ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Dos poemas

Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio

 

Oración fúnebre por Luis Alberto Arellano

 

Dios mío.

Si te ibas a llevar a alguien.

Por qué no fue a Jaime Chabaud.

A Enrique Olmos.

A todos los teatreros expandidos.

Ahí estaba, al tiro, Tadeus Argüello.

Y Uriel Bravo.

La Rox, que está muy flaca.

El Negro Rendón, que no hace nada.

A Leslie Dolejal, que es un baboso.

A mi hermano Gerardo, que es otro gusano.

Pero te llevaste a mi Gordo, y no lo soporto, porque todos me marcan como si fuera yo la puta viuda.

Y en el féibuc ya no hablan de la chiva ni de esa que se madrearon en la moto.

Todos dicen que murió un gran poeta.

Y pegan algunos de sus versos, los que les parecen convenientes.

Yo sé que era un poeta.

Recuerdo que lo hacía, y que lo hacía bien.

Pero no recuerdo ninguno de sus versos.

Aunque sé que sería un bonito gesto.

Pegarlos en mi muro.

Con una carita triste o alguna otra ingeniosa pendejada.

Pero no.

Trato de recordarlo como si fuera algo lejano.

Como si no fuera yo el que ahora está bien muerto.

Y lo veo riendo.

Y recuerdo cuando abríamos una cerveza de más con don Amado para nuestro amigo Gonzalo Rojas.

Pero sus versos no.

Y su sonido.

No recuerdo a qué sonaban sus versos, pero sí recuerdo a qué sonaba el Gordo.

Y todos dicen que dejó un gran hueco.

Y dejo de llorar un rato y me río.

Porque pienso que lo dicen sin otra intención.

Porque es lo que se acostumbra cuando muere alguien valioso.

Y la gente es muy pendeja.

Yo creo que tenía muchos amigos, porque todos dicen que murió su amigo el poeta bla bla bla y los otros todos les dan el pésame.

Y las caritas tristes. Claro. Las putas caritas tristes.

Que de todos modos no suenan a nada.

Porque lo que más extraño es su sonido.

Hasta hoy me doy cuenta de lo ruidoso que era.

Y sigue sonando el teléfono y les sigo colgando y mi Gordo sigue haciendo ruido.

De parte del Gordo les quiero decir: váyanse a la verga todos.

 

Pero no, mejor les cuelgo.

 

 

Aviso importante para la comunidad, referente a la muerte de un poeta

 

El poeta Luis Alberto Arellano murió esta tarde.

Lo conocí muy poco, pero lo conocí.

Fuimos juntos a algunas marchas.

Entramos juntos a uno que otro proyecto ridículo.

Editamos algunos libros juntos.

Nos cogimos más de una vez a la misma vieja.

A veces él primero, a veces yo después.

Cuando lo conocí él tenía 18, yo 25, como en una historia de amor.

Algunos de mis gestos, muchas de mis palabras, casi toda mi arrogancia y mi cinismo, los tomé de él.

Sin que se diera cuenta, claro.

Y aunque no fuimos muy cercanos, yo siempre presumí que era mi amigo.

Lo consideraba una parte de mí.

Pero se fue.

En este momento pienso que lo hizo para molestarme, no sé ni por qué.

Eso pienso.

Siento que se fue una parte de mí.

Siento que acabo de perder ciento sesenta quilos.

Mis mejores ciento sesenta quilos.

Los únicos que valían la pena.

Adiós poeta.

Acá nos quedamos los legos.

 

 

Mi Gordo.

 

Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Guadalajara, 1968). Dramaturgo, mejor conocido como LEGOM. Su obra ha merecido varios reconocimientos, como el Premio de Dramaturgia “Juan Ruiz de Alarcón” 2014, convocado por el CONACULTA y el Estado de Guerrero; el Premio Nacional de Dramaturgia “Manuel Herrera” de Querétaro (2006);  y el Fringe First Award, entregado en el Festival de Edimburgo (2005). Entre sus obras se encuentran Diatriba rústica para faraones muertos (2000), Sensacional de maricones (2005) y Lampart o de cómo colarse a la historia (2009).