Dos poemas
Martín Gambarotta
De Punctum
10.
No hay, no va a haber, no hubo
no hubo, no, no hay, no va a haber
ni hubiese habido si; no hubo,
no hay, no va a haber, no,
hubo, nunca, ni hay, ni puede
haber, no hay, ni debe haber
habido, no hay, no hubo,
ni va a haber errores de línea
en el cráneo, la curva perfecta
de los huesos frontales,
no hubo, no hay, mejor serie que Kojak
ni máscara más concreta
que estas antiparras de soldador
para pasar la poda de la noche
neutra, no hubo, noche
neutra ni clara, no hay martillo
neutro ni pesado, no, que martille
agarrando el mango del martillo
para martillar con el martillo
la madera de los hechos, no hubo,
no hay: Kojak vendió su coche en llanta
a los chacales, entregó el escudo y arma
al Capitán Griego, los negros amagan
con quemar un kiosco y no lo queman;
no va a haber, Cadáver, mañanas
reales de color tierra
para usar el gatillo, un gatillo difícil,
tenso, que se resiste a ser gatillado
contra algún objetivo enemigo,
ni hay, no hubo, ni hubo de haber,
tiza para delinear con tiza
el contorno de la víctima tirada
boca abajo en el suelo duro;
no va a haber, líneas
de carbonilla en el cielo,
líneas de grano tieso y reventado,
líneas negras que cruzan otras líneas, en ángulo oblicuo
formando enredaderas con líneas
que se despuntan en líneas
que se pierden hacia un fondo
rayado por otras líneas curvas, ni hubo,
ni hay, no hubo no, no va a haber, no hubo,
ni hubo de haber habido, no hay, no.
Escopetas recortadas en cartón, bidones
de nafta, plantas alicaídas,
descompuestas, antes de lograr
una forma madura bajo el toldo,
vidrio molido en la carne picada,
una vieja con el tobillo sangrándole
bajo la media de nylon, el personal
de limpieza en la planta baja de IBM,
una cuadrilla de negros
que se deja caer del camión
para romper una calle.
De Relapso+Angola
Cuando se corta por primera vez
un pomelo en un lugar desconocido
con un cuchillo de punta redonda
y poco filo, más apto en realidad
para untar manteca, el pomelo se vuelve
más extraño que el mundo que lo rodea
de modo que mirarlo detenidamente
por demasiado tiempo antes de partirlo
es una invitación al pánico.
Cortó un pomelo transversalmente, partió
la mañana en gajos raros, la carne
rosada expuesta por primera vez
hirió con énfasis su mundo intraducible
generando una pausa acá
en el contexto de la fruta acuchillada.
Lo que decía no era lo que pensaba
hasta que cortó un pomelo por la mitad
y expuso el centro de ese mundo a la luz
entonces sí, con la fruta una vez partida,
lo que pensaba era lo que decía.
El mundo no es un pomelo
pero el pomelo es un mundo
la fruta definitiva de pómulos rosa pálido
que ahora sostiene en la palma de su mano
para hacerle un corte con un cuchillo
que en su hoja capta luz natural
sea o no sea esto cirugía.
No está dado el contexto para cortar
un pomelo pero igual corta el pomelo
y así cambia el contexto dado
con un ademán ficticio produce y no produce
una alteración momentánea que oblitera
el único dato cierto
nunca hubo fruta por cortar.
Nota
No hay nada más incómodo que escribir sobre escribir. Más incómodo es escribir sobre escribir poemas. Y mucho más incómodo todavía es escribir sobre haber escrito poemas. Escribir sobre escribir es una trampa en la que no hay que caer. Se escribe para no tener que escribir sobre escribir. Se escriben poemas para no tener que escribir sobre escribir poemas. Con incomodidad se escriben poemas, no poesía. Se escribe sobre la incomodidad de escribir poemas y no poesía. Se escribe sobre la incomodidad de no querer escribir prosa. La prosa no incomoda. Los poemas incomodan. Escribir poemas y no poesía incomoda al que escribe. Los poemas, una vez escritos, incomodan a todos; producen una especie de gloriosa vergüenza ajena. Mucho más incómodo que escribir es no escribir. Algo así.
Martín Gambarotta (Buenos Aires, 1968). Publicó los libros de poesía Punctum (1996), Seudo (2000), Relapso+Angola (2005) y Para un plan primavera (2011). Fue editor de la revista poesia.com entre 1996 y 2006.