ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

5 poemas

Mônica de Aquino

 

 

255 pulsaciones por minuto

tu corazón mueve el mío, 

multiplicado.

 

Como si tuviera adentro un gato

a la espera, 

sobrepuesto.

 

Como si tuviera adentro un lobo

que transmuta el cuerpo

en noche y faro.

 

Como si tuviera un pájaro

que inventa un nido

sobre el vuelo.

 

170 veces late tu corazón-ala.

 

A él mi pulsación se dobla, 

sumada una vez más la frecuencia.

 

Como si tuviera un corazón 

en cada palabra.

 

Palpita la placenta bajo la máquina, 

otro corazón que te abriga.

 

Mientras guardas padre y madre

en los latidos, dos veces más rápida

calcula:

el tiempo de lo que renace.

 

Sumamos los tres el corazón 

de un ave.

 

Como un perro que la persiguiera

—y que a ella se suma—

enfrento todos los nombres

 

el ritmo inventa este juego de encaje

del sonido viene el rostro, la carne, los gestos.

 

Tan rápido el flujo

debo hacerme pequeña

para acompañarla

hija de nuevo, aguardo

 

tú tan frágil, pez doméstico

dentro de las orillas-corrientes

de la madre-acuario-mar-abierto.

 

La vida se propaga en lo que es violencia

y canto

siento el corazón oceánico del mundo

–ballena, lento, moviendo las aguas

el amor, las decisiones

 

todo es espera

y sólo tu corazón acelera

el silencio

 

 

 

50% más de sangre

para el mismo corazón, o será otro

con las mismas vísceras, u otras

la misma historia, o es otra

que te cuento cada día

que se forma, arbitraria.

 

La vida exige agua, carne, tiempo

para dos corazones nuevos:

corazón-placenta, en cripta 

que guarda el tuyo, subterráneo

cielo que se oculta

big bang particular

 

El cuerpo exige estrellas, movimiento, apuesta.

 

Todo es exceso, ahora, de la sala al cuarto

atravieso un desierto, pulso

taquicardia de un sol interno

mar que se aparta –y se traga en olas–

 

La arena de la infancia, todo me atraviesa

la sangra nueva hunde

                         una promesa

eres minúscula y ya tomas la casa

lo que expulsas: pasado, futuro

lo que exiges, sólo una urgencia

ancestral

cada latido es vuelta

para dónde, cuándo, vuelta

crecen pelos, curvas, sombras, 

hipótesis

“todo apunta hacia el crecimiento”, la médica explica

pero existe también lo que escapa

 

tu sangre mezclada con la mía

lo que en mí es el inicio o retorno

el llamado de la tierra

del cuerpo

–devuelta–

a qué misterio y silencio

 

El amor posee otra materia

desconocida 

en explosión

 

 

 

Mi deseo era la mitad de la trama

aún imperceptible bajo la piel.

La llegada del amor inventó un contorno:

la suma de las tesituras

de los cuerpos antes desconocidos

cose el diseño de un hijo.

Primero, en charlas excesivas.

Después, soñando su silencio.

 

Hijo pensado aún antes del entendimiento

del amor, forma en lenta expansión. 

Hijo-pensamiento, hijo-principio, hijo-ovillo.

Y nosotros dos (la familia que inventamos)

hijos de este ovillo que ahora somos

que nunca terminará de deshilarse.

 

Sí, hija mía, no eras abstracta

tu padre era la línea, creando conmigo

la ficción de lo que sería.

 

Porque a su lado gano el mapa:

huellas de un nuevo pasado

dirección a través del laberinto

—el formato (el camino) de la elección—

 

cielo que se vuelve a poblar

en este mapa irreflexivo:

las Parcas observan, sonríen, 

mientras él toca el mapa de mi piel

(y de un cielo de palabras)

 

y tengo certeza, otras estrellas

nacen —estrella–pensamiento, estrella principio, 

estrella–ovillo.

 

Y tú, hija, eres la extraña que sumas

tu deseo a la trama que ahora nombras.

 

[a partir de la lectura del ensayo

Antevéspera, noite interior, 

de Gustavo Silveira Ribeiro]

 

 

 

Por la mirada submarina del ultrasonido

te veo en el monitor

sueño lo que ves:

el cuerpo de la máquina, dentro, casi te toca

plástica es la primera aparición exterior.

 

Protegida en el líquido y en la oscuridad

no imaginas la luz, la confusión de formas.

 

Aún es otoño aquí, creces en el humus

de pérdidas y reencuentros, 

en breve llegará el invierno,

fuerzas las extremidades del cuerpo.

 

Podrías también extender una mirada

en dirección a mí, podrías registrar pulsaciones

gestos, investigar el mundo seco

el ojo revertiría el orden del nacimiento.

 

Por ahora, sueña a través de la membrana, 

imagina seres compactos

curvas son todas las formas

el mundo es liso, acompasado

 

piensas en tocar la superficie alargada

que investiga tu existencia, 

te volteas, vuelves

danza al ritmo del propio corazón.

 

 

 

Nacer es siempre prematuro.

Continúa en el tiempo

discontinuo 

del cuerpo

esfera partida.

 

Sí, nacer es excesivo.

Se prolonga en la vida

diluido en pequeños fines

y vueltas

 

Nacer es también la hora correcta.

Verbo que acecha, salta

movimiento en círculo.

 

Nacer es provisional.

Reinventa su propio inicio.

 

Continuar naciendo hasta el último día

e incluso después

                                              continuar

 

Ahora, soy yo quien desciende de ti.

 

Traducción de Sergio Ernesto Ríos.

 

Mônica de Aquino (Belo Horizonte, 1979). Es autora de Sístole (Editora Bem-te-vi, 2005), Fundo falso (Relicário Edições, 2018) y Continuar a nascer (Relicário Edições, 2019). Publicó también cinco libros para niños en la editorial Miguelim. Ganó el Prêmio Cidade de Belo Horizonte en 2013 y fue finalista en el Prêmio Jabuti en 2019.