Libros y lecturas
Brenda Ríos
1. ¿Qué representa para ti un libro?
Una lobotomía.
2. ¿Qué autores jugaron un papel fundamental en el desarrollo de tu vocación?
Leí mucho del boom en la adolescencia. Recuerdo cuando leí a Juan Carlos Onetti, era algo así como muy sensorial todo. Esa impresión es tremenda. Uno «regresaba» a la vida cotidiana, pero todo parecía irreal; lo real me parecía irreal, porque yo estaba en otra parte, en el libro, en el relato.
3. ¿Qué te han regalado los libros?
Amistad, afectos que tengo hasta la fecha en mi vida cotidiana. Amores y odios inventados por los autores, hombres y mujeres de diversos lugares. Y uno es un poco infantil: amo a quien ama los autores que amo y detesto a quien ama autores que no amo. No hay madurez intelectual aquí, vaya usted a otra parte.
4. ¿Cómo te fuiste introduciendo en el mundo de la lectura?
De prestado; leí mucho de prestado de niña, por ahí de los 9 a los 11 años. Justo tenía una edición hermosa que me regaló mi mamá a los 11 de El viejo y el mar, de Hemingway. Tenía una dedicatoria hermosa que le puso mi madre. Cuando mi sobrina cumplió 11, se lo regalé. Vamos a ver qué efecto tiene a largo plazo. Leí mucho de todo, pero amaba El corsario negro, de Emilio Salgari, unos bestsellers por ahí, novelas románticas que mi madre mandaba comprarle: Jazmín, Barbara Cartland, los relatos que hacía Corín Tellado en Vanidades, porque eso llegaba a Acapulco.
En la adolescencia leía mucho lo que amigos de la familia me prestaban. Tenía una obsesión con Carlos Fuentes, no sé por qué. Pedí a una amiga cercana, que era una segunda madre para mí, de regalo de 15 años El espejo enterrado, y en una visita al DF me llevó a comprarlo. Todavía íbamos al Parnaso, en Coyoacán. Lo releí hace unos años y me sigue pareciendo un libro genial. Luego Fuentes se volvió muy deslavado, gastado y predecible, pero de que yo era fan, lo era.
5. ¿Qué libro que leíste en tu infancia sigue rondando en tu cabeza?
El clan del oso cavernario, de Jean M. Auel. Leí los cuatro o cinco libros de la saga. Apenas fui al museo del Mamut, cerca del AIFA, y quedé muy impresionada. Me habría gustado ser arqueóloga, una vocación más que no fue.
6. ¿Realizas lecturas unitarias de autores —para captar su espíritu— o lees una novela de uno y otra de otro?
A veces, pero luego me empacho. Por ejemplo, puedo echarme tres o cuatro novelas o libros de cuentos de alguien y siento que ya leo todo con «su voz» y entonces descanso. En los últimos años leo menos que cuando era chica. Recuerdo que yo devoraba libros y ahora los dejo como manzanas mordidas; estoy leyendo algo y lo dejo a medias porque debo reseñar tal cosa y se me juntan libros comenzados. Para resarcir eso quiero pasar una semana entera acabando de leer justo esos; ayer ya casi acabé uno que me tiene fascinada: Las diez mil cosas, de María Dermoût, una escritora de la isla de Java.
7. ¿Qué libros están presentes en los tuyos?
Buena pregunta. Ni idea.
8. ¿Qué libros has releído?
Eso es peligroso. Mira, me topé en un puesto callejero con una edición fantástica de El corsario negro, pero no he querido releerlo. Tengo miedo de destruir el libro que leí a los 11 o 12 años y destruirme un poco a mí misma de esa niña maravillada que fui. Releí Queremos tanto a Glenda, de Julio Cortázar, que considero una obra maestra. Cada cuento es perfecto. Quise releer El amor en los tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, pero me chocó y lo abandoné. A los 17 me parecía lo mejor sobre la tierra. Qué cosa espantosa y cursi.
9. ¿De cuántos libros está compuesta tu biblioteca y qué podemos encontrar en ella?
No sé, he regalado muchas cajas de libros. Doné cinco o seis cajas a la Universidad Intercultural de Guerrero, libros de divulgación de filosofía y libros de literatura clásica que compraba para mis alumnos de prepa. Luego doné unas seis u ocho cajas al reclusorio de Guerrero porque di un taller ahí y me quedé muy impresionada con los presos. Igual ellos apreciarían esos libros.
No tengo muchos. Me he mudado unas 11 veces dentro de la ciudad y, bueno, una mudanza en plena crisis del covid donde me llevé todas mis chivas y unas 50 o 60 cajas de libros a Acapulco. Por desgracia la ciudad me «llamó» de nuevo y esos libros viajaron al puerto sin salir de esas cajas.
Por tanta mudanza tengo una biblioteca que amo, pero es muy muy caótica. No tiene ningún tipo de orden. Puedes hallar a Clarice Lispector junto a Novo y a Paul Auster en inglés (hubo una época en la que salían mucho más baratas las ediciones de pasta dura en inglés en Gandhi, pero pues ya no) al lado de no sé… alguna poeta joven mexicana. Y así. Un desastre que prefiero pensar que es encantador.
10. ¿Cuál es el libro que te ha impresionado más y por qué?
Difícil. Son muchos y por razones distintas. Por decir alguno, Cuentos de amor, locura y muerte, de Quiroga, fue una cosa que me voló la cabeza. Creo que yo no tenía tanto temor a la selva y a los bichos, pero ese libro es como una guía para no salir de la casa y explorar el mundo. Aunque en la misma cama hay peligros insondables.
11. ¿Qué significa para ti publicar un libro?
Un logro. Un milagro. Una posibilidad de seguir en este oficio ingrato y maldito, pero que quiero mucho y a la vez me regresa de otro modo.
12. ¿Con qué autores te nutres actualmente?
He estado leyendo a muchas mujeres anglosajonas: Lydia Davis, Claire Keegan, Maggie O´Farrel, Rachel Cusk y, bueno, también intento ponerme al corriente con lo contemporáneo latinoamericano: Benjamín Labatut, Piedad Bonnet, etcétera.
13. ¿Qué tipo de libros te producen antipatía?
Los que le «ganan» al autor. Por ejemplo: La elegancia del erizo, de Muriel Barbery. Es una gran novela que la autora no logró resolver y termina en un cliché. Los que son más grandes que el talento del autor. Los libros inflados del mercado editorial: sin nada dentro, como las bolsas de papas que no son papas reales y tienen más aire que almidón en la bolsa. O sea, papas falsas sin nada nutricional y además con muy poco gramaje. De eso están llenas las mesas de novedades. Los cursis, esos que aman mucho al planeta, a los animales, al prójimo, pero es más lo meloso que lo literario.
Brenda Ríos (Acapulco, México). Es tallerista y escritora. Entre sus libros más recientes se encuentran Raras, ensayos sobre el amor, lo femenino, la voluntad creadora (Turner, 2019), La sexta casa (Instituto Sinaloense de Cultura, 2018) y Aspiraciones de la clase media (Ediciones Liliputienses, 2018). Proyectos espirituales, su antología poética, aparece en el sitio poesiamexa.wordpress.com.