Nai Roble (Ciudad de México, 1986). Estudió la licenciatura en Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. Algunos de sus cuentos se han publicado en Aion.mx y Contrapeso teatro, así como en Historias de gatos: una antología de la Sangre de las Musas (Editorial La Sangre de las Musas, 2019) y en Cuentos de Terror para Niños (Editorial La Sangre de las Musas, 2020). Es integrante del taller de narrativa de Grafógrafxs.
TESIS O FINAL CORREGIDA REVISADA.
ESTA SÍ ES LA BUENA
La misma página, y no lograba pasar del primer párrafo. Cada mañana, desde hacía seis meses, después de su café se colocaba frente a la computadora convencida de avanzar en su tesis, pero todos los días surgía un nuevo infortunio. Para colmo, el tiempo se le estaba acabando y ya no sabía qué excusa darle a su asesor.
Ayer, por ejemplo, ya que había encontrado las palabras perfectas y las letras parecían brotar deprisa sobre las hojas, de pronto, así de la nada, la pantalla se había vuelto azul. Después de reiniciar varias veces la computadora, por fin arrancó de manera normal. Como era de esperarse, su trabajo se había perdido y Natalia estuvo a dos rayitas de aventar su lap desde el cuarto piso. O como antier, cuando al sostener su marcatextos con los dientes se le cayó una amalgama y tuvo que ir corriendo al dentista; pasó el día entero en urgencias hasta que le atendieron. El día anterior a ese, una noticia fake en el Facebook, que aseguraba que Juan Gabriel seguía vivo, la intrigó, por lo que no tuvo más remedio que pasar varias horas en YouTube hasta corroborar que era falsa.
Entre otras cosas, ya la habían demorado varios dolores pequeños de cabeza, una patita floja de sus anteojos, seis cambios de hipótesis. En fin, cuando no era una cosa era otra. La mayoría de las veces se quedaba en blanco tratando de conectar sus ideas. “Qué complicado; todo sería más fácil si me hubieran inculcado disciplina, pero no, mis papás y sus ideas hippies de ‘los niños tienen derecho a decidir’. ¿Neta? Como si uno a esa edad supiera lo que le conviene. En cambio, mis tíos con su lema ‘niños responsables, adultos exitosos’ tienen engendros a los que no se les complican estas cosas. ¡Se titularon a los dos meses! Y en cambio yo no llevo ni el marco teórico. Para colmo mañana es el cumple de la abuela y voy a tener que aguantar a la mustia de Lorena, quien me dirá: ‘seguro te falta poquito, ¿verdad, primita?’. Y ni cómo contestarle a esa maldita”.
La fiesta, como había imaginado Natalia, fue un verdadero suplicio, no sólo por las preguntas incómodas sobre su tesis, sino que además tuvo que felicitar a su archienemiga por su nuevo trabajo y escucharla decir:
–Estoy muy emocionada de no depender de mis papás para pagar mi renta y las salidas con mis amigos.
“Hija de tu…”, pensaba Natalia mientras esbozaba la sonrisa menos falsa que podía. “Como si nadie supiera que lo dices por mí; si tú ni vives sola ni tienes amigos, maldita desgraciada. ¿Cómo se llama el flacucho ese que te encanta desde que éramos niñas…? ¿Raúl…? No, Ramiro… ¡eso! Ramiro. Ay primita, primita, ya verás lo que te espera”.
Tres meses habían pasado desde aquella fiesta. Natalia se había entregado sin excusas a su proyecto. No fue sencillo, tuvo que desconectar el internet y apagar el celular para no distraerse. El domingo era su único día de descanso y lo aprovechaba para salir con su novio, Ramiro, quien resultó ser una buena compañía y además, gracioso. Natalia había disfrutado mucho la cara de su prima al verlos juntos y tomados de la mano. Quizás porque la práctica es muy diferente a la teoría, quizás por su reciente decepción amorosa o por las casualidades de la vida, Lorena sólo duró en su trabajo dos quincenas y su discurso en el cumple de la abuela de “estoy muy emocionada de no depender de mis papás para pagar la renta” fue muy parodiado por ella y por sus padres.
Por fin sólo le faltaba la conclusión. Natalia se había resistido lo más que pudo a la revisión con su asesor. No quería que la inspiración se le acabara o que le hiciera alguna sugerencia de fondo, pero había llegado el momento de verlo. Mientras esperaba la felicitación y la posible fecha para su examen profesional, ella soñaba con su toma de protesta. En el brindis de agradecimiento diría: “mamá, papá, gracias por apoyarme y dejarme ser libre”. Luego haría una pausa dramática y continuaría diciendo “no puedo esperar a no depender de ustedes para pagar la renta”.
—Nati —le dijo su asesor trayéndola a la realidad—. Ven, pasa.
Apenas había pisado aquel lugar un par de veces, pero le encantaba. “Si algún día doy clases, justo así quiero mi oficina”, pensaba feliz.
—Te vez muy bien, Nati, me da gusto. ¿Por qué no habías venido?
—No estaba en la ciudad —mintió—. Mi abuela tiene una casa en Nayarit y me fui para allá para concentrarme.
—¡Ah! Eso responde muchas cosas —dijo después de una pausa—. Te mandé varios correos e intenté llamarte varias veces, pero tu teléfono estaba apagado.
—Es que allá no hay buena recepción y mi abuela no tiene internet.
—Me da mucha pena decirte esto, sobre todo porque se nota que te esmeraste mucho, pero… hace casi dos semanas se publicó una iniciativa para elaborar la Ley de Responsabilidad Ambiental, por lo que tu propuesta de agregarle incisos al artículo 203 de la Ley General del Equilibrio Ecológico ya no es viable.
—¿Cómo? —Natalia palideció y sintió que la tierra se abría y se la tragaba—. Yo… no puede ser.
—Cuando lo publicaron en el Diario Oficial de la Federación intenté comunicarme contigo. Lo siento, Nati, deberás comenzar de nuevo.