ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Del orden precario y la violencia masificada

Luis Alberto Arellano

 

 

¿Puede el poema decir algo frente a la violenta Realidad? Ponga un poema frente a una imagen de las múltiples que pueblan nuestro catálogo mexicano reciente (descabezados, cabezas sin cuerpo, hombres semidesnudos colgados de puentes, un largo y vergonzante etcétera). ¿Cómo logramos que el poema junto a esa imagen diga algo? ¿Puede cualquier poema decir algo?

Primero lo obvio: el sistema que sostiene las imágenes comentadas se basa en un solo principio: el más fuerte gana. ¿Y qué gana? Aquello que está en juego: capital, mujeres, sexo, autoestima. El más fuerte gana porque tiene más balas, más cojones, más equipo y más preparación para el uno a uno. Ese es el secreto de esas imágenes y de ahí su violencia primordial. No hay argumento, no hay creación de un código ni de un relato. Es la conclusión del relato. Toda la mitología de todas las culturas se construyó en oposición a ese principio cavernario: el más fuerte gana. Gana y come, gana y se reproduce, gana y es el macho alfa. Toda la cultura es un camino opuesto al instinto mamífero que sustenta el privilegio de la existencia. ¿Cómo puede un poema significar frente a esos vacíos argumentales? Primera hipótesis, si la premisa es ese grito primordial de la bestia acorralada, lo primero que debe hacer el poema es no discutir, vencer por KO. No oponer argumentos ni razones a lo que carece de ellos. El poema debe lanzar su sentido sin esperar que sea especular sobre la contienda. Poema vence por estridencia. Por pura voluntad creadora. Y debe oponer con todo lo que la cultura tiene para resistir: imagen, voluntad de representación, cultura, mitos, sentidos múltiples, sonido. La única forma en que imagino un poema en convivencia con ese imaginario de la violencia es a partir de que radicalice sus apuestas. El poema debe radicalizar su uso del lenguaje. Debe radicalizar su voluntad de existencia. Es un poema por pura voluntad del poeta: así Rimbaud, así Mallarmé. Si el poema no parece poema, peor para el lector que mantiene sus referentes en el xix en medio de la calma porfiriana. En el xxi el poema mantiene su voluntad radical de práctica crítica. El poema como una forma práctica de crítica del lenguaje, de la significación y del sentido. El poema como una radical oposición a los discursos que son únicos y se mantienen impermeables. El poema en crítica total a la ley del más fuerte. El poema como estética del goce, del desperdicio; del gasto y del residuo. El poema como una hazaña en medio de lo suficiente. Cuando todos hacen lo necesario o lo suficiente, el poema es un gasto, un exceso, un residuo. Esa radicalidad dará para que el poema atesore algunos fragmentos de la cultura que lo precede, y que se vuelva resonante, significante, que dé sentido en un momento de barbarie desbocada.

¿Cuál es la práctica más radical en el poema actual? La creación de un sentido opaco frente al mundo. La irracionalidad y el alejamiento del lenguaje comunicativo. El poema como exploración de los límites de lo humano. No de lo humano en el sentido del proyecto fallido de la Modernidad, sino en el límite en el que el lenguaje se vuelve comunicativo o particular y por tanto glosolalia. El poema está acosado por el flanco paranoico de un lenguaje particular que a nadie significa; el poema tiene al otro costado al lenguaje comunicacional que carece de sentido porque los ha agotado todos. En ese límite el poema busca un hueco de opacidad que logre llenar de sentido. Los aparatos y las prácticas por los cuales puede llegar ahí son variados. Puede recurrir a las herramientas de lo visual, de lo sonoro o de la múltiple significación. Puede también tomar elementos de lo digital y construirse con el lenguaje de la comunicación cotidiana. Pero el resultado es el mismo: la contradicción interna, la tensión entre comunicar sin sentido y significar demasiado, nunca se resuelve. En ese hueco estriado que está siempre a punto de colapsar aparece el sentido. El lector pasa de ser espectador a convertirse en sujeto concebido nuevamente por el poema que le significa. Para que la tensión vuelva a empezar y nos lleve a todos a reconocer la fragilidad de lo perenne.

 

Luis Alberto Arellano (Querétaro, 1976-2016). Es autor de Erradumbre (Mantis, 2003), De pájaros raíces el deseo (Écrits des Forges/Mantis 2006), Plexo (FETA, 2011), Bonzo (Ediciones El Quirófano, 2012) y Grandes atletas negros (Luzzeta, 2014). Algunos de sus poemas y ensayos han sido traducidos al catalán, árabe, inglés, alemán, portugués y francés. Tradujo Todo alrededor de lo que se vacía, de Linh Dinh, y Una probada de miel, de Bob Flanagan y David Trinidad.