ISSN: 2992-7781
REVISTA DE LITERATURA DE LA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DEL ESTADO DE MÉXICO

Micra

Ángel Fuentes Balam

 

 

Al terminar el café del desayuno, vi que algo se movía en el fondo de mi taza. Creí que era una de esas molestas mosquitas de la fruta, una hormiga o un gusano. Arcadas de asco quisieron poblar mi vientre, pero no, no era alguna de aquellas alimañas.

Acerqué el ojo para analizar la miniatura, y, abriendo la boca, estupefacto, descubrí que se trataba de una mujer; me observaba igual que un carcelero miraría al criminal.

—¿Qué haces ahí? —pregunté, intentando aclarar mi garganta.

Me inyectó sus pupilas, desafiante, apoyando los microscópicos brazos en la cadera.

—Soy la única persona que te puede amar. —Su voz de riachuelo sonó con claridad, amplificada por la cóncava porcelana.

Me enjuagué los labios, fruncí el ceño. Una olímpica bofetada ardió en mi mejilla, para cerciorarme de que no seguía dormido. Luego, aceché el recipiente.

—¿Me vas a beber o no? —preguntó fatigada.

—¿Qué va a pasar si te bebo?

—No lo sabrás hasta que lo hagas.

Preocupado, me mordisqueé la lengua.

—¿Vivías en el café hirviendo, en esa oscuridad?

—¿Qué pregunta es esa? —contestó furiosa, y extendió su pequeñísimo dedo medio hacia mi cara.

—¿Quién eres? —cuestioné.

Ella revoleó los ojos, incrédula.

—¡Ya te lo dije: soy la única persona que te va a amar! ¿Me vas a beber o no? Tienes que beberme o nadie te va a querer, nunca nunca. Oye... ¡Oye! ¿Qué haces con eso? ¡Oye!

Coloqué un plato de plástico sobre la boca de la taza y le hice algunos agujeros con un clavo. Los gritos de la diminuta mujer repercutían en mi tímpano, cual zumbido de mosco. «Caballo desdentado», «monje onanista», «cabrón gutural», «ruin rutinario», «verga de santo» y «lumpen iluso» eran las groserías más creativas que había oído. Pasadas un par de horas, escuché su llanto. Ahí fue que comenzó a seducirme. «Padre faltante», «cálido roble», «corazón de colibrí», «trueno apacible». Su lengua giraba en vericuetos dulzones. Aseguró que si la bebía de un sorbo, me sentiría amado para siempre, que ella era lo único que necesitaba, mi peldaño y caída.

Ya en alto las estrellas, la mujercita siguió hablándome, ora con sentencias amorosas, ora con irreverentes frases. Aovillado en el piso, sudando por un espeso calor, me mantenía muy quieto para que ella no me viese afectado. Tenía miedo de levantar la tapa de su prisión.

No sonó mi teléfono ni una vez; visitas… no arribaron. No tenía trabajo ni pasatiempos memorables. Me puse en pie para estudiar mi cara en el espejo. Toqué el cristal, repasando mi figura, ensombrecida por la noche nueva. Quizá tenía razón, quizá nadie más que ella podría valorarme. Pero no quería beberla. ¿Qué pasaría? En ese cruento ardor, su sola presencia, su mínima compañía —aunque hostil—, me reconfortaba.

Me acerqué a su improvisada cárcel, con brutal pálpito en el pecho. Quería tener el valor de tomar aunque fuera una sola buena decisión en mi vida. Detenido ante la mesa, podía escucharla llorar, reír, vociferar, ofender. Dejé correr los minutos, hasta que exhalé, como si de entrar al agua profunda se tratase; sin embargo, antes de tocar el plato, un súbito amanecer nos cubrió de luz.

Alcé la mirada, pero el cielorraso ya no existía. Los gigantescos ojos de otra mujer me escudriñaban desde su terrible altura. Retrocedí, aterrado y furioso. Lejana, la pequeña exclamaba con ahínco palabras indescifrables.

—¿Qué haces ahí? —retumbó la voz de la colosal mujer.

Bañado por la suave claridad, inundado por una calma repentina, originada por el acento de aquella enorme testigo de mi desamparo, suspiré con tristeza, abandonando la esperanza de beberme a la adusta mujercita del principio.

—Soy la única persona que te puede amar —respondí desde la hondura de la taza.

 

Ángel Fuentes Balam (Mérida, México, 1988). Es director de teatro, escritor y actor. Cuenta con un diplomado en creación literaria por el INBAL. Entre sus libros publicados se encuentran Melodía tu engranaje quieto (El Drenaje, 2011), Cruoris o la rabia que fuimos (Libros en Red, 2014) y Devoré el cráneo de Eros (Ediciones O, 2017).