcribió y compiló Osvaldo Lamborghini inédito (Lamás Médula, 2019).