ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Las aves que no soportan el ruido
(fragmento)

Liah

 

pienso en los días en que no soporto verte 

porque me provocas náuseas 

porque, como con los pájaros muertos, 

percibo el olor de tus vísceras reventadas 

hay días en que no dejo de llorarte 

y luego te odio 

 

fantaseo con dejarte caer por las escaleras 

mientras hablas

mientras hablas y maldices  

y te vuelves insoportable 

 

luego te ríes como loca

mientras remojas en café con leche 

el pan que has ablandado a martillazos

para el desayuno 

 

luego callas 

y la casa se convierte en un sepulcro 

 

las noches 

y el silencio te pulverizan

tu cabeza se convierte

en hormiguero    

te nacen insectos de los lagrimales 

de las fosas nasales

de los oídos 

 

extiendes la fotografía 

con tus dedos arrugados 

tus dedos que no paran de temblar 

 

me observas tan fijo 

desde lo nuboso de tus ojos 

 

tu mirada hecha de cataratas 

que me da miedo 

 

veo la foto hasta la náusea  

y te ríes como loca 

con tu mirada punzante sobre mí 

 

sin objetivo 

porque tu ojo está casi ciego 

 

me llamas con tu voz que es un gruñido

 

te ves cansada 

porque te pesa tanto el cuerpo

 

tu cuerpo de maternidades fallidas 

albergue de escorias

y de hijos no deseados 

 

casa de bastardos 

que te quieren devorar la matriz 

 

madre de todos los vicios 

eres una reina de puertas 

que nunca se abren 

 

reina de las cerraduras 

y las llaves que encajas devota

en los ojos de tus santos 

 

en los ojos sangrantes 

del niño que reposa en una vitrina

y es la promesa para cumplirte 

todos los milagros  

 

esta noche 

tampoco podrás dormir 

 

tu cuerpo

será el remanso para los insomnes 

para los que gritan de dolor 

y los que se arrastran de tristeza 

 

tu cuerpo remanso 

para tu madre en agonía 

y de todos los que viven paranoicos 

porque los animales nocturnos 

quieren devorarlos 

 

refugio para tu padre muerto 

y para los hombres que en lugar de manos

tienen muñones con los que te tocan 

 

el vuelo de una mosca desvía tu mirada 

y te quedas callada 

sólo se escucha el sonido del animal que chilla 

en el fondo de tu garganta 

 

el flujo atravesando por tus amígdalas enfermas 

palpita en tus carótidas 

 

tu cuerpo tan insano 

de heridas abiertas que se pudren 

es un espectáculo humillante 

 

sigues hablando 

hasta que salen de tu boca 

migas de pan remojadas en saliva 

 

 

Nota

 

Dicen que la escritura es catarsis, quizá sea el mito más desgastado entre los que escriben, pero puedo asegurar que cuando escribí Las aves que no soportan el ruido pude comprobar la verdad de esa vox populi. 

El poema nació por dos eventos que me trastocaron: uno fue la muerte de mi madre, porque fue un evento catártico y sentía la necesidad de contarlo; el otro evento fue leer Cuerpo, el poemario de María Auxiliadora Álvarez, pues fue lo que implantó la idea de un poema enunciado desde la voz de la hija hacia su madre, fuera de todos los convencionalismos que existen sobre el tema. 

En principio, mi texto era un conjunto de varios poemas donde pretendía retratar la propia fragmentación de mi madre, de su cuerpo destrozado, y sus facetas extremas de humor-desencanto y amor-odio por todo lo que le rodeaba; pero luego se fue haciendo uno solo, un largo aliento para hablar de ella como ser único. 

La voz que empezó a alimentar al poema también se hizo única, casi como un monólogo que insistía desde la consciencia en dar reconocimiento a la madre en la jerarquía que antepone el sustantivo, aunque no en aquella maternidad melosa que aparece en las cajas del cereal o en los anuncios de jabón para lavar la ropa, sino en la otra, la que duele ––de manera figurada y de manera real––, para retratar así a una madre carnal que se enferma, que llora, que es imperfecta. 

Quise desmitificar a la madre ideal que todo lo soporta y que daría la vida por sus hijos porque fue la forma de reconciliarme y quitarle el peso a mi propia madre de los supuestos errores que se reprochó hasta el día de su muerte, y encontré que la mejor manera de enunciarlo era desde la voz de la hija y no de la propia madre, porque a diferencia de esta, la primera es una voz inconfundible, pues todos, sin excepción, somos hijos.

 

Liah (Puebla, 1988). Cursa la maestría en Literatura Hispanoamericana en la BUAP. Tiene el blog y canal de YouTube Macabro destino, en el que publica algunos de sus textos. Es integrante de los talleres de poesía y de narrativa de la revista Grafógrafxs.